Por
David Figueroa Díaz
26/02/2022
Desde hace poco más de un mes he vuelto a la radio, oficio del estaba un tanto alejado, pues soy además diarista, y me dedico más a la redacción de textos, que al noble oficio del micrófono. No me había apartado totalmente, pues de manera indirecta mis actividades guardan relación con la radio.
Soy locutor desde hace algo más de treinta años, y en gran parte del trayecto, mi desempeño en la radio siempre ha estado combinado, bien con el diarismo, o con actividades que de una u otra forma guardan relación con la comunicación social.
En ese medio he experimentado varias facetas, desde leer cuñas comerciales en transmisiones de eventos deportivos, hasta ser la segunda voz en noticieros, acompañando a experimentados locutores, que en cada actuación dictaban cátedra de cómo leer noticias en radio. De ellos aprendí muchas cosas que hoy día me son sumamente útiles.
En los actuales momentos produzco y conduzco un programa de radio, informativo y musical, por una emisora cuya programación es de corte venezolanista, y me ha tocado ser reportero, redactor y locutor. Para las notas internacionales, nacionales y estadales, abro los portales informativos y reestructuro las informaciones, en función de que sean digeribles en las personas que con interés oyen la radio, siempre con el acuerdo de mencionar la fuente. Las municipales surgen del día a día de mi desempeño como director de Prensa y protocolo de la Alcaldía de Guanarito estado Portuguesa, Venezuela.
Una de las cosas que me ha llamado la atención es el uso inadecuado y excesivo de las comillas, asunto al que le he dedicado muchos artículos desde 1994, cuando comencé a escribir sobre lenguaje escrito y oral. Hoy quiero someramente referirme una vez más al tema; pero más allá de remachar lo antes dicho, deseo llamar la atención de los redactores, en función de que se persuadan de que las comillas no son un adorno, sino un signo que debe usarse de manera racional para evitar el envilecimiento y el ajamiento de la escritura.
A muchos periodistas les encanta usar las comillas, y por tal razón, a casi a todo se las colocan, lo que hace que el lector no sepa distinguir entre quién es el redactor y quién es el informante, amén de que tantas comillas juntas pudieran producir fatiga. Se puede entender que la intención sea colocar palabras en boca del informante como un recurso evasivo y de otra índole; pero me parece exagerado y abusivo el uso que se hace de este signo en los portales que reproducen notas internacionales, nacionales y estadales. Da la impresión de que no hay quien las revise antes de que sean difundidas.
Es menester señalar que las comillas tienen dos usos fundamentales: para indicar que una cita es textual o para ironizar palabras o frases. Lo demás es meramente estilístico, que no sería cuestionable, siempre que se sepa a ciencia cierta cuál es la verdadera utilidad del mencionado signo. Es frecuente leer párrafos en los que aparecen más de tres entrecomillados en el mismo renglón, lo cual deja traslucir la ausencia de alguien que con conocimientos pueda depurar los textos.
En ese ir y venir de la recopilación de notas para nutrir el programa informativo y musical al que he hecho alusión, he encontrado una considerable cantidad de casos en los que pareciera que las comillas pasaron a ser un adorno, dado que se las usa de manera muy libérrima, como ha ocurrido con los signos de interrogación, de admiración y los puntos suspensivos.
Me llamó la atención una nota sobre el CICPC (Cuerpo de Investigaciones, Penales y Criminalísticas), que decía que ese cuerpo había publicado la lista de «los 10 más buscados del país», con referencia, a los hechos más recientes en Venezuela, en los que han sido abatidos delincuentes de alta peligrosidad, entre estos el «Koki», que mantuvo en jaque a los cuerpos de seguridad, y atemorizados a los habitantes de la Cota 905, sector popular del oeste de Caracas.
¿Qué problema habría si la frase que he resaltado en negritas no se hubiera colocado entre comillas? Ninguno, pues en ese contexto está perfectamente claro que alude a delincuentes de alta peligrosidad, a juzgar por el título de la información.
Los redactores, sobre todo los de sucesos, deben ser cuidadosos para para evitar usos innecesarios, pues no todo puede estar entre comillas. ¡Así de sencillo!
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