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sábado, 31 de agosto de 2024

¡Por favor, no te comas la coma!

Por

David Figueroa Díaz   

31/08/2024

Tengo muchos amigos a los que les gusta el tema gramatical y lingüístico, y de cuando en cuando me sugiere que escriba sobre casos en los que tienen dudas, pues su ocupación habitual les impone la obligación de escribir bien y hablar de mejor manera, para lo cual, lo he dicho en reiteradas oportunidades, no es necesario ser miembro de la Real Academia Española.

Solo basta con poner en práctica los conocimientos que en materia de lenguaje se adquieren en las diferentes etapas de la educación formal. Lo demás llegaría por añadidura, siempre que se le dé la importancia necesaria.

Y al hablar de amigos, debo referirme a Raimond Gutiérrez, quien me envió por WhatsApp un contenido sobre uno de los tantos usos de la coma, que me llamó la atención, pues en los innumerables artículos que he dedicado a ese importante signo de puntuación, aunque sé que existe, no lo había tocado.

Raimond, además de ser abogado con una larga y admirable trayectoria, maneja con gran facilidad y elegancia el tema gramatical y lingüístico, lo cual le ha permitido incursionar con éxitos en el periodismo de opinión, como articulista y columnista de importantes medios de comunicación de Venezuela. y de otros países. Otra virtud que lo distingue, es que es fiel cultivador de la amistad popular.

Solemos intercambiar impresiones sobre las impropiedades más comunes, tanto en los medios de divulgación masiva, como en la habla cotidiana. A veces le consulta sobre temas jurídicos y políticos, para lo cual siempre tiene la respuesta adecuada.

Gracias a su aporte, hoy volveré a hablarles sobre la coma, que es –a mi entender y el de otras personas que se dedican a estos temas-, el más difícil de usar correctamente.

Por esa razón, cada vez que escribo sobre este asunto, procuro ser lo más explícito posible, en función de contribuir a disipar las dudas e infundirles seguridad a quienes se preocupan por el buen decir, escrito u oral. Lo paradójico es que los casos en los que más se incurren en impropiedades, son los más fáciles de manejar.

Alrededor de la coma se ha escrito mucho, con la finalidad de derrumbar las barreras que impiden que haya un manejo relativo del asunto. Es frecuente toparse con anuncios sobre los cinco, los diez, los veinte o los cincuenta usos de la coma. Cada autor se basa en los criterios que al respecto aplica la Real Academia Española; pero al final tratan de imponer el de ellos.

Sandro Cohen, en su libro «Redacción sin dolor», muestra lo que él considera los diez usos de la coma. Quienes deseen profundizar sobre esto, deben leerlo.

Cuando hablo de la coma, me centro en mostrar los casos en los que más se incurre en situaciones viciadas. Hay redactores (y redactoras también), que colocando coma donde no debe ir, y la omiten cuando es necesario. Existen otros que no la usan en ningún caso, lo que hace que solo por adivinación pueda entenderse lo que escriben.

La coma, entre otras cosas, se usa para separar elementos de una enumeración: «Compré papas, lechuga, tomate y cebolla».

Para marcar el inicio y el fin de un inciso. Un inciso es una frase que brinda información adicional: «El Libertador Simón Bolívar, Genio de América, nació en Caracas el 24 de julio de 1783»; «Mi hermano, que es historiador, aclaró nuestras dudas sobre la Gesta Emancipadora de Venezuela».

Hay otros usos, pero estimo que la coma elíptica, la coma vocativa y la combinación que se hace con el punto y coma para separar el nombre del cargo, y este del nombre, son los casos en los que frecuentemente se incurre en error. Lo lamentable es que quienes más cometen esas faltas, son personas que por el rol que desempeñan ante la sociedad, deben ser ejemplos del buen decir.

La coma elíptica es la que permite la omisión de algo que es sobrentendido, y por tanto no se dificulta la comprensión del texto: «Su hijo mayor es rubio, el menor, moreno»; «Los que no tengan invitación, por aquella puerta».

La coma vocativa o coma del vocativo, es la que se emplea para separar el vocativo del resto del texto. Entiéndase por vocativo la persona o cosa personificada a la que nombra o se alude en la oración: «Buenos días, muchachos»; «Puedes venir a buscarme, papá»; «Levántate, Lázaro».

Cierro con la combinación de la coma y el punto y coma en casos de personas con relación a su cargo u oficio: «Carlos Mendoza, director; Luis Parra, secretario general; María Rodríguez, asesora jurídica». Si solo se coloca una coma, sería difícil saber quién desempeña tal o cual cargo.


sábado, 17 de agosto de 2024

Espaldarazo y subsanar

Por

David Figueroa Díaz


17/08/2024

Es digno de elogio, además de un ejemplo por seguir, el hecho de que muchas personas, sobre todo aquellas que están compenetradas con los medios, (también hay educadores), se preocupan por enriquecer su vocabulario, por mejorar su expresión escrita y oral.

Pero cuando esa preocupación se transforma en exhibicionismo, es bastante lamentable, tanto para ellos, para los que tienen por costumbre y necesidad leer publicaciones en medios digitales y en redes sociales, que aunque estas últimas son muy útiles, están plagadas de cosas inadecuadas, ante lo cual hay que estar alerta para que no se multipliquen.

Insisto en que es lamentable para ellos (los audidos en el párrafo anterior), porque en su afán de andar buscando errores en donde no los hay, corren el riesgo de que el menos pensó les desinfle el globo del ego de creerse maestros del buen decir ; además de que se exponen a la burla silenciosa oa veces estruendosa.

En mi caso, siempre he sostenido que solo soy un aficionado del buen decir, alguien que ha entendido perfectamente, que nunca se termina de aprender.

El artículo de la semana pasada, titulado «La expresividad del venezolano», produjo comentarios elogiosos, además de que en varios de ellos estaba implícita la petición de unir a la lista de expresiones y palabras que mostré, otras que no mencioné. Cuando se dispone de un espacio como este, aunado a la falta de tiempo, es difícil abarcar más; pero pueden estar seguros de que en cualquier momento volverá sobre este interesante tema.

Quiero destacar un mensaje que recibí del colega locutor, periodista, gaitero y de paso guairista, Arnoldo Fréitez, quien aparte de identificarse con lo expresado por mí el sábado pasado, me comentó que en una ocasión oyó una conversación de personas que forman parte de lo que hoy llaman el poder comunal organizado, y que el meollo del asunto era un rechazo contundente a alguien que, para los efectos de este artículo, su nombre es irrelevante.

Lo cierto es que (en versión de Arnoldo), hablaban del rechazo; pero a la vez dijeron que le habían dado un espaldarazo, lo que permite colegir que no saben lo que significa la palabra mencionada.

El otro caso tiene que ver con el verbo subsanar, ya que muchas personas, para mostrar su «erudición» en materia de lenguaje escrito y oral, usan términos con significado diferente del que registran los diccionarios. Arnoldo asegura haber leído frases como: «Hay que subsanar las heridas», lo cual a él, que ha valorado la importancia de escribir bien y hablar de mejor manera, le parece impropio, y sin duda lo es. Trataré entonces de satisfacer su inquietud y la de otras personas que tengan dudas al respecto.

Espaldarazo, de acuerdo con las definiciones de la Real Academia Española, es: «Reconocimiento de la competencia o habilidad suficiente a que ha llegado alguien en una profesión o actividad». Fuera del rigor académico, significa apoyar, respaldar una idea, una propuesta, una decisión, etc. La confusión está en el hecho de que el vocablo espaldarazo tiene una fuerte carga expresiva que hace que se lo confunda con «dar la espalda», que es la frase que se emplea para indicar rechazo, repulsión, negación, abandono u otra actitud o acción de ese tipo: «Todos los presentes le dieron la espalda».

Eso, claro está, es en sentido figurado; pero en el ámbito militar (lo he visto en películas), cuando alguien comete una falta gravísima que amerita expulsión, colocando al individuo enfrente de la tropa, ya la voz de mando del superior, esta da media vuelta y le da la espalda. Hasta donde me lo permiten mis supinos conocimientos de gramática y lingüística, además de sentido común, eso no es un espaldarazo.

Lo de subsanar está relacionado con el desconocimiento de que la sinonimia de las lenguas no es perfecta, por lo que lo que hay palabras que, aun cuando son sinónimas, no podrán emplearse en el mismo contexto, como por ejemplo iniciar y comenzar, que no se construyen de la misma manera, aunque son hermanas. De eso he hablado en infinidad de veces, y como cosa curiosa, ha aumentado el uso inadecuado del primero de los nombrados.

Por ahora baste con decir que se subsana, se repara, se soluciona un problema. Las heridas se sanan, no se subsanan.


¡Rubio, el «hispano» del momento!

Por: David Figueroa Díaz   16/11/2024 La comidilla del momento en muchos estratos del ámbito...