Por Marcos David Figueroa
Hace algunos días el paisano acarigüeño Juan Álvarez publicó en Facebook un comentario con el que cuestionó la frase “hoy día”, por considerarla redundante y por ende innecesaria. Álvarez advirtió que con usar “hoy”, bastaría, aunque no dio ningún argumento. Sin ánimos de polemizar ni de desmerecer lo valioso de su aporte sobre historia reciente de la ciudad en la que ambos nacimos, y de otros temas que suele compartir en esa red social, le aclaré y ahora le recalco que en la referida proposición hay un detalle que conviene conocer en función de usarla sin temor a equivocarse. Si se escribe “hoy”, podría hacerse referencia al ciclo de 24 horas, al momento en que estén sucediendo las cosas, a “en este momento”; en cambio, “hoy día” alude a la época actual, en todos los órdenes de la vida: la moda de hoy día, la música de hoy día, los jóvenes de hoy día, las palabras de hoy día, etc.
No hay pues, estimado Juan y queridos lectores, ninguna redundancia, menos aun muletilla. Y ya que he mencionado muletilla, la palabra “maisanta”, apelativo de Pedro Pérez Delgado, no es una muletilla, como lo escribió recientemente Alirio Acosta, cronista de Píritu, municipio Esteller del estado Portuguesa, sino una interjección, en la que entra la deformación fonética de madre (mae o mai). Esa interjección se transformó en Maisanta, y así se conoce al célebre miliciano portugueseño que luchó contra la férrea dictadura de Juan Vicente Gómez.
Hago hincapié en lo de Píritu de Portuguesa, porque también lo hay en Anzoátegui y en Falcón, solo que en esos estados la ciudad capital lleva el mismo nombre del municipio, además de que en el mencionado estado oriental existe Puerto Píritu, que es capital del municipio Peñalver. Yo me sé el nombre de los 335 municipios de Venezuela, con sus respectivas capitales, en orden alfabético por estado, por si acaso.
En muchas ocasiones he escrito sobre palabras y expresiones que, de buenas a primeras, parecen redundantes; pero no lo son. Asimismo, he hablado de algunas que parecieran sinónimas, y tampoco lo son. Hay quienes tildan de redundante la expresión “mañana en la mañana”, lo cual no es cierto, pues el primer “mañana” se refiere al día inmediatamente posterior al actual; en tanto que el segundo indica el lapso del día en que habrá de suceder algo. Por esa razón, si se dice que “mañana en la mañana será la audiencia”, no se incurre en redundancia. Por cierto, hay quienes, en vez de redundancia, dicen “rebundancia”. Lo cuestionable es que los infractores son educadores y unos que otros licenciados en Comunicación Social.
Algo parecido sucede con el basquetbol, disciplina cuya duración de juego se divide en cuatro tiempos. Hasta ahí la cosa no ofrece ninguna dificultad. El problema se presenta cuando comienzan a enumerarlos: primer cuarto, segundo cuarto, tercer cuarto y cuarto cuarto. Muchos narradores y comentaristas, al llegar a este último, titubean y dejan entrever que no tienen claro si incurren en redundancia al decir “cuarto cuarto”. De ninguna manera hay redundancia, dado que el primer cuarto es ordinal y el otro es partitivo (Matemáticas de quinto grado). Lo que sí existe es cacofonía, que puede evitarse sin mayores complicaciones, con el uso de sinónimos: parte, tiempo, período, tanda, segmento u otro vocablo de igual naturaleza.
Aunque sean parecidos y tengan igual raíz, no es lo mismo alimentario que alimenticio. Es el mismo caso de canceroso y cancerígeno. Alimentario es el modo por el que se consigue el producto que alimenta, que sería lo alimenticio. No es correcto por tanto, hablar de “bono alimenticio”, pues no es el bono el que alimenta, sino lo que se obtiene con él. Lo correcto es bono alimentario.
Canceroso es lo que tiene cáncer: células cancerosas, tumor canceroso, etc. Cancerígeno es lo que puede producir cáncer. Es inadecuado decir que “el gobierno ha decidido remplazar los techos de láminas de asbesto, porque ese material es canceroso”. En todo caso será cancerígeno.
Todos estos temas los he comentado anteriormente en esta columna; pero nunca está demás volver sobre ellos de cuando en cuando, con la intención de repasar y disipar las dudas, máxime cuando, como dicen por ahí: “Nunca se termina de aprender”.
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