Nombres y apellidos
Por
David Figueroa Díaz
20/07/2024
Luego de que me di cuenta de poder manejar con relativa facilidad el aspecto gramatical y lingüístico, me he dedicado por casi treinta años a escribir sobre este asunto, con la convicción de que solo soy un aficionado del buen decir y que el tiempo de aprender nunca. terminal.
Eso me ha permitido mostrar y analizar la amplia gama de impropiedades que existen en los medios de comunicación social y en la habla cotidiana, con la finalidad y el deseo de arrojar luces para que los interesados puedan disipar sus dudas y adquieran solución en eso de escribir. bien y hablar de mejor manera. ¡Para eso es este aporte!
Durante ese tiempo una cantidad considerable de personas han asimilado la enseñanza, lo cual me ha hecho sentir la satisfacción del deber cumplido, lo que evidencia que mis esfuerzos y mi trabajo no han sido en vano. ¡Gracias a Dios!
Esa experiencia me ha servido para hacer una clasificación de los casos más frecuentes y sus causas. Casi nunca hablo de errores, pues prefiero decir impropiedades, dado que la palabra error contiene cierta carga expresiva que a muchos pudiera intimidar.
No es lo mismo decirle a alguien: «ha incurrido en error», que: «escribiste algo impropio». A la mayoría de los seres humanos no les agrada que les digan que tienen errores, menos si son ortográficos. A veces no son errores, sino horrores. ¡Pero bueno…!
En el «catálogo» de impropiedades están la falta de la tilde o su uso inadecuado; mal empleo de los signos de puntuación, de las mayúsculas y minúsculas, así como otros vicios, muchos de los cuales parecieran indesarraigables. Les hablaré de un tema al que desde hacía mucho tiempo quería referirme; hoy es el día.
No sé si en otro país de Hispanoamérica ocurre algo similar; pero en Venezuela los nombres y los apellidos en el documento de identidad (cédula) aparecen en mayúscula sostenida, es decir, con todas sus letras en mayúscula: PEREZ GONZALEZ JOSE RAMON. El motivo lo desconozco; pero creo que se deba al desconocimiento de las palabras por la índole de la entonación: agudas, graves, esdrújulas y sobresdrújulas).
En redes sociales y en grupos de WhatsApp abundan los contenidos de este tipo, y sus autores se justifican en que lo hacen de esa manera para ahorrar tiempo. Sería interesante saber qué hacen con el tiempo que ahorran.
Es por eso que muchas personas, entre esas, periodistas, educadores, abogados, médicos, ingenieros y otros profesionales, no saben que sus nombres y apellidos llevan tilde. Es el caso de: Raúl, Naúl, Paúl, José, Josué, Jonás, Iván, Simón, Alí, Tomás, María, Elías, Josías, Héctor, Álvaro, Cándido, Teófilo.
Apellidos como: Álvarez, Guédez, Gómez, López, Sepúlveda, Cárdenas, Díaz, Meléndez, Jiménez, Rodríguez, Bermúdez, Domínguez, Hernández, Fernández, Narváez, Peláez, etc., a menos que en el registro de nacimiento haya habido un error de transcripción, como ocurre con Colmenares (con «s») y Colmenarez (con «z»). No sé cuál es el original; pero lo cierto que en el caso del mencionado apellido, hay hijos del mismo padre: unos son Colmenares y otros Colmenárez. Cabe destacar que esa palabra representa un sonido grave. Cuando aparezca con «z» llevará tilde, y no cuando termine en «s».
Se debe tener presente que los nombres de pila y apellidos deben llevar tilde, independientemente de si se escriben con mayúscula. El mismo criterio se aplica a cualquier palabra escrita con todas sus letras en mayúscula, que por las reglas deba llevar tilde. Es fundamental distinguir entre tilde y acento, para evitar confusiones e impropiedades.
Como habrán podido notar, el tema no es complicado; solo basta tomar en cuenta la importancia de escribir, sobre todo si se hace para el público. Algunos usuarios de las redes sociales y grupos de WhatsApp tienen la mala costumbre de escribir todo en mayúscula y sin comas.
Si supieran que eso, aparte de que repugna a los lectores, es una evidencia de desconocimiento, de falta de cuidado y de otros recursos que deben ponerse en práctica para lograr la meta trazada.
Tantas letras mayúsculas juntas no motivan la lectura, pues llevan implícita la noción de cansancio visual.
Claro está, hay casos en los que por muchas razones es necesario colocar palabras y frases en mayúscula extendida; pero todo el texto sería una sopa de letras poco apetitosa.