Jesús Silva Hernández es un venezolano acucioso, con quien de cuando en cuando comparto impresiones acerca de los vicios en los medios de comunicación y en el habla cotidiana.
Jesús no es un cazador de gazapos, sino un preocupado por el buen decir y mejor escribir, que se ha ganado el afecto de muchos que utilizan el lenguaje como herramienta básica de trabajo, y por supuesto la ojeriza de los que nunca admiten las equivocaciones, como les ocurre a los que se dedican a esos menesteres, y hasta se los acusa de ser maniáticos del idioma, cuando solo son aficionados del buen decir.
De manera regular, él hace las críticas y aporta las soluciones. Para su satisfacción, según lo que suele comentarme, a la luz de sus observaciones, muchos usuarios del lenguaje oral y escrito han disipado sus dudas y han adquirido facilidad para la gramática y la ortografía. ¡Enhorabuena, Jesús!
Hoy voy a referirme al caso más reciente que este corresponsal me ha hecho llegar para pulsar mi opinión, relacionado con una mala costumbre que no solo se palpa en los medios de comunicación social, sino en textos de reputados redactores, con intención de mostrar acontecimientos históricos: la sustitución de “el ” por “un”.
Además, hablaré de otros detalles, relacionados con la interrogación, la admiración y la coma del vocativo, que son, a mi entender, las fallas más recurrentes, al lado de gerundios mal utilizados y de letras mayúsculas innecesarias. También abundan los casos de omisión de estas.
No sorprende que en un texto, de esos que se encuentran en publicaciones digitales y físicas se diga, por el ejemplo: “el Libertador Simón Bolívar nace en Caracas un 24 de julio de 1783”, o que “el más reciente Mundial de Fútbol realizado en México, fue inaugurado un 13 de junio de 1986”.
Ahora, ¿dónde está el problema? El problema está en que al decir “un 24 de julio de 1783” o “Un 13 de junio de 1986”, se incurre en una impropiedad, pues es imposible que en el mismo año se repitan las mismas fechas, que es a lo que alude el artículo indefinido masculino singular “un”. Este podría ser usado para mencionar un día en que el año haya sido nombrado en alguna parte del texto, como en relatos históricos o crónicas noveladas; pero si ese no es el caso, deberá usarse el artículo definido masculino “el”: “El Libertador Simón Bolívar nace en Caracas el 24 de julio de 1783” y “el más reciente Mundial de Fútbol realizado en México, fue inaugurado el 13 de junio “de 1986”.
El artículo femenino singular toma la forma “el” cuando va delante de nombre femenino que empieza por el fonema “a” tónico: el alma, el agua, el área, el ave, el hacha, el hambre, el águila, el África, el azúcar, etc. De esa manera se evita el choque de las aes concurrentes.
Eso ha dado pie para que en muchas ocasiones se lea o se oiga “azúcar refinado” o “azúcar moreno”. La palabra azúcar, hasta donde yo sé, es de género femenino; pero para nombrarla, por las razones que ya mencioné, se le coloca el artículo definido masculino “el”.
En cuanto a los signos de interrogación y de admiración, es bueno recordar que son dos: uno que abre y otro que cierra, y que además no son adornos, como piensan algunos redactores. Es prudente advertir que en español la interrogación y la admiración no poseen una estructura sintáctica que las identifique, y por eso solo se sabe si hay una pregunta o exclamación por la entonación (en la lengua oral), y en la escrita, por los signos respectivos.
Para hablar de la coma vocativa, es indispensable saber que “se le llama vocativo a las palabras que sirven para invocar, llamar, nombrar a una persona o cosa personificada cuando nos dirigimos a ella”, y la coma vocativa es la que lo enmarca. El vocativo puede ir antes, en medio de la frase o al final: “Amigos, les deseo un feliz día”; “No olvides, apreciado amigo, que esta seguirá siendo tu casa”; “No me había percatado de la falla, señor director”.
La omisión de la coma vocativa se ha convertido en un mal que ha hecho metástasis en varias áreas del saber, y por eso muy frecuente leer frases sin sentido, que denuncian el descuido y el desconocimiento de sus autores, por lo general personas que tienen en la redacción de textos su herramienta básica de trabajo.
Muy bueno...
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