Médico de Cabecera y Santo Sanador

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sábado, 28 de diciembre de 2024

¡Cuando vinistes, estabanos ocupados!

Por

David Figueroa Díaz  


28/12/2024

Si alguien que se haya dedicado por mucho tiempo a la escritura de temas gramaticales y lingüísticos escribiera las palabras vinistes y estabanos, que contiene el título de este artículo, correría el riesgo de que algún lector descuidado o de esos que andan buscando errores en donde no los hay, este (el lector) podría pegar «el grito al cielo», como decimos en Venezuela, o también se sentiría regocijado por el hecho de creer haberle encontrado un gazapo a alguien que por los años que lleva escribiendo del asunto en cuestión, sería impensable tacharle una falta de esa naturaleza; pero si lee todo el contenido, podrá persuadirse de la intención en el uso de las mismas.

En muchas ocasiones, siempre con diferentes enfoques, trató el tema de «vinistes», «comistes», «dijistes», «volvistes»; «estabanos», «ibanos» y «venianos»; pero en este artículo, último de 2024, volvió a escribir sobre el tema porque se ha convertido en un vicio casi indesarraigable, muy común en diferentes estratos de la sociedad.

Lo cuestionable es que muchos profesionales, incluidos periodistas, locutores, publicistas y educadores, incurren de manera asombrosa en ese desliz, lo cual denuncia el descuido y aun irresponsabilidad, pues por el rol que desempeñan, deben ser ejemplos del buen decir, toda vez que de lo contrario, habrán «arado en el mar», por muy cultivados que quieran aparentar.

Antes de entrar en materia, agradezco a Dios la bondad de darme conocimientos y sabiduría para mantener este trabajo de divulgación periodística, que muchos lectores lo han asumido como una guía de consulta para disipar sus dudas y resolver asuntos del lenguaje escrito y oral. El agradecimiento es extenso al equipo editor de este importante medio de comunicación, por haberme dado la honrosa oportunidad de formar parte del grupo de autores (colaboradores decimos en mi país).

Ha habido ocasiones en las que he estado ausente por razones ajenas a mi voluntad, y ellos han sabido entender. Les reitero mi gratitud y mi compromiso de seguir aportando elementos para un mejor uso del idioma español. ¡Gracias por el apoyo!

Lo de «vinistes», «comistes», «dijistes», «volvistes»; «estabanos», «ibanos» y «venianos», es un rasgo de vulgarismo muy extendiendo, y es un mal que ha hecho metástasis en muchos estratos de la sociedad de algunas naciones, como en Venezuela, que con la llegada de las denominadas radios comunitarias, el idioma español es maltratado de manera inmisericorde.

Se ha vuelto cotidiano el uso de una «s» final en las formas del pretérito indefinido (o perfecto simple) de segunda persona del singular. Lo lamentable es que el daño ha llegado a la lengua escrita, y en especial, a la prensa, reflejado en los portales digitales, en los que, so pretexto de modernidad, inmediatez y cualquier otra excusa, no le dan importancia al buen uso del lenguaje, contadas excepciones que se distinguen muy fácilmente.

Sin entrar en honduras gramaticales que podrían complicar el asunto, es prudente advertir que no se escribe ni se pronuncia «vinistes», «comistes», «dijistes», «volvistes», sino viniste, comiste, dijiste, volviste. El mismo criterio se aplica a supiste, viste, hiciste, partiste, hablaste, cantaste, seguiste, bailaste y todas las formas verbales con la terminación iste y aste. Así de sencillo.

En cuanto a estabannos, ibannos y venianos, extraigo un fragmento de un artículo de mi autoría, publicado en este medio, el 16 de mayo de 2020: «Se dice que las causas que han dado origen a esa impropiedad, están en la analogía con las formas de imperativo en que el pronombre «nos» aparece (llévenos, díganos, háganos), y por el hecho de que, tanto el imperfecto, como el imperativo, son de acentuación esdrújula». Esa es una de las razones; las otras por ahora no voy a mencionarlas.

De modo pues que, sea cual sea el origen de ese uso inadecuado, es un feo vicio que debe evitar todo aquel que se precie de periodista, locutor, publicista, educador o que ejerza un oficio en el que prevalezca la expresión escrita y oral.

Las formas correctas son: estábamos, íbamos, veníamos, cantábamos, comíamos, bailábamos, estudiábamos, orábamos, etc.

lunes, 23 de diciembre de 2024

¡No te la comas, por favor!

Por David Figueroa 


     En los treinta años que llevo dedicado a este tipo de publicación, que por cierto se cumplieron el pasado 12 de noviembre, he escrito sobre muchas situaciones viciadas que con frecuencia aparecen en los medios de comunicación social y que se han alojado en el común del hablante. . He procurado ser lo más explícito posible, con la finalidad de aclarar dudas y hacer que las personas a las que les apasiona el aspecto gramatical y lingüístico, puedan adquirir soltura en eso de escribir.

     He sido reiterativo al afirmar que para redactar bien no es necesario realizar estudios avanzados en gramática, pues solo con aplicar los conocimientos que se adquieren en las distintas etapas de la educación formal, se puede lograr; Además, es indispensable que se le dé importancia a lo que se escribe, sobre todo si se hace para el público, pues el que escribe con intención de que conozcan su opinión sobre cierto y determinado asunto, su éxito estaría en riesgo si la expresión escrita. está plagada de impropiedades.

      Durante el tiempo que me dedicó a estos menesteres, abordó muchísimos casos, tomados de los medios de comunicación o de peticiones y consultas que regularmente recibía por diferentes vías. Muchos son los que, por mis recomendaciones, especialmente periodistas y educadores, han mejorado considerablemente su forma de escribir y de expresarse por vía oral, y eso lo sé, no porque ellos me lo digan, sino porque los observamos y estoy pendiente de su desempeño. , lo cual a ellos les agrada, ya mí también.

     La gama de impropiedades es amplísima; pero es justo y necesario señalar que a la par de la persistencia en el error, ha ido surgiendo un marcado interés por deshacerse de esos vicios que ajan y envilecen la escritura. He dicho en muchas ocasiones, y eso me y ha concitado muchas opiniones contrarias y con intenciones no muy buenas, que lo lamentable es ver que quienes más incurren en situaciones inadecuadas, son personas a las que sería impensable tacharles una falta de ortografía.

      Los he criticado un tanto fuerte, en aras de recordarles el rol que desempeñan ante la sociedad, para que recuerden que deben ser ejemplos del buen decir; pero no es así. Hay, desde luego, contadas y honrosas excepciones que se distinguen muy fácilmente. Algunos han llegado a pensar que lo mío es algo personal contra ellos, lo cual no es cierto. La finalidad de mis artículos es contribuir para que se disipen sus dudas, y los interesados ​​puedan convertirse en multiplicadores de estos contenidos que podrán serles útiles en su día a día. Algunos lo han entendido de esa manera, y me agrada, pues es una demostración de que mi trabajo no ha sido en vano; pero hay otros que, por terquedad, arrogancia u otra actitud similar, no toleran que “un simple escribidor de artículos” pueda darles una orientación.

     El tema de hoy, aunque con una extensa introducción, es breve; pero no menos importante. En muchas ocasiones lo he tratado, y hoy quiero hacer un breve repaso. Se sabe que la coma es un signo indispensable, pues cuando sea bien utilizado, podrá hallársele sentido a lo que se escribe ya lo que se lee. Su uso requiere cuidado, pues no es un adorno en la escritura; es algo sin lo cual, solo por adivinación podrá ser entendido lo que otros escriban.

     Muchos autores han tratado de simplificar el asunto; pero lejos de aclarar, lo que han hecho es oscurecer. En eso último también es justo y necesario señalar que hay contenidos muy buenos, como el de Sandro Cohen, que en su libro «Redacción sin dolor», hace un compendio con lo que él demostró los diez usos de la coma, que recomiendo ampliamente.

     Pero como este es un vuelo rasante sobre la coma, les mostraré unos casos que tomé de una publicación en una importante red social, que podrán ser muy útiles, sobre todo para aquellas personas en cuya ocupación habitual les es frecuente redactar. Algunos de los ejemplos los modifican para que haya mayor familiaridad con el asunto.

Coma enumerativa: «Compré arroz, espagueti, salsa y queso».

Coma explicativa: «Pedro, el hermano mayor, llegó tarde».

Coma vocativa: «María, ven aquí», «Ven aquí, María».

Coma apositiva: «Carlos Ricardo, su hijo mayor, llegó a la fiesta elegantemente vestido».

Coma hiperbática: «A pesar de sus quebrantos de salud, pudo asistir a la boda de su hija».

Coma conjuntiva: «Hoy me siento mejor, sin embargo, ayer me pasó el día en cama».

     Si se practica con estos tipos de coma, con ejemplos tomados del día a día, con sentido de responsabilidad, podrá haber avances muy significativos en el uso de ese importante signo que, como se dice y yo lo creo, es el más difícil de usar. .


sábado, 7 de diciembre de 2024

Palabras en español

Por

David Figueroa Díaz 


12/07/2024

Los que me conocen y han leído mis artículos, podrán dar fe de que no soy muy dado a utilizar palabras extranjeras, pues prefiero las de mi lengua materna; También podrán afirmar que he sido reiterativo en sostener que mientras existan en el español los vocablos con los que pueda expresar una pasión o una acción, no veo necesario apelar a términos y expresiones provenientes de otros idiomas.

Hay quienes los utilizan con la intención de hacer ver que conocen palabras de otras lenguas, especialmente del inglés, o simplemente porque creen que de esa manera podrán ser considerados como muy cultos.

Una gran cantidad de idiomas, especialmente el español, son producto de un mestizaje, es decir, de un cúmulo de vocablos de otras lenguas que han entrado como préstamos lingüísticos, y que a la larga se vuelven propios.

Esos préstamos han llegado del inglés, francés, árabe, griego, italiano, latín y otros con los ha habido gran familiaridad. Se dice que la influencia más significativa ha sido la del latín, estimada en 75 por ciento de palabras con ese origen; en tanto que ocho por ciento pertenece al árabe, y estudiosos en la materia, como el filólogo Rafael Lapesa, cuantificó cuatro mil arabismos en el español.

Es inevitable, por razones de necesidad expresiva, que se adopten palabras de otros idiomas, lo cual no es cuestionable; pero lo absurdo y aun ridículo es que por mero prurito exhibicionista, se usan palabras extrajeras en sustitución de las legítimas, como ocurre en la actualidad, sobre todo en el ámbito publicitario y en las redes sociales, en donde todo o casi todo es en inglés. , aun habiendo palabras españolas que satisfacen las necesidades de comunicación. Yo uso palabras extranjeras solo cuando no hay un equivalente español.

Reitero que los extranjerismos a veces son necesarios, sobre todo cuando surgen tecnologías y servicios que llegan de otros países en los que se habla un idioma diferente del español, pues a la larga se lexicalizan; pero hay otros que no, como los términos del lenguaje deportivo, especialmente el beisbol, que casi ninguno tiene traducción al español, aunque su nombre, para los que hablan español, pasó de ser béisbol a béisbol (o beisbol). Igual ocurre con el balompié, que del fútbol inglés, ha cambiado a la forma españolizada del fútbol. Se debe tomar en cuenta el nombre en español de ambas disciplinas deportivas, que tienen dos entonaciones válidas: béisbol/beisbol; fútbol/fútbol.

En cuanto al denominado «deporte rey», la entonación llana (fútbol) es de uso mayoritario en España y en muchos países de América de habla hispana; en tanto que en México y en Centroamérica prefieren la entonación aguda (futbol), que no lleva tilde porque, además de que no termina en vocal, su letra final es una consonante diferente de la «n» y de la «s» (ortografía). básico de quinto grado de educación primaria).

Algo parecido ocurre con béisbol y beisbol, pues muchos sabidillos del idioma español aseguran que debe ser béisbol y no beisbol; pero no dan una explicación que le dé validez a su argumento. La arrogancia y la prepotencia con la que pretenden dictar cátedra lingüística no les ha permitido darse cuenta de que tanto para el fútbol o el béisbol, ambas formas son válidas, y podrán ser utilizadas en razón de gusto. Yo prefiero la forma llana (o grave, como también se le llama) para el fútbol y la aguda para el béisbol.

Ocurre algo curioso con el volibol, que aunque también puede escribirse voleibol, algunas personas, sin saber de lo que hablan, aseguran que la forma apropiada es voleibol; pero desconocen que también puede escribirse balonvolea o vóley, que es un acortamiento de la forma inglesa volleyball. La más difundida es voleibol, pues es la que tienen los procesadores de palabras de los ordenadores (computadoras) y teléfonos móviles, y cuando alguien escribe volibol, inmediatamente es cambiada a voleibol.

En ese caso se aplica el mismo criterio de fútbol (futbol) y béisbol (beisbol). Lo importante es tener en cuenta que existen tres formas distintas que son válidas, por lo cual nadie podrá sentir temor al utilizarlas: voleibol, volibol o vóley.

Yo, por las razones que expuse en los párrafos introductorios de este artículo, prefiero volibol, que es la forma que más se adapta al español. No critico a quien no la use ni tampoco quiero imponer esa forma; pero nadie podrá ser cuestionado por utilizar volibol, pues como ha quedado suficientemente claro, es cuestión de gusto, y nada más.


sábado, 30 de noviembre de 2024

Educadores y periodistas

Por

David Figueroa Díaz  


30/11/2024

Es encomiable que los seres humanos se preocupen por aprender algo nuevo cada día, pues eso hace posible que puedan tener éxito en las acciones que emprendan, siempre y cuando se preocupen de verdad por aprender y no para aparecer.

En todos los órdenes de la vida hay personas que han entendido que nunca se termina de aprender y, en tal sentido, están en la búsqueda constante de nuevos conocimientos, que al ponerlos en práctica, logran lo que se proponen; pero hay otros cuya intención es aparecer como grandes poseedores de ciertos y determinados asuntos; pero por lo general no pasan de ser sabihondos, sabidillos, sabelotodo o espontáneos en lo que pretenden dictar cátedra.

Es difícil e incómodo hablar de uno mismo; pero cuando lo hago, recalco que no soy catedrático del idioma español, pues solo soy un aficionado del buen decir, con un manejo relativo del aspecto gramatical y lingüístico; con muchas posibilidades de nutrirme de conocimientos, hoy que soy de los que estamos convencidos de que siempre hay y habrá ocasiones para adquirir nuevos conocimientos.

A veces he sido duro en las críticas, sobre todo en los casos de periodistas y educadores, pues su oficio les impone la obligación moral de tener un nivel de preparación superior al del común de sus semejantes, sin que ello signifique erudición; pero si se llegase a alcanzar ese nivel, sería lo ideal. Basta con darle importancia a la profesión que se ejerce, dado que un educador es un formador, orientador de los procesos de enseñanza y aprendizaje; pero si no es consciente de eso, el alcance de su doctorado laboral sería limitado.

No tengo nada en contra de los educadores, pues en ocasiones me ha tocado ejercer la docencia. Es justo reconocer que hay educadores muy preparados, muy cultos y con una excelente y admirable pedagogía; pero hay otros a los que difícilmente se les pueda incluir en ese selecto grupo, porque su nivel es bajo y no está acorde con la función que les toca cumplir, que es enseñar y formar. Hay educadores que desde que recibieron el título que los acreditados como tales (poco después de la llegada del hombre a la Luna), no se han preocupado por hacer estudios de mejoramiento, y si no mejoran, no podrán tener éxito en su desempeño.

A muchos les podrá parecer una exageración; pero conozco profesores que no saben escribir su nombre, y no es su nombre lo que solo ignoran, sino otros asuntos elementales que se estudian en la primaria, en la secundaria y se repasan en la universidad, como la gramática y la ortografía. Esa deficiencia es la que no les permite distinguir entre esta y está; este y esté, además de que ignoran el uso de los signos de puntuación, que son fundamentales para que lo que se escriba tenga sentido.

Solo por adivinación podrá ser entendido lo que quisieron expresar, y mientras haya educadores con esas falencias, es imposible que los educandos puedan adquirir un manejo relativo de la expresión escrita y la oral.

En el caso de los periodistas la situación es muy parecida, dado que un comunicador social es un educador a distancia. En este aspecto hablo con mayor propiedad por mi condición de comunicador social y con algunos conocimientos de gramática y lingüística, los cuales me permiten hacer observaciones, en función de que los profesionales de esta disciplina hagan buen uso del lenguaje escrito y oral.

Y así como hay docentes con las deficiencias antes nombradas, también hay periodistas, muchos de las antiguas promociones y otros tantos de las nuevas, que no han querido entender que los medios de comunicación social ejercen un inmenso poder inductivo, lo que conlleva implícita la noción. de que todo lo que en ellos se diga o se escriba, mal o bien, tenderá a arraigarse en el vocabulario del común de la gente. Es preferible que esa bondad que ofrecen los medios de difusión masiva no se use de una manera muy libérrima, pues el resultado podría ser igualmente provechoso que dañino.

A todas esas, reitero que mi intención no es ofender ni menospreciar a los docentes ni a mis colegas periodistas. Solo los exhorto a que se convenzan de que, aunque tengan muchos años de experiencia, siempre habrá oportunidad de aprender algo nuevo.

Deben entender que el lenguaje escrito y oral es su herramienta básica de trabajo, y por lo tanto, deben esmerarse para usarlo de la mejor manera. ¡Que no les pase como un profesor de historia que se autodenomina historiador y filósofo; pero tiene una ortografía de un niño de cuarto grado de primaria o quizás más abajo!


sábado, 16 de noviembre de 2024

¡Rubio, el «hispano» del momento!

Por:

La comidilla del momento en muchos estratos del ámbito mundial es, sin dudas, el triunfo de Donald Trump , quien se convertirá en el presidente número 47 de los Estados Unidos de América, aunque desde el punto de vista informativo, ya no es noticia, pues la mayoría de los habitantes de este planeta sabía que eso era un hecho por consumir, y que solo faltaba que llegara el momento, por las razones que muchos saben, y que en este artículo no voy a ventilar, pues aunque periodista, no soy analista. político.

Desde luego, lo dicho no implica que tal acontecimiento no haya sido importante; lo es; pero lo que quiero destacar, es que no se sorprendió a casi nadie, dado que se sabía que de eso no habría vuelta atrás. Muy pocos eran los que afirmaban que Kamala Harris sería la primera presidenta de ese país. ¡Se impuso la tradición!

Desde que arrancó su campaña, Trump se perfilaba como el ganador, salvo en algunos momentos en los que supuestamente la contendora tuvo un significativo repunte, reflejado en resultados emitidos por empresas dedicadas al estudio de la opinión pública, ¡vaya usted a saber con que intención! ! Digo supuestamente, porque los resultados finales demostraron lo contrario.

Desconozco los detalles del sistema electoral de EEUU; pero con lo que permiten mis pocos conocimientos sobre el asunto, el triunfo de Trump fue contundente e inobjetable, al punto de que Kamala Harris no tardó en reconocerlo como el vencedor de la contienda.

Lo cierto es que el triunfador pasará a la historia como el segundo expresidente que regresa a la Casa Blanca, como ocurrió con Grover Cleveland en 1893.

Lo que tampoco ha sorprendido es la designación de Marco Rubio , como secretario de estado, lo cual ha hecho que, en mi opinión, la victoria de Donald Trump haya pasado a un segundo plano en lo mediático. ¡Rubio es la vedette!, y luego de conocerse su designación como el próximo secretario de estado en la nueva gestión de Trump, ha comenzado a ocupar espacios en los medios de comunicación de todo el mundo.

Ahora, me ha llamado la atención el tratamiento que algunos medios de difusión masiva y de gran prestigio, como el New York Times y BBC Mundo, le han dado al tema. Confieso que hasta hace poco creí que el actual senador por el estado de Florida era nativo de Cuba y que había emigrado a los Estados Unidos; pero no, nació en esa nación, y por tanto es ciudadano estadounidense, por lo que llamarlo «hispano», es impropio, de acuerdo con la definición, muy escueta por cierto, que del referido sustantivo aparece en el DLE (Diccionario de la Lengua Española). Los que emigraron a ese país de Norteamérica fueron sus padres.

Debo manifestar que antes de escribir este artículo, elevé la consulta a la Fundéu (Fundación del Español Urgente), y no recibir la respuesta deseada. Palabras más, palabras menos, le pedí que me orientará sobre si era lícito que a un ciudadano, como el caso de Marco Rubio, hijo de emigrantes cubanos, podía llamársele hispano; pero, o no me entendieron o en el peor de los casos, me malinterpretaron. Ante eso, les ratifiqué mi inquietud, y sin hacerse esperar, la referida fundación me envió la respuesta anterior. ¡Y como dijera la doctora Polo: «He dicho, caso cerrado».

En cuanto a Marco Rubio, el tema solo me interesa desde el punto de vista lingüístico, que es lo que manejo con relativa facilidad, y porque muchos medios han difundido lo que originalmente publicaron el New York Times y la BBC Mundo, lo cual en mi opinión y con base en el significado del vocablo «hispano», es un despropósito.

Marco Rubio es estadounidense de origen hispano; pero quizás por ahorrarse palabras o por desconocimiento, los redactores de los medios nombrados, lo llaman hispano. El único que le ha dado el tratamiento adecuado es France 24, que publicó: «El presidente electo Donald Trump eligió al senador republicano Marco Rubio como su secretario de estado. El político nacido en Florida se convierte así en el primero de origen cubano en ocupar el máximo cargo de la diplomacia de la primera potencia». Al ser sus padres cubanos, él tiene ese origen.

No sé si en el caso de Barack Obama , a algún medio o periodista se le haya ocurrido mencionarlo como el primer presidente africano de los Estados Unidos; pero si ocurrió, se aplica el mismo criterio que en el caso de Marco Rubio. Ignoro la disposición constitucional de ese país en cuanto a la nacionalidad; pero si Rubio y Obama nacieron allí, son ciudadanos estadounidenses, de origen hispano y africano, respectivamente. De cualquier modo, hay espacio para el debate sano.

sábado, 9 de noviembre de 2024

¡Unas disculpas, una diatriba y un vaso de agua!

Por:

David Figueroa Díaz 


09/11/2024

«Cada cabeza es un mundo», es una frase muy conocida, que alude a la diversidad de opiniones y a la libertad de expresarlas de cada quien. Eso no es nada cuestionable, pues está consagrado en las cartas magnas de los países democráticos.

Esa multiplicidad de criterios ha dado pie a polémicas que se han mantenido per saecula saeculorum, precisamente porque la intención es imponer criterios particulares, lo cual tampoco tendría nada de malo, siempre que haya un argumento convincente.

A veces esos supuestos argumentos no van más allá de nociones elementales sobre ciertos y determinados temas, dado que la intención es hacer gala de una erudición que no se tiene, propio de personas a las que les gusta hablar de lo que no saben. Yo no hablo de lo que no manejo con facilidad, y cuando alguien me sugiere que me refiera a algo que no conozco muy bien, prefiero admitirlo, para luego indagar y dar una respuesta que satisfaga la inquietud del que la plantea.

En el ámbito del lenguaje y la comunicación existen muchas situaciones que generan controversias innecesarias, toda vez que con la aplicación de un poco de sentido común y un breve análisis, esas polémicas serían disueltas; pero si no leen, no preguntan y no analizan, seguirán siendo los porfiados de siempre, a los que no se les gana una, pues la debilidad de su «argumento», por lo general va aderezada con un tono altanero y autoritario, como para asegurarse el «triunfo».

En muchísimas ocasiones, cuando he dicho que he pedido disculpas, siempre saltan los sabidillos del idioma español y «se dan un gustazo» en corregirme, pues las disculpas no se piden, se dan; pero al sugerirles que por favor me lo expliquen, entonces, se vuelven un arroz con mango, pues solo les gusta encontrar errores en donde no los hay, y hablar de lo que no tienen la mínima noción.

Las disculpas, lo he dicho muchas veces, constituyen un camino de doble circulación, lo que implica que hay dos elementos: uno que las pide y otro que las da. Si alguien me pregunta si las disculpas se piden o se dan, no tengo ningún temor en responder que se piden y se dan, tomando en cuenta la doble vía que menciono en el primer renglón de este párrafo.

Si yo ofendo o le falto el respeto a alguien, lo lógico, lo cortés y lo valiente, es que le pida disculpas; el que deberá dármelas (si es su gusto), es el ofendido. Me parece absurdo que después de haberlo humillado, de haberlo maltratado, me presente con mi cara bien lavada y le diga, por ejemplo: «Te ofrezco una disculpa por el incidente de anoche».

Al decir discúlpame, estoy pidiendo que me quiten la culpa, a juzgar por el prefijo de negación dis, que en ese caso significa quitar. Entonces, ¿de dónde salió eso de que las disculpas solo se dan?

Es posible que algunos se guíen por una frase supuestamente del gran humanista y poeta venezolano Andrés Bello, según la cual, «las disculpas, al igual que los besos, no se piden, se dan». No hay un texto de Bello en el que aparezca la mencionada frase; pero si es de él, intuyo que la usó como un gesto de caballerosidad de alguien que, tras ser ofendido, acude a su ofensor para disculparlo antes de que este se lo pida. ¡Muy pocos son los casos!

En cuanto a la palabra diatriba, que aproximadamente el 95 por ciento de los hablantes en todos los estratos de la sociedad la usa de manera incorrecta, es menester decir que le están atribuyendo un significado que no tiene. Se la confunde con controversia, confrontación, disputa airada, lío, brollo, pelea, camorra, bronca y cualquier otro vocablo que aluda a desencuentro.

Diatriba es, según DLE (Diccionario de la Lengua Española): «Discurso o escrito acre y violento contra alguien o algo». Es sinónimo de invectiva, filípica, libelo, sátira, ataque, brulote.

De lo del vaso de agua he perdido la cuenta de las veces que lo he abordado en este medio y en otros espacios en los que me ha sido necesario hacerlo. Hay quienes se escandalizan cuando alguien pide un vaso de agua, porque lo correcto según ellos, «es un vaso con agua», pues estos no están construidos de agua.

Ese es el argumento más débil y más torpe que puede usarse para cuestionar la validez del vaso de agua, pues si no es usable, tampoco lo sería «una mesa de noche», «una copa de vino», «un ventilador de techo», «una noche de farra» o «un reloj de pared». Ignoran que la preposición de en el caso del vaso, no indica el material en el que está construido, sino la cantidad exacta de agua que cabe en él.

De modo que, es correcta, como también lo es un vaso con agua; solo que el vaso de agua es más adecuada, pues un vaso con agua puede ser desde una gota, hasta la superficie para llenar el vaso. Un vaso de agua es, dicho de otra manera, una medida de cantidad. ¡Así de sencillo!


sábado, 19 de octubre de 2024

El artículo y el nombre

Por

David Figueroa Díaz 


19/10/2024

El desconocimiento de las palabras por la índole de la entonación, la omisión de los signos de puntuación, el uso inadecuado de las mayúsculas y minúsculas, más el empleo de vocablos con significado diferente del que registran los diccionarios, entre otros, son los elementos que han dado pie a situaciones viciadas, muchas de las cuales parecieran indesarraigables.

Durante el tiempo en el que me dedico a escribir sobre estos temas, realizo varias entregas a cada uno de esos casos.

Es satisfactorio saber que a la luz de los aportes de este trabajo de divulgación periodística, ha habido personas que han aclarado sus dudas y han adquirido soltura en su expresión escrita y oral, lo cual es una evidencia de que el esfuerzo no ha sido en vano. Una cantidad considerable se autocalifican como «asiduos lectores», y de cuando en cuando me envían inquietudes que me facilitan el trabajo de selección de los temas. ¡Con mucho gusto les respondo!

Es justo reconocer que, paralelo a las impropiedades lingüísticas en los medios de comunicación social y en el habla cotidiana, hay un creciente interés por deshacerse de esas faltas que ajan y envilecen la escritura y la expresión oral, lo cual ha hecho que de manera muy frecuente, aparecerán en redes sociales muchos contenidos con la intención de aclarar dudas, bastante buenos; pero hay algunos que muestran criterios muy puristas, desactualizados y, en el peor de los casos, equivocados.

Eso ocurre porque existen personas a las que les encanta hablar de lo que no saben. Perdonen mi arrogancia; pero no tengo esa fea costumbre, pues cuando no estoy lo suficientemente claro con algún tema, admito mi desconocimiento y me dedico a escudriñar, para no ofrecer un contenido que, en lugar de aclarar, oscurezca.

Les hablaré hoy del artículo cuando forma parte del nombre, que es otra situación que se ha convertido en el dolor de cabeza de muchas personas cuya ocupación habitual es la redacción de textos.

La palabra artículo, de acuerdo con el DLE (Diccionario de la Lengua Española), «es una de las partes en que suelen dividirse los escritos». Es «cada una de las divisiones de un diccionario o una enciclopedia encabezada con distinta palabra».

En el ámbito periodístico, por lo menos en Venezuela, es un género de opinión, ya los que se dedican a ejercer, se les llama articulistas.

Es además mercancía, productos o algo con lo que se comercia. En lo gramatical es algo muy distinto, y es lo que les explicaré para que puedan deshacerse de las dudas, dado que son muchas.

Entonces, vale la pena abordar el tema. Yo fui articulista, columnista y luego licenciado en Comunicación Social. Se lo digo, no por dármelas de sabiondo, sino por la satisfacción que me produce el hecho de hablar de algo que manejo con relativa facilidad.

El artículo es una forma gramatical que antecede al sustantivo: el profesor, los alumnos, las razones, un día, etc. Existe el determinado o definido: el, la, los, las. Indefinido: un, uno, una, unas. Neutro: lo interesante, lo bonito, lo sombrío, etc.

Por ahora me ocuparé de el cuando forma parte del nombre, como en el caso El Paso (Texas); El Vigía, El Tocuyo, El Baúl (Venezuela); El Chaco, El Salvador, El Cairo (capital de Egipto), etc.

Si escribiéramos o pronunciáramos esas realidades geográficas que he citado como ejemplos, sin el artículo y sin decir a que nación pertenecen, habría dudas y equívocos, además de que serían chocantes a la vista y al oído.

Se debe tener presente que en ese caso u otros análogos, debe usarse la mayúscula inicial.

Hay casos en los que se usa el artículo referido; pero no forma parte del nombre, como: el Perú, República Democrática del Congo, el Pulusa, el Pibe, el Patrón.

El criterio es aplicable aun en el caso de la contracción gramatical del, como lo muestra el nombre de la nación africana citada como ejemplo.

Si el artículo formara parte de su nombre, habría de escribirse: República Democrática de El Congo. Cuando el artículo no forma parte del nombre, deberá escribirse con minúscula inicial.

Espero que esta sencilla explicación, haya sido de provecho para esas personas que han entendido la importancia de escribir bien y hablar de mejor manera, sobre todo periodistas, educadores y otros profesionales que en sus tareas habituales está presente la redacción de textos o la expresión oral. , en caso de locutores y animadores.


martes, 15 de octubre de 2024

ESCUELA DE BEISBOL MENOR GUSTAVO PATÓN MARTÍNEZ (DIVISA CENTRO)

 


39 años formando futuro para el Estado Cojedes y Venezuela y los que faltan. Siempre de la mano de su Presidente vitalicio Gustavo Patón Martínez, felicitaciones a su Junta Directiva, Técnicos, delegados y delegadas, padres, madres, abuelos, abuelas y toda la gran familia les encaminará no solo en la sagrada disciplina deportiva del beisbol; También trataremos de llevarnos por el sendero de la ciudadanía, ya estamos inmersos en nuestra cultura y educación ética y moral en cada uno de nuestros espacios. No es solo ver el deporte como un medio de vida, sino vivirlo en nuestros corazones y formar en cada uno de nosotros un legado para la divisa, la escuela, la familia y nuestro suelo patriótico.






sábado, 12 de octubre de 2024

Qué, cómo, cuándo, dónde y por qué.

Por

David Figueroa Díaz  


12/10/2024

Hace quince días mostré en este espacio un breve repaso de la acentuación de los monosílabos, en vista de que hay muchas personas que ignoran que existen unos que circunstancialmente deben llevar tilde y otros que no.

Lo lamentable de todo eso, y perdónenme la insistencia, es que la mayoría de los autores de esos casos son personas que por el rol que desempeñan ante la sociedad, están en la obligación moral de escribir bien y hablar de mejor manera, como comunicadores sociales. , educadores y otros profesionales cuya ocupación habitual les imponga la redacción de textos.

En el caso de los monosílabos, o dicho de otro modo, palabras de una sola sílaba, me llama la atención el hecho de que haya muchos redactores que le colocando la tilde a «sí» en todos los casos, dado que ignoran la existencia de las dos formas de esa partícula, que tiene funciones diferentes, de acuerdo con el sentido que deberá darle quien la escriba.

Llevará tilde cuando sea de afirmación: «El director le dio el sí a todas nuestras propuestas»; «Le costó mucho volver en sí (reflexivo)»; «Lo quiere para sí (pronombre personal)». No se tilda cuando es conjunción: «Si vas, me avisas»; «Pregunta si viene».

Quise hacer este repaso para, en primer lugar contribuir a disipar las dudas que hayan podido quedar; y en segundo, para introducir el tema de hoy, que también está relacionado con la colocación de la tilde. Algún diarista o alguien conocido con el argot periodístico podrá creer que voy a escribir sobre la estructura de una nota de prensa; pero no es así. ¡Ya verán!

Para facilitar el asunto, apelo a una especie de cartel que me envió por WhatsApp el profesor José Vásquez Manzano, quien es un educador ya retirado de esas lides, que maneja con gran facilidad el tema gramatical y lingüístico. Algunos enunciados y ejemplos los usaré textualmente; en tanto que otros los modificaré para adaptarlos a la realidad venezolana, es decir, al día a día de este país.

Como, sin tilde, puede ser un adverbio: «Hazlo como quieras». Una conjunción: «Marcos es tan fuerte como Julio». O una preposición: «Actuó como intermediario». Se le colocará tilde cuando es interrogativo o exclamativo: «¿Cómo hiciste para llegar?»; «¡Cómo me divertí el día de mi cumpleaños!»

De otro aporte de Vásquez Manzano extraigo más casos de colocación y no colocación de la tilde, que son igual de importantes que los anteriores, en cuyo torno hay muchas dudas y situaciones viciadas. De esas formas he hablado muchas veces; pero nunca estarán los demás volver de cuando en cuando.

Aun lleva tilde cuando equivale a todavía: «Aún (todavía) no ha llegado el supervisor». No la llevará cuando sea sinónimo de incluso, hasta, incluso con negación, en la secuencia aun cuando y otras formas parecidas: «Aun (incluso, hasta) los sordos habrán de oírme». Hay otros casos en los que la frase aun cuando, aun podrá llevar tilde; pero eso es harina de otro costal, que por ahora no voy a alzar.

Está el caso de haz, del verbo hacer: «Haz el artículo como te lo indiqué». Se escribe has cuando se refiere a la segunda persona del presente del modo indicativo del verbo haber: «Tú has recordado todo»; «Siempre me ha gustado». Es prudente recalcar que haz es también sustantivo: haz de luz, haz de leña.

Más llevará tilde cuando sea adverbio de cantidad o comparativo: «No quiero más problemas», «Carlos es el más alto del salón de clases». No la llevará cuando sea conjunción adversativa: «Llegó retardado, mas no dio explicaciones».

Como recomendación para adquirir facilidad en el manejo del uso adecuado de la tilde, es imprescindible que se pueda captar la diferencia entre acento y tilde. Parecieran una misma cosa; pero no lo hijo.

Acento se refiere a la entonación con la que se destaca una sílaba sobre las demás, es decir, la sílaba tónica; en tanto que tilde es un signo gráfico con el que se marca esa mayor entonación de voz.

Desde ese punto de vista, todas las palabras tienen acento; ahora, que a unas se les señalen ya otras no, es algo diferente, que podrá ser dilucido con un repaso a las palabras por la índole de la entonación.

Lo digo una vez más: los monosílabos, por lo general no llevan tilde; pero quedan exceptuados los que cumplen más de una función, para diferenciarlos de sus parientes: tú, tu; él, el; sí, sí; dé, de; té, te, etc.


sábado, 5 de octubre de 2024

Sobre las homófonas a ver, haber y otros casos

Por

David Figueroa Díaz 


05/10/2024

La semana pasada le pedí a mi amigo Rafael Ángel Parra que sugiriera un tema para publicarlo en este espacio, y a él le pareció prudente que me refiriera a las palabras que tienen el mismo sonido, pero no igual significado, es decir, las homófonas.

Mi petición obedeció a que estaba en el tope del tiempo del que dispongo para enviar el artículo para que sea publicado. Pensé hacerlo, con el entendido de que es un tema que lo he comentado varias veces, por diversas razones, entre esas, solicitudes de asiduos lectores que son aficionados del buen decir.

Eso es una muestra de que, a pesar de la aparición frecuente de impropiedades, tanto en los medios de comunicación, como en el habla cotidiana, hay gente que quiere librarse de ellas. Finalmente, escribí sobre los monosílabos, luego de lo cual, aunque es un tema mostrado muchas veces en este espacio de divulgación periodística, hubo personas que me expresaron su satisfacción y agradecimiento por el aporte. ¡El agradecimiento es recíproco!

De Rafael Ángel he dicho que es columnista de temas cristianos; maneja con gran facilidad el tema gramatical y lingüístico. A él le confío la revisión antes de enviar el material que posteriormente será publicado en la sección de El español en los medios de Periodistas en Español.

Para satisfacer su inquietud, busqué y encontré un contenido que habla del asunto, del que mostraré algunos casos que son fuente inagotable de dudas y equívocos. Lo extraje de Google y le hice algunas modificaciones, en función de que pueda ser asimilado por todo aquel tenga dudas al respecto.

Muchos redactores, incluidos periodistas y educadores confunden «a ver» con «haber». La primera es la preposición a más el infinitivo ver, y la otra es el verbo haber. Ambas tienen un parecido fonético engañoso; pero son dos formas diferentes. Haber es un verbo auxiliar (haber ido) o un sustantivo que se refiere a los bienes de una persona». En el caso de «a ver», se utiliza para llamar la atención del interlocutor antes de preguntarle, pedirle u ordenarle algo: «A ver, ¿cuál es la duda?».

Hay, ay y ahí

Sobre este caso y de los que irán a continuación, he perdido la cuenta de las veces que los he comentado, tanto en este trabajo de divulgación periodística, como en talleres y charlas que me ha tocado dirigir. Son errores casi indesarraigables, y lo peor es que quienes incurren en esas faltas, son personas a las por su oficio u ocupación, sería impensable encontrarles un error de esa naturaleza.

La solución será fácil si se toma en cuenta que hay es una forma del verbo haber: «En la biblioteca hay suficientes libros para realizar la investigación». Ay es una interjección para indicar miedo, dolor, asombro u otra reacción: «¡Ay, qué susto!»; «¡Ay, qué miedo!»; «¡Ay, sí, tú qué dijiste!». Ahí es un adverbio de lugar: «¡Siéntate ahí y espera que yo vuelva!».

Hecho y echo

La primera es el participio del verbo hacer y la segunda es una forma verbal de echar, que puede formar parte de las locuciones verbales «echar de menos» y «echar a perder», del mismo modo que la perífrasis echar, más la preposición a, más un infinitivo: «Me eché a reír» o «se echó a reír».

Halla, haya y aya

Estos últimos son quizás los que más causan confusiones e impropiedades; pero la solución es más sencilla de lo que pudiera imaginarse. Halla es la forma de la tercera persona del singular del presente de indicativo, o la segunda persona (tú) del singular del imperativo, del verbo hallar (se), que significa encontrar (se): «Halla (encuentra) la respuesta a este problema», «El Pico Bolívar se halla en Mérida». Haya puede ser un verbo (la primera o tercera persona del singular del presente de subjuntivo del verbo haber: «Espero que lo haya visto», y también es un árbol: «A los bosques de hayas se les llama hayedos o hayales».

Por su parte, aya es un sustantivo, originalmente femenino, que significa «persona (mujer u hombre) encargada en una casa del cuidado y educación de los niños o jóvenes».

Sino y si no

Cierro esta entrega con un caso en el que muchos redactores incurren en situaciones impropias, pues a lo mejor piensan que sino y si no son la misma cosa. Sino es sinónimo de fatalidad o destino: «Este es mi sino». También es conjunción adversativa: «No lo hizo él, sino ella». Si no, es la combinación de la conjunción condicional si y el adverbio de negación no: «Si no lo quiere, puede dejarlo en el plato»; «Que lo haga Ana y, si no, María».

Aquí cabe acotar que la partícula si no lleva tilde, pues solo se le colocará cuando sea una forma afirmativa: «Yo sí estuve en el lugar», a diferencia de «si me dejas que te explique, podrás entender el problema».


sábado, 28 de septiembre de 2024

¡Un sobrevuelo sobre algunos monosílabos!

Por

David Figueroa Díaz 


28/09/2024

En los días más recientes he recibido, además de comentarios elogiosos, inquietudes muy interesantes, pues muchos lectores se han sentido identificados y han aprovechado para disipar sus dudas en cuanto a algunas situaciones de lenguaje, comunes para el escrito y para el hablado.

Me han solicitado que me refiera a los números en la escritura, que amplíe el aporte sobre los signos de puntuación, sobre todo de la coma y de su pariente el punto y coma; de los nombres de las dinámicas de grupo y de otros aspectos relacionados con el tema.

Los peticionarios son personas que escriben con regularidad en redes sociales, entre esas, periodistas y educadores, que han entendido que nunca se termina de aprender. ¡Esa debe ser la actitud!

Esas frecuentes solicitudes que recibo por diversas vías, me facilitan la selección del tema por publicar cada sábado, muchos de los cuales ya han sido tratados; pero como quiera que la intención es aportar elementos para que los interesados ​​disipen sus dudas y puedan adquirir la soltura necesaria para escribir y hablar bien, con gusto vuelvo sobre lo ya comentado.

He repetido hasta el cansancio, que para lograr eso, no es necesario hacer profundos estudios gramaticales y lingüísticos, sino poner en práctica lo básico, que se adquiere en la educación primaria, en la secundaria y se refuerza en la universitaria, a lo que debe. sumarsele un poquito de sentido común.

Lo otro indispensable es darle importancia a lo que se escribe, sobre todo si se hace para el público, pues el éxito deseado dependerá en gran manera de la redacción, del uso adecuado de los signos de puntuación y de otros elementos sin los cuales lo expresado. Carecería de sentido, a menos que la intención sea humorística.

Hay a quienes les encanta escribir, lo cual no es cuestionable; pero lo intolerable es que esas personas se ufanan de tener una excelente manera de escribir; pero cuando lo hacen, incurren en impropiedades que no le serán tachadas ni a un niño de quinto grado de primaria.

Cuando hago ese cuestionamiento, comienzan las justificaciones, atribuidas al teléfono, a la falta de tiempo oa cualquier cosa que por lo general, nada tiene que ver con el asunto. El teléfono no tiene la culpa de que usted no sepa que antes de «b» o «p» debe ir una «m», o que ignora que la coma va pegada a la palabra que la precede. Son cosas elementales que desdicen de la erudición que en materia de gramática y ortografía intentan exhibir algunos. ¡Triste por ellos!

Bueno, luego de estos párrafos introductorios, les hablaré una vez más de los casos frecuentes de uso inadecuado de los monosílabos, que como su nombre lo sugiere, son palabras de una sola sílaba.

La regla general para la colocación de la tilde, establece que los monosílabos no deberán llevarla; pero exceptúa de ella a los que cumplen más de una función dentro de la oración, de donde surge la tilde diacrítica, en aras de evitar confusiones. Con la finalidad de abreviar el asunto, solo mostraré algunos enunciados y ejemplos.

• Existe él (pronombre personal) y el (artículo determinante masculino): «No tengo dudas de que él es responsable de todo este lío que se ha formado»; «Todavía no ha llegado el director».

• Tú (pronombre personal). Tu (determinante posesivo): «Solo importas tú»; «Nos vemos mañana en tu casa».

• Mí (pronombre personal) y mi (determinante posesivo): «A mí que me cuestionen»; «Mi casa está a dos cuadras del Coliseo».

• Té (bebida-infusión) y te (pronombre personal): «Es la hora del té»; «Muy claro te lo dije y no me hiciste caso».

• Dé (del verbo dar) y de (preposición): «No importa cuánto nos dé»; «De esa manera es imposible triunfar».

• Más (adverbio de cantidad o comparativo) y más (conjunción adversativa): «No quiero más quejas»; «Todos se rieron, mas yo (pero yo) me mantuve en silencio».

• Sé (de saber) y se (pronombre personal): «Yo solo sé que no sé nada»; «Se cansaron de tanto esperar».

• Sí (de afirmación) y si (conjunción condicional o interrogativa): «Me dijo que sí»; «Si lo hubiera sabido no vengo»; «No sabía si iba a venir a la fiesta».

• Para finalizar esta entrega, que podría tener una continuación la venidera semana, les recuerdo que la palabra «aun» no lleva tilde cuando equivale a incluso, hasta, también o (ni) siquiera.

Lleva tilde cuando se refiere a todavía: «Aun los mismos ángeles no saben la hora en que vendrá el Maestro»; «Es tarde, y aún (todavía) queda mucho por hacer».


sábado, 21 de septiembre de 2024

¡Quórum, curul y el suscrito prefecto, otra vez!

Por

David Figueroa Díaz 


21/09/2024

El artículo de la semana pasada, surgió de una inquietud de mi amigo Raimond Gutiérrez relacionada con la diferencia entre el día y la fecha, despertó un gran interés y generó comentarios elogiosos, los cuales agradezco grandemente, pues como he dicho en reiteradas ocasiones, son un estímulo para continuar aportando elementos en función de un mejor uso del lenguaje escrito y oral. Es un reconocimiento a mis esfuerzos y dedicación por casi treinta años en estos menesteres. ¡Gracias otra vez!

Varias personas expresaron su agradecimiento por haberlas orientado en ese tema, y ​​fueron honestas al señalar que no lo conocían. Hubo otras a las que les sirvió de repaso. También despertó dudas el hecho de que varias veces apareció la palabra setiembre (sin la p), y muchos creyeron que me había equivocado; otros pensaron que había sido ex profeso para cazar a lectores descuidados. Ninguna de las dos; dado que la escribí así porque es una palabra de doble ortografía, que la empleo desde que supe (en 2010) que puede usarse de las dos maneras, sin riesgo de equivocación.

Y si les digo que también puede escribirse otubre en lugar octubre, el grito de asombro se oiría allende los yeguas. Con el mes en que nací, por ahora no voy a meterme en honduras; pero es necesario que sepan que puede suprimirse la «c», sin temor a que algún sabidillo del idioma español pretenda dictarnos cátedra.

Les dije la semana pasada que hoy les mostraría otros casos que son inquietudes que se han convertido en el quebradero de cabeza de personas cuya ocupación habitual es la redacción de textos y que de una u otra forma están ligadas con la educación y los medios de comunicación. social, entre esos «quórum reglamentario», «un curul» o «una curul» y «el suscrito prefecto». Se han convertido en vicios casi indesarraigables, ante lo cual conviene decir algo, para que los interesados ​​puedan disipar sus dudas y llamar las cosas por su nombre. De esos temas he hablado muchas veces, y hoy vuelvo sobre ellos.

Es frecuente que en los cuerpos colegiados, como la Asamblea Nacional, consejos legislativos estadales, concejos municipales y en corporaciones, bien en el ámbito gubernamental, como el sector privado en Venezuela, la persona que funge de presidente o de director de debate, le pida. a la que oficia de secretario (a) que verifique el quórum reglamentario, lo cual es inadecuado, pues sugeriría la existencia de otro no reglamentario.

Quórum es la proporción de votos favorables para que haya acuerdo, que se dará por mayoría simple, mayoría calificada u otra modalidad que establezca el reglamento o estatuto que lo contempla. Debe sobrentenderse que está en un reglamento o en un estatuto, pues de lo contrario no tendría razón de ser. Con decir quórum, bastaría.

En el caso del vocablo curul, la solución es sencilla, dado que solo basta con saber que es una palabra que podrá ser usada, tanto en masculino, como en femenino, según la Fundéu, con el aval de la RAE. Quizás esa posibilidad del doble uso esté favorecida por el hecho de que es sinónimo de asiento y escaño, que son vocablos masculinos; pero también de silla, que es palabra femenina. Entonces, (supongo) para no encajonarlo en un solo género, podrá hablarse de un curul o una curul, sin incurrir en impropiedad. ¡Esto sería interesante que lo entendieran aquellas personas que se dedican a buscar errores en donde no los hay!

En las altas esferas de la sociedad venezolana, por lo que he leído y oído, se emplea mayormente la forma femenina (la curul), y por eso es frecuente que cuando alguien habla de un curul, muchos son los que se escandalizan, luego de lo cual se complacen en mostrar «sus grandes conocimientos gramaticales y lingüísticos», y con aires de suficiencia, corrigen: «es una curul, no un curul». Pues fíjense que eso no tiene validez, y quien insista, simplemente está fuera de foco y expuesto a quedar mal con su supuesta sabiduría.

En relación con la frase «el suscrito prefecto», como aparece en las antiguas partidas de nacimiento (así se les llama en Venezuela), alguien se percató de la impropiedad y fue sustituida por «quien suscribe», que es la forma correcta, además de elegante. Suscrito es el participio pasado del verbo suscribir, y no se hable más.


sábado, 14 de septiembre de 2024

¡Otra inquietud de Raimond!

Por:

David Figueroa Díaz 


14/09/2024

He dicho siempre, que para mí es altamente provechoso tomar en cuenta las dudas y propuestas de los lectores que son seguidores de este trabajo de divulgación periodística, así como como también la de los ocasionales, pues por un lado demuestran que mi esfuerzo no ha sido en vano; y por el otro, me facilitan la selección del tema por publicar.


Muchos han sido los artículos que han surgido por esa vía, con los cuales las dudas en cada caso han disminuido. Eso ha sido satisfactorio y estimulante, además de que me impone la obligación moral de continuar indagando para aportar elementos que pudieran abrir el camino hacia un mejor uso de la expresión escrita y oral.

A la luz de las observaciones vertidas en esta publicación sabatina, muchos han adquirido soltura en eso de escribir y hablar bien. Ese es el mejor reconocimiento que he podido recibir por los casi treinta años dedicado a escribir sobre las impropiedades más frecuentes en los medios de comunicación y en el habla cotidiana.

El profesor José Vásquez Manzano, el articulista Telmo Trabiezo (así está asentado en su documento de identidad) y el abogado Raimond Gutiérrez, además de ser mis amigos, son los lectores con los que más comparto impresiones sobre esta materia.

Me gusta intercambiar opiniones con ellos porque sé de la seriedad y la sapiencia con que lo hacen, y porque cada intercambio es una forma de aprender, y como yo estoy convencido de que nunca se termina de aprender, no desperdicio esas oportunidades.

Precisamente, el tema de hoy surgió de otra inquietud de Raimond, y con gusto trataré de darle una respuesta que disipe su duda y la de cualquier otra persona interesada en el asunto. Vásquez Manzano, Telmo y Raimond manejan con relativa facilidad el tema gramatical y lingüístico. Y cuando hablo de relativa facilidad, me baso en el hecho de que en estos menesteres el manejo nunca es absoluto.

En opinión de Raimond es una mala costumbre, una mala maña u otra actitud viciada, confundir los días con las fechas. ¿Cómo así? ¡Bueno, que los días son de lunes a domingo; mientras que las fechas son el conteo de la cantidad de días de cada mes.

Como abogado que es, según su testimonio, se ha topado en infinidad de oportunidades con textos de sentencias del máximo tribunal de Venezuela; con escritos cuyos autores son abogados de prestigio; con actas u otros contenidos publicados por universidades y corporaciones en las que hay profesionales a los que difícilmente podría tachárseles una impropiedad de esa naturaleza; pero incurren, y de ahí la prudencia de hacer un comentario al respeto, con el deseo que no siga propagándose el vicio.

Raimond no se atreve a asegurar que en otros países de habla hispana ocurra algo similar; pero de lo que no tiene dudas, es de que en Venezuela se ha arraigado de tal modo, que pareciera que su uso fuese adrede.

Confieso que no me había percatado de la existencia de esa impropiedad, pues de buenas a primeras no es fácil captarla.

Si alguien escribe «El día 14 de setiembre está de cumpleaños nuestro director general», hay algo inadecuado que a lo mejor nadie podrá notar, por las razones que les mencioné en el sexto párrafo de este escrito. El día de hoy no es 14; es sábado, de fecha 14, y eso es otra cosa. Es bueno recordarles que los días son de lunes a domingos, y las fechas, desde el primer día hasta el último de cada mes.

Si se quiere ser más específico y preciso, habría que escribir o decir: «El día de hoy sábado, de fecha 14 de setiembre…». O: «El día de hoy sábado, correspondiente a la fecha 14 de setiembre…».

Algunos dirán que es una expresión muy larga y que además es utilizada con criterio purista y muy rebuscada; pero no se trata de purismo ni de rebuscamiento, sino de llamar las cosas por su nombre. Lo cierto es que esa frase puede construirse de otras formas, sin caer en error; lo importante es no confundir el día con la fecha.

Aparte de la inquietud de Raimond Gutiérrez, tenía previsto abordar otros casos del mismo tenor; pero prefiero dejarlos para otra ocasión, que pudiera ser el día sábado 21 de setiembre de 2024. O lo que es lo mismo: «El día sábado, correspondiente a la fecha 21 de setiembre de 2024».



domingo, 8 de septiembre de 2024

¡Cuidado con la a!

Por

David Figueroa Díaz 

09/07/2024

El 12 de noviembre de este año cumpliré treinta de haberme dedicado a escribir sobre temas gramaticales y lingüísticos. Durante ese tiempo he abordado los vicios más comunes en los medios de comunicación y en la habla cotidiana, siempre con la intención de aportar elementos que puedan contribuir a la disipación de las dudas y la disminución de esas situaciones en las que, por desconocimiento o descuido. . , se incurre al escribir o al hablar.

Siempre he tenido el cuidado de acotar que no soy experto en la materia, sino un preocupado por escribir y hablar bien, que no está exento de incurrir en impropiedades.

También he sido reiterativo en afirmar que para expresarse bien de forma escrita u oral, solo basta con aplicar los conocimientos que se adquieren en las diferentes etapas de la educación formal. Y si alguien cree que tiene facilidades para expresarse por ambas modalidades, entonces debería ocuparse de aprovechar esa bondad.

En ocasiones he sido duro en las críticas, al punto de que algunas personas se han visto retratadas en mis artículos, aunque la intención no ha sido ofenderlas ni humillarlas, sino hacerles entender la importancia de escribir bien y hablar de mejor manera.

Por esa razón, siempre llamo la atención de periodistas, locutores, publicistas, abogados y demás profesionales que de una u otra forma están ligados con la escritura. ¡No deben tener errores de ortografía elemental; pero los hay, y bastante!

He dicho, sin temor a equivocarme, ya veces con dureza, que un periodista es un educador a distancia. Siempre que puedo, reitero que no podrá educar mientras su formación sea deficiente, como ocurre actualmente con aquellos que no conocen lo básico de ortografía básica; pero no admite su deficiencia. Lo peor es que les molestan que les hagan observaciones, además de que se ufanan de haber estudiado en las mejores universidades del país o fuera de él.

El primer artículo que escribí hace ya casi treinta años, estuvo relacionado con una serie de palabras y expresiones viciadas y de algunos usos inadecuados de la preposición «a».

Hoy, una vez más, les mostraré la definición de la preposición como parte de la oración; les señalaré el uso adecuado de la preposición mencionada y les hablaré de los errores que se comentan por omisión de la misma.

La preposición «es una parte invariable de la oración, o sea, que no sufre cambios o accidentes gramaticales y su finalidad es la de introducir un término, bien sea un grupo nominal o una oración, con los que conforman un conjunto ordenado de palabras» : a, ante, bajo, cabe, con, contra, de, desde, durante, en, entre, hacia, hasta, mediante, para, por, según, sin, so, sobre, versus y vías.

Las preposiciones «cabe» y «so» están en desuso, aunque eso no implica que no deban usar, siempre que se sepa hacerlo. Como la lista es larga, solo les mostraré algunos usos adecuados de la «a», para luego referirme a los errores por omisión de la misma, caso que se ha hecho frecuente en personas cuya ocupación habitual es la redacción de textos, lo cual es lamentable, por las razones que se exponen en el cuarto párrafo de este artículo.

La «a» indica dirección o el motivo del desplazamiento: «Voy a Madrid, a visitar a unos amigos»; «Esa carta va dirigida a tu mamá»; «Va al supermercado a comprar unas verduras». Puede oficiar de exhortación u orden: «¡A bañarse!»; «¡Todos a la cama!»; «¡A hacer la tarea!». Indica lugar o tiempo: «Lo contactaron a la entrada de su casa»; «Llamaré a la tarde»; «Trajeron la perra a la finca». Situación de algo o alguien: «Está sentado a la diestra del Dios Padre»; «A su derecha estaba el jefe»; «Había personas a ambos lados de la vía».

También indica el término de un intervalo de lugar o tiempo que media entre dos cosas: «Solo servían el almuerzo de doce a una»; «Acostumbraban hablar de acera a acera»; «Se les veía pasar de calle a calle». Modo: «Les gusta montar a caballo»; «Balones cosidos a mano»; «Todo lo arreglaba a golpes». Designación del precio de las cosas: «Encontré zapatos a veinte dólares».

Existen otros usos que por ahora no voy a mencionar, pues debo cerrar esta entrega con un breve comentario sobre la mala costumbre que se ha puesto de moda, de omitir la preposición «a» junto con los verbos abrir, acostarse, adelantar, hacer, haber, etc. «En la perífrasis verbal ir a + infinitivo, no debe omitirse la preposición a, aunque el verbo auxiliado comienza por a: voy a hacer, voy a abrir, va a haber».


Barbarismos y barbaridades

Por   David Figueroa Díaz   29/03/2025 He dicho en reiteradas ocasiones, que la gama de impropiedades en los medios de comunicación, redes s...