Por David Figueroa Díaz
En varias ocasiones he escrito sobre las palabras superfluas, es decir, aquellas repetidas que no añaden información, empleadas en el lenguaje de los medios de comunicación y en el habla cotidiana.
La intención siempre ha sido mostrar ejemplos sencillos que permitan aclarar que la frase “valga la redundancia”, utilizada en Venezuela y en varios países de habla hispana por algunas personas para justificar el uso repetido de ciertos y determinados vocablos, no tiene cabida, pues no podrá valer algo que está viciado y que se debe evitar.
Siempre es necesario insistir sobre el tema y, en tal sentido, exponer ejemplos de uso frecuente en la comunicación oral y escrita, con los que el usuario de la lengua pueda familiarizarse y evitar aquellas frases y expresiones que denotan poco gusto y cero creatividad.
La redundancia es un vicio, y el pleonasmo, en ocasiones, puede usarse como recurso para determinadas intenciones del autor. Eso de “sube para arriba”, “baja para abajo”, o “sal para afuera”, no es pleonasmo, como lo han señalado algunos estudiosos del lenguaje. Es simplemente una evidencia de que quien emplea las mencionadas frases, tiene un bajo nivel de preparación.
Se redunda cuando se usan ideas o palabras inútiles por estar implicadas en el significado de otras. Es una repetición viciosa, producto de la ignorancia, el automatismo expresivo o la verborrea repetitiva. Debe distinguirse de la repetición artística o enfática, que se denomina pleonasmo. La mejor forma de evitar la redundancia es la lectura, para consustanciarse con las palabras y poder utilizarlas en diferentes contextos.
Unos ejemplos que ilustran la diferencia entre redundancia y pleonasmo podemos encontrarlos en: “Lo vi con mis propios ojos”. Con ella se refuerza de manera especial el hecho de haber sido testigo presencial, es decir, no me lo contaron. Está usada con un sentido repetitivo intencional, para destacar o dar énfasis a lo expresado, pues es lógico que nadie podrá prestarme ojos para ver. Pero si decimos: “Las pupilas del iris de mis ojos están dañadas” o “El pabellón de la oreja”, empleamos términos inútiles, redundantes, pues no añaden nada desde el punto de vista intencional. Las expresiones estarían bien así: “Mis pupilas están dañadas” y “pabellón del oído”, pues pupilas e iris son la misma cosa, y pabellón es oreja, que es parte del oído como sentido.
Una expresión redundante que es muy frecuente en el lenguaje periodístico, sobre todo en el de instituciones gubernamentales, es “enmarcado (a) dentro”, usada por muchos redactores descuidados para referirse a actividades que son consecuencia directa de un propósito general, como por ejemplo: “Enmarcada dentro de la Expoferia Portuguesa Potencia 2018, hoy tendrá lugar la exhibición de ganado bovino”.
Existe redundancia, pues al decir “enmarcada”, se da a entender que está dentro de algo, en esta ocasión, en la Expoferia Portuguesa Potencia 2018. Con escribir “en el marco” o “enmarcada en”, basta.
Cuando alguien dice: “En mi opinión personal, el discurso fue aburrido”, incurre en redundancia, dado que si es personal, no puede ser la de los demás. Igual ocurre con: “La víctima tuvo una hemorragia de sangre”, pues las hemorragias son solo de sangre. Pero hay redundancias que producen risa, como: “Con la compra de este paquete, recibirás un regalo completamente gratis”. Aquí la redundancia es doble, dado que, si es un regalo, debe ser gratis; y si es gratis, debe serlo completamente.
Algunas agencias de viajes recomiendan hacer las reservaciones por adelantado, lo cual, aparte de redundancia, es algo más que una idiotez. No tiene sentido hacer reservaciones después del viaje. Ahora, reservar con tiempo es otra cosa.
Redundantes son también las frases “constelación de estrellas”, “lapso de tiempo” y “quiero darles un saludo de bienvenida”. ¿Por qué? ¡Porque todas las constelaciones son de estrellas, todos los lapsos son de tiempo y todos los saludos son de bienvenida, pues la despedida es solo eso: despedida!
Existen las frases “raudo y veloz”, “íngrimo y solo”, “feliz y contento”, en apariencia redundantes; pero se las usa de esa manera para darles fuerza a la expresión. Es lo que los gramáticos llaman repetición artística o enfática, que en algunos casos puede convertirse en figura retórica. Es lo que se denomina pleonasmo, muy diferente de la redundancia. Por cierto, muchos letrados, en lugar de redundancia, dicen “rebundancia"
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