¿La culpa es del teléfono?
El título de este artículo no es una alusión al libro que contiene una serie de anécdotas, parábolas, fábulas y reflexiones sobre liderazgo, compilado por Jaime Lopera Gutiérrez y Marta Inés Bernal Trujillo, sino una forma de referirme a las cada día más frecuentes impropiedades en la redacción, sobre todo en mensajes de texto y en publicaciones en las redes sociales.
Si bien es cierto que ha habido una notable mejora en el uso del lenguaje articulado, es innegable que aún subsisten casos en los que se evidencia claramente descuido, y en el peor de los casos, desconocimiento.
Antes de entrar en el tema, acuso recibo de una interesante inquietud del colega locutor de radio y televisión venezolano Ybrahim Saavedra, a quien le agradezco el comentario elogioso con el que acompaña la misiva. La respuesta se la daré luego de que indague y me persuada de que sea la que él necesita.
Abundan las publicaciones en las que de manera sencilla muchos conocedores de la materia muestran casos de mal uso de palabras y expresiones a las que acompañan con ejercicios prácticos, con la finalidad de contribuir con la disipación de las dudas; pero muchas de esas orientaciones, que por estar imbuidas en criterios meramente academicistas, a veces confunden, con lo cual queda desvirtuada la intención original, aunque por lo general son esclarecedoras.
Con el uso de los denominados teléfonos inteligentes y el acceso a Internet para escribir en Facebook, Twitter, Instagran y otros espacios virtuales, las impropiedades se han vuelto un gran problema sobre el que es prudente llamar la atención, aunque el esfuerzo sea nadar contra la corriente. Se ha impuesto la creencia según la cual los teléfonos modernos y los ordenadores (computadores personales) corrigen lo que en ellos se escriba, lo cual no es absolutamente cierto.
Los teléfonos inteligentes, que algunas personas llaman smartphone o algo así, al igual que los ordenadores, están provistos de un sistema que capta las palabras mal escritas o aquellas que el diccionario interno desconoce; pero no es una corrección, sino una advertencia con un subrayado en rojo para que estas sean revisadas. Claro está, si alguien escribe “canbur” en lugar de cambur, indudablemente que el gazapo será notorio, pues se debe saber que antes de “p” y “b” debe ir “m”.
Es muy común el caso de las palabras que son escritas de forma correcta, y sin embargo, luego de que ha sido enviado el mensaje, el remitente nota que apareció una o varias palabras que originalmente no fueron usadas. Sucede con las inflexiones de algunos verbos, como por ejemplo acaparar, amparar, atracar, bailar, brincar, buscar, caminar, comparar, cantar, dictar, desviar, detectar, emplazar, enlodar, enrollar y otras en tiempo pasado. A cada instante surgen ejemplos como: “El vocero vecinal invito a los habitantes para una asamblea” (tiempo presente).
Solo los que tienen una mínima noción de gramática podrán intuir que la intención fue decir: “El vocero vecinal invitó a los habitantes para una asamblea” (tiempo pasado). El sentido común debe dar una noción de que es invitó y no invito. La repetición, ex profeso, no es un juego de palabras con el que pretendo darle carácter humorístico a la explicación, sino una forma práctica para tratar de darme a entender.
Pero hay algo más, y es que muchos redactores profesionales y no profesionales, así como culpan al teléfono por sus faltas en la escritura, se escudan en la supuesta falta de tiempo, y por eso omiten comas, signos de interrogación, de admiración, tildes y otros elementos indispensables para entender lo que se lee. Se da el caso en que se usan los signos de interrogación como si fuesen adornos. Siembran dudas sobre si es una frase interrogativa o una afirmación, y solo por adivinación podrá ser asimilada.
Hay otros que a cada palabra le colocan inicial mayúscula, sin percatarse de que con eso la lectura se hace pesada, y por ende, aburrida. Sobre esto último, un colega comunicador del micrófono, a quien le hice la observación por el uso reiterado, me explicó que él emplea esa forma como un código para llamar la atención. Otra persona me informó de que los teléfonos actuales tienen esa modalidad.
Sería aceptable siempre que se tenga conciencia de que al hacerlo se incurre en error y se fomenta un mal que ha hecho metástasis en muchas áreas del saber, por lo que hay que evitarlo. Ahora bien, la culpa no es del teléfono, ni menos aun de la computadora.
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