El
deber, el querer y el respeto
Por
Antonio Aular
Los aficionados
llegan al estadio con alegría y esperanza que su equipo venza a su rival en el
encuentro; unos van y vienen, compran suvenires, golosinas, refrescos, otros
liban néctares y bebidas espirituosas, se fotografían, capturan autógrafos;
mientras los jugadores calientan en el terreno de juego, exhiben rituales
característicos, los medios expectantes
para obtener gráficas y entrevistas; el anunciador interno irrumpe para inicio
del partido con las notas del Himno Nacional, los árbitros llaman a los equipos
y de manera rimbombante se colocan al centro, flanqueados por jugadores y
técnicos, el público asistente se coloca de pie con sus excepciones, algunos
hablan entre sí, otros tararean la canción patria; sin embargo con hidalguez la
mayoría siente lo sublime del momento.
Los aficionados no
son el blanco de este relato, son los protagonistas quienes están en el ojo de
las cámaras y de las críticas, jugadores y técnicos dan mala impresión
moviéndose constantemente, escupen el chimo o el tabaco en rama, hacen bombas
de chicle, hablan con el compañero, otros con miradas de fastidio, solo los
árbitros con altivez en perfecta formación luciendo sus uniformes asemejan una
parada militar.
Las cámaras hacen un
nuevo paneo a toda la formación y ni por eso dejan de moverse, al parecer es
moda; pero lo peor es al tratar de tararear nuestra máxima canción desentonan
de manera burlona. En una oportunidad el cuerpo arbitrar designado para llevar
las riendas de la jornada dominical en estadio de beisbol Gustavo “Patón”
Martínez, detuvo el acto de inicio debido a que los niños irrespetaban lo majestuoso
y la rigurosidad de dicho momento; el llamado de atención cambio la actitud
infantil.
Son solo dos minutos
dedicado no a la patria, sino a la ciudadanía, al crecimiento y la integridad personal;
al respecto a ti mismo y al legado de quienes forjaron la patria. Respetar los símbolos
patrios no deben ser una obligación, sino un deber aparte de imaginar en ese
lapso tan corto lo vivido por nuestros fundadores.
Me pregunto; ¿Dónde
estará la falla de esta chocante actitud? -Evidentemente está en la educación, lo
que genera otra pregunta; ¿Será en la escuela o en la familia? En la escuela tradicional los himnos son un
castigo y tareas para ser evaluadas, muy pocos maestros te hacen quererlos y
amarlos con la verdadera vocación ciudadana, no es solo aprenderse sus notas;
se debe ir mas allá, analizar cada letra, cada pasaje comprendiendo lo
histórico, la responsabilidad que tenemos y nunca dejar perder las raíces, ser
igual que el abanderado ondea la bandera dentro de una batalla y si es
derribado no deja que la bandera toque tierra, otro la recoge por ser símbolo de
lucha.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario