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lunes, 12 de octubre de 2015

MÁS ALLÁ DEL DEPORTE


El deber, el querer y el respeto
Por Antonio Aular

Los aficionados llegan al estadio con alegría y esperanza que su equipo venza a su rival en el encuentro; unos van y vienen, compran suvenires, golosinas, refrescos, otros liban néctares y bebidas espirituosas, se fotografían, capturan autógrafos; mientras los jugadores calientan en el terreno de juego, exhiben rituales característicos, los medios  expectantes para obtener gráficas y entrevistas; el anunciador interno irrumpe para inicio del partido con las notas del Himno Nacional, los árbitros llaman a los equipos y de manera rimbombante se colocan al centro, flanqueados por jugadores y técnicos, el público asistente se coloca de pie con sus excepciones, algunos hablan entre sí, otros tararean la canción patria; sin embargo con hidalguez la mayoría siente lo sublime del momento.

Los aficionados no son el blanco de este relato, son los protagonistas quienes están en el ojo de las cámaras y de las críticas, jugadores y técnicos dan mala impresión moviéndose constantemente, escupen el chimo o el tabaco en rama, hacen bombas de chicle, hablan con el compañero, otros con miradas de fastidio, solo los árbitros con altivez en perfecta formación luciendo sus uniformes asemejan una parada militar.

Las cámaras hacen un nuevo paneo a toda la formación y ni por eso dejan de moverse, al parecer es moda; pero lo peor es al tratar de tararear nuestra máxima canción desentonan de manera burlona. En una oportunidad el cuerpo arbitrar designado para llevar las riendas de la jornada dominical en estadio de beisbol Gustavo “Patón” Martínez, detuvo el acto de inicio debido a que los niños irrespetaban lo majestuoso y la rigurosidad de dicho momento; el llamado de atención cambio la actitud infantil.

Son solo dos minutos dedicado no a la patria, sino a la ciudadanía, al crecimiento y la integridad personal; al respecto a ti mismo y al legado de quienes forjaron la patria. Respetar los símbolos patrios no deben ser una obligación, sino un deber aparte de imaginar en ese lapso tan corto lo vivido por nuestros fundadores.


Me pregunto; ¿Dónde estará la falla de esta chocante actitud? -Evidentemente está en la educación, lo que genera otra pregunta; ¿Será en la escuela o en la familia?  En la escuela tradicional los himnos son un castigo y tareas para ser evaluadas, muy pocos maestros te hacen quererlos y amarlos con la verdadera vocación ciudadana, no es solo aprenderse sus notas; se debe ir mas allá, analizar cada letra, cada pasaje comprendiendo lo histórico, la responsabilidad que tenemos y nunca dejar perder las raíces, ser igual que el abanderado ondea la bandera dentro de una batalla y si es derribado no deja que la bandera toque tierra, otro la recoge por ser símbolo de lucha.    

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