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sábado, 30 de noviembre de 2024

Educadores y periodistas

Por

David Figueroa Díaz  


30/11/2024

Es encomiable que los seres humanos se preocupen por aprender algo nuevo cada día, pues eso hace posible que puedan tener éxito en las acciones que emprendan, siempre y cuando se preocupen de verdad por aprender y no para aparecer.

En todos los órdenes de la vida hay personas que han entendido que nunca se termina de aprender y, en tal sentido, están en la búsqueda constante de nuevos conocimientos, que al ponerlos en práctica, logran lo que se proponen; pero hay otros cuya intención es aparecer como grandes poseedores de ciertos y determinados asuntos; pero por lo general no pasan de ser sabihondos, sabidillos, sabelotodo o espontáneos en lo que pretenden dictar cátedra.

Es difícil e incómodo hablar de uno mismo; pero cuando lo hago, recalco que no soy catedrático del idioma español, pues solo soy un aficionado del buen decir, con un manejo relativo del aspecto gramatical y lingüístico; con muchas posibilidades de nutrirme de conocimientos, hoy que soy de los que estamos convencidos de que siempre hay y habrá ocasiones para adquirir nuevos conocimientos.

A veces he sido duro en las críticas, sobre todo en los casos de periodistas y educadores, pues su oficio les impone la obligación moral de tener un nivel de preparación superior al del común de sus semejantes, sin que ello signifique erudición; pero si se llegase a alcanzar ese nivel, sería lo ideal. Basta con darle importancia a la profesión que se ejerce, dado que un educador es un formador, orientador de los procesos de enseñanza y aprendizaje; pero si no es consciente de eso, el alcance de su doctorado laboral sería limitado.

No tengo nada en contra de los educadores, pues en ocasiones me ha tocado ejercer la docencia. Es justo reconocer que hay educadores muy preparados, muy cultos y con una excelente y admirable pedagogía; pero hay otros a los que difícilmente se les pueda incluir en ese selecto grupo, porque su nivel es bajo y no está acorde con la función que les toca cumplir, que es enseñar y formar. Hay educadores que desde que recibieron el título que los acreditados como tales (poco después de la llegada del hombre a la Luna), no se han preocupado por hacer estudios de mejoramiento, y si no mejoran, no podrán tener éxito en su desempeño.

A muchos les podrá parecer una exageración; pero conozco profesores que no saben escribir su nombre, y no es su nombre lo que solo ignoran, sino otros asuntos elementales que se estudian en la primaria, en la secundaria y se repasan en la universidad, como la gramática y la ortografía. Esa deficiencia es la que no les permite distinguir entre esta y está; este y esté, además de que ignoran el uso de los signos de puntuación, que son fundamentales para que lo que se escriba tenga sentido.

Solo por adivinación podrá ser entendido lo que quisieron expresar, y mientras haya educadores con esas falencias, es imposible que los educandos puedan adquirir un manejo relativo de la expresión escrita y la oral.

En el caso de los periodistas la situación es muy parecida, dado que un comunicador social es un educador a distancia. En este aspecto hablo con mayor propiedad por mi condición de comunicador social y con algunos conocimientos de gramática y lingüística, los cuales me permiten hacer observaciones, en función de que los profesionales de esta disciplina hagan buen uso del lenguaje escrito y oral.

Y así como hay docentes con las deficiencias antes nombradas, también hay periodistas, muchos de las antiguas promociones y otros tantos de las nuevas, que no han querido entender que los medios de comunicación social ejercen un inmenso poder inductivo, lo que conlleva implícita la noción. de que todo lo que en ellos se diga o se escriba, mal o bien, tenderá a arraigarse en el vocabulario del común de la gente. Es preferible que esa bondad que ofrecen los medios de difusión masiva no se use de una manera muy libérrima, pues el resultado podría ser igualmente provechoso que dañino.

A todas esas, reitero que mi intención no es ofender ni menospreciar a los docentes ni a mis colegas periodistas. Solo los exhorto a que se convenzan de que, aunque tengan muchos años de experiencia, siempre habrá oportunidad de aprender algo nuevo.

Deben entender que el lenguaje escrito y oral es su herramienta básica de trabajo, y por lo tanto, deben esmerarse para usarlo de la mejor manera. ¡Que no les pase como un profesor de historia que se autodenomina historiador y filósofo; pero tiene una ortografía de un niño de cuarto grado de primaria o quizás más abajo!


sábado, 16 de noviembre de 2024

¡Rubio, el «hispano» del momento!

Por:

La comidilla del momento en muchos estratos del ámbito mundial es, sin dudas, el triunfo de Donald Trump , quien se convertirá en el presidente número 47 de los Estados Unidos de América, aunque desde el punto de vista informativo, ya no es noticia, pues la mayoría de los habitantes de este planeta sabía que eso era un hecho por consumir, y que solo faltaba que llegara el momento, por las razones que muchos saben, y que en este artículo no voy a ventilar, pues aunque periodista, no soy analista. político.

Desde luego, lo dicho no implica que tal acontecimiento no haya sido importante; lo es; pero lo que quiero destacar, es que no se sorprendió a casi nadie, dado que se sabía que de eso no habría vuelta atrás. Muy pocos eran los que afirmaban que Kamala Harris sería la primera presidenta de ese país. ¡Se impuso la tradición!

Desde que arrancó su campaña, Trump se perfilaba como el ganador, salvo en algunos momentos en los que supuestamente la contendora tuvo un significativo repunte, reflejado en resultados emitidos por empresas dedicadas al estudio de la opinión pública, ¡vaya usted a saber con que intención! ! Digo supuestamente, porque los resultados finales demostraron lo contrario.

Desconozco los detalles del sistema electoral de EEUU; pero con lo que permiten mis pocos conocimientos sobre el asunto, el triunfo de Trump fue contundente e inobjetable, al punto de que Kamala Harris no tardó en reconocerlo como el vencedor de la contienda.

Lo cierto es que el triunfador pasará a la historia como el segundo expresidente que regresa a la Casa Blanca, como ocurrió con Grover Cleveland en 1893.

Lo que tampoco ha sorprendido es la designación de Marco Rubio , como secretario de estado, lo cual ha hecho que, en mi opinión, la victoria de Donald Trump haya pasado a un segundo plano en lo mediático. ¡Rubio es la vedette!, y luego de conocerse su designación como el próximo secretario de estado en la nueva gestión de Trump, ha comenzado a ocupar espacios en los medios de comunicación de todo el mundo.

Ahora, me ha llamado la atención el tratamiento que algunos medios de difusión masiva y de gran prestigio, como el New York Times y BBC Mundo, le han dado al tema. Confieso que hasta hace poco creí que el actual senador por el estado de Florida era nativo de Cuba y que había emigrado a los Estados Unidos; pero no, nació en esa nación, y por tanto es ciudadano estadounidense, por lo que llamarlo «hispano», es impropio, de acuerdo con la definición, muy escueta por cierto, que del referido sustantivo aparece en el DLE (Diccionario de la Lengua Española). Los que emigraron a ese país de Norteamérica fueron sus padres.

Debo manifestar que antes de escribir este artículo, elevé la consulta a la Fundéu (Fundación del Español Urgente), y no recibir la respuesta deseada. Palabras más, palabras menos, le pedí que me orientará sobre si era lícito que a un ciudadano, como el caso de Marco Rubio, hijo de emigrantes cubanos, podía llamársele hispano; pero, o no me entendieron o en el peor de los casos, me malinterpretaron. Ante eso, les ratifiqué mi inquietud, y sin hacerse esperar, la referida fundación me envió la respuesta anterior. ¡Y como dijera la doctora Polo: «He dicho, caso cerrado».

En cuanto a Marco Rubio, el tema solo me interesa desde el punto de vista lingüístico, que es lo que manejo con relativa facilidad, y porque muchos medios han difundido lo que originalmente publicaron el New York Times y la BBC Mundo, lo cual en mi opinión y con base en el significado del vocablo «hispano», es un despropósito.

Marco Rubio es estadounidense de origen hispano; pero quizás por ahorrarse palabras o por desconocimiento, los redactores de los medios nombrados, lo llaman hispano. El único que le ha dado el tratamiento adecuado es France 24, que publicó: «El presidente electo Donald Trump eligió al senador republicano Marco Rubio como su secretario de estado. El político nacido en Florida se convierte así en el primero de origen cubano en ocupar el máximo cargo de la diplomacia de la primera potencia». Al ser sus padres cubanos, él tiene ese origen.

No sé si en el caso de Barack Obama , a algún medio o periodista se le haya ocurrido mencionarlo como el primer presidente africano de los Estados Unidos; pero si ocurrió, se aplica el mismo criterio que en el caso de Marco Rubio. Ignoro la disposición constitucional de ese país en cuanto a la nacionalidad; pero si Rubio y Obama nacieron allí, son ciudadanos estadounidenses, de origen hispano y africano, respectivamente. De cualquier modo, hay espacio para el debate sano.

sábado, 9 de noviembre de 2024

¡Unas disculpas, una diatriba y un vaso de agua!

Por:

David Figueroa Díaz 


09/11/2024

«Cada cabeza es un mundo», es una frase muy conocida, que alude a la diversidad de opiniones y a la libertad de expresarlas de cada quien. Eso no es nada cuestionable, pues está consagrado en las cartas magnas de los países democráticos.

Esa multiplicidad de criterios ha dado pie a polémicas que se han mantenido per saecula saeculorum, precisamente porque la intención es imponer criterios particulares, lo cual tampoco tendría nada de malo, siempre que haya un argumento convincente.

A veces esos supuestos argumentos no van más allá de nociones elementales sobre ciertos y determinados temas, dado que la intención es hacer gala de una erudición que no se tiene, propio de personas a las que les gusta hablar de lo que no saben. Yo no hablo de lo que no manejo con facilidad, y cuando alguien me sugiere que me refiera a algo que no conozco muy bien, prefiero admitirlo, para luego indagar y dar una respuesta que satisfaga la inquietud del que la plantea.

En el ámbito del lenguaje y la comunicación existen muchas situaciones que generan controversias innecesarias, toda vez que con la aplicación de un poco de sentido común y un breve análisis, esas polémicas serían disueltas; pero si no leen, no preguntan y no analizan, seguirán siendo los porfiados de siempre, a los que no se les gana una, pues la debilidad de su «argumento», por lo general va aderezada con un tono altanero y autoritario, como para asegurarse el «triunfo».

En muchísimas ocasiones, cuando he dicho que he pedido disculpas, siempre saltan los sabidillos del idioma español y «se dan un gustazo» en corregirme, pues las disculpas no se piden, se dan; pero al sugerirles que por favor me lo expliquen, entonces, se vuelven un arroz con mango, pues solo les gusta encontrar errores en donde no los hay, y hablar de lo que no tienen la mínima noción.

Las disculpas, lo he dicho muchas veces, constituyen un camino de doble circulación, lo que implica que hay dos elementos: uno que las pide y otro que las da. Si alguien me pregunta si las disculpas se piden o se dan, no tengo ningún temor en responder que se piden y se dan, tomando en cuenta la doble vía que menciono en el primer renglón de este párrafo.

Si yo ofendo o le falto el respeto a alguien, lo lógico, lo cortés y lo valiente, es que le pida disculpas; el que deberá dármelas (si es su gusto), es el ofendido. Me parece absurdo que después de haberlo humillado, de haberlo maltratado, me presente con mi cara bien lavada y le diga, por ejemplo: «Te ofrezco una disculpa por el incidente de anoche».

Al decir discúlpame, estoy pidiendo que me quiten la culpa, a juzgar por el prefijo de negación dis, que en ese caso significa quitar. Entonces, ¿de dónde salió eso de que las disculpas solo se dan?

Es posible que algunos se guíen por una frase supuestamente del gran humanista y poeta venezolano Andrés Bello, según la cual, «las disculpas, al igual que los besos, no se piden, se dan». No hay un texto de Bello en el que aparezca la mencionada frase; pero si es de él, intuyo que la usó como un gesto de caballerosidad de alguien que, tras ser ofendido, acude a su ofensor para disculparlo antes de que este se lo pida. ¡Muy pocos son los casos!

En cuanto a la palabra diatriba, que aproximadamente el 95 por ciento de los hablantes en todos los estratos de la sociedad la usa de manera incorrecta, es menester decir que le están atribuyendo un significado que no tiene. Se la confunde con controversia, confrontación, disputa airada, lío, brollo, pelea, camorra, bronca y cualquier otro vocablo que aluda a desencuentro.

Diatriba es, según DLE (Diccionario de la Lengua Española): «Discurso o escrito acre y violento contra alguien o algo». Es sinónimo de invectiva, filípica, libelo, sátira, ataque, brulote.

De lo del vaso de agua he perdido la cuenta de las veces que lo he abordado en este medio y en otros espacios en los que me ha sido necesario hacerlo. Hay quienes se escandalizan cuando alguien pide un vaso de agua, porque lo correcto según ellos, «es un vaso con agua», pues estos no están construidos de agua.

Ese es el argumento más débil y más torpe que puede usarse para cuestionar la validez del vaso de agua, pues si no es usable, tampoco lo sería «una mesa de noche», «una copa de vino», «un ventilador de techo», «una noche de farra» o «un reloj de pared». Ignoran que la preposición de en el caso del vaso, no indica el material en el que está construido, sino la cantidad exacta de agua que cabe en él.

De modo que, es correcta, como también lo es un vaso con agua; solo que el vaso de agua es más adecuada, pues un vaso con agua puede ser desde una gota, hasta la superficie para llenar el vaso. Un vaso de agua es, dicho de otra manera, una medida de cantidad. ¡Así de sencillo!


Barbarismos y barbaridades

Por   David Figueroa Díaz   29/03/2025 He dicho en reiteradas ocasiones, que la gama de impropiedades en los medios de comunicación, redes s...