Siempre he dicho que las redes sociales, a falta de los medios tradicionales, son grandes aliadas de la comunicación social. En Venezuela y en otros países de América, motivado por la crisis que los ha afectado, la existencia de medios impresos se ha reducido considerablemente.
En épocas de bonanza, algunos prestigiosos rotativos mantenían una versión impresa y otra digital; pero hoy día, debido a la falta de papel, se han quedado con la segunda de las nombradas.
La ausencia de periódicos ha sido suplida por las redes sociales. Tanto es así, que en los actuales momentos todo gira en torno de ellas. En Venezuela, las empresas de televisión por cable han perdido la señal de los canales nacionales, dado que el satélite Simón Bolívar quedó fuera de órbita, y en consecuencia, para saber lo que sucede en el entorno, es necesario apelar a las redes sociales.
En ellas hay muchísimas cosas buenas; pero también mucha basura: apología del delito, antivalores, intriga, maldad, difusión de noticias falsas (fake news, como las llaman algunos imitadores de las costumbres y del inglés estadounidense), amén de que están plagadas de errores gramaticales y sintácticos que han dado pie a vicios casi indesarraigables. Todo es cuestión de saber escoger.
Pero hoy destaco una buena, y es que Facebook, Twitter e Instagran entre otras, han servido y sirven para hacer amistad, como el caso de Jesús Rodríguez, a quien no conozco de forma personal; pero hemos mantenido una comunicación a distancia que nos ha permitido intercambiar impresiones acerca del buen uso del lenguaje oral y escrito.
El Matador, como lo llaman sus amigos, recientemente formuló en Facebook una inquietud sobre la preposición hasta, y aunque no fue a mí a quien la dirigió, me tomé la libertad de responderla, en virtud de que fue una exhortación pública. Antes de mi respuesta, algunos «asomaos» ya le habían «dictado cátedra». Hoy ampliaré la respuesta que le di.
En el periodismo venezolano y quizás en el de otros países de habla hispana, a la preposición hasta se le da un uso inadecuado, sobre todo cuando implica negación. Y digo «quizás en el de otros países», porque no me detenido a analizar el periodismo de otras naciones; pero a juzgar por lo que a menudo aparece en las redes sociales, podría formarme una visión de cómo es el diarismo fuera de este país, especialmente el de Sudamérica.
Es común leer u oír frases como: «El ministro no conversará con los gremios hasta tanto no cese el paro» «No habrá importación de medicamentos hasta tanto no se compruebe la escasez de estos»; «No se conocerá la magnitud de las inundaciones hasta tanto no se evalúen los daños», etc.
La preposición hasta, entre otros significados, indica el final de un hecho o acción. En el primer ejemplo se señala el momento en que culminará la negativa del ministro de conversar con los gremios. En el segundo se indica el momento en que finalizará la decisión gubernamental de no importar medicamentos, y en el tercero, el momento en que culminará la imposibilidad de conocer la magnitud de las inundaciones.
La segunda negación es innecesaria, imprudente y confusa. En los tres ejemplos lo que se quiere expresar es: «…hasta tanto cese el paro»; «…hasta tanto se compruebe la escasez» y «…hasta tanto se evalúen los daños».
Los estudiosos del tema lingüístico advierten que la confusión y las impropiedades en cuanto a hasta, está en el parecido de la frase prepositiva hasta tanto con el adverbio de tiempo mientras. Ambas formas tienen una sutil diferencia que conviene conocer en función de evitar equívocos. Hasta tanto, vale repetirlo, señala el momento en que cesa una acción o abstención; en tanto que mientras se refiere a la duración de esa acción o abstención.
Un ejemplo citado en el libro Con la lengua, volumen 1, del profesor Alexis Márquez Rodríguez, podrá contribuir con la disipación de las dudas: «No me iré de aquí mientras no me reciba el Director», equivale a decir: «Estaré aquí hasta tanto me reciba el Director» En el primer caso se advierte el tiempo de duración de la espera; en el segundo, el momento en que terminará la espera.
Por cierto, hasta y asta son palabras homófonas, es decir, tienen el mismo sonido; pero se escriben diferentes y no significan lo mismo. Asta (sin h), entre otras cosas, es el palo en el que se iza la bandera.