Por
David Figueroa Díaz
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05/02/2022
Hace varios años, no recuerdo cuántos, publiqué un comentario en Facebook en el que hice una fuerte crítica sobre los narradores y comentaristas deportivos, especialmente los de Venezuela que, con contadas y honrosas excepciones, son unos verdaderos campeones del disparate.
Francisco José «Pancho Pepe» Cróquer
Por supuesto que las respuestas no se hicieron esperar, y se formó una especie de polémica. Incluso, un supuesto gremio de narradores y comentaristas del estado Portuguesa quiso emprender una acción legal, o cuando menos lograr una declaración de persona non grata, pues se sintieron ofendidos, dado que era inaceptable que «alguien sin conocimientos sobre la materia haya tenido el atrevimiento de atentar contra los especialistas en la narración y el comentario deportivos».
Me quedé a la espera de poder esgrimir mis argumentos sobre los que basé mi criterio, cuando me citaran, supongo que ante un tribunal civil o un comité de disciplina; pero se impuso la sensatez de muchas personas que entendieron cuál fue mi intención, y mediaron para que «la sangre no llegara al río».
He dicho y lo sostengo, que a la par de los disparateros existe un grupo de verdaderos maestros en el arte de narrar y comentar el deporte, a los que provoca oír, además de que siempre dejan una enseñanza; pero hay otros que producen grima, y fue a ellos a los que aludí en mi supuesta afrenta al gremio. Poco tiempo después ellos también entendieron que nunca se termina de aprender.
El origen de las impropiedades en el lenguaje deportivo está en el hecho de que muchos de los que hacen vida en el ámbito de la descripción y comentario no tienen la debida formación. No son locutores, no son periodistas ni menos aun tienen conocimientos sobre la disciplina de la que ellos son supuestamente grandes conocedores. Hay otros que, no obstante de poseer el certificado de locutor, de ser licenciados en Comunicación Social y conocer algo de deporte, no aciertan, pues carecen del talento necesario. El talento es innato; pero su carencia se puede compensar en la medida en que haya esfuerzos por mejorar.
Los narradores y comentaristas enmarcados en esos dos grupos se distinguen por un pésimo lenguaje, plagado de impropiedades y hasta de idioteces, pues se empecinan en tratar de imponer su criterio sobre la base de situaciones que solo existen en su imaginación. Les encanta colocar apodos a los deportistas, so pretexto de ser creativos, y dictar cátedra de reglamentos deportivos. Aparte de lo anterior, son imitadores, y como tal, nunca dejarán de ser segundones.
En Venezuela, muchos narradores de ciclismo y de fútbol suelen imitar a los colombianos; a los de beisbol les gusta engolar para que su voz se parezca a la Delio Amado León o a la de Carlos Tovar Bracho; los de coleo se desviven por parecerse a Nicolás «Pelón» Espinoza. No hay originalidad, y al no ser originales, su actuación siempre va a estar marcada por el poco gusto. Y ni hablar de los de hipismo, pues se creen una versión mejorada del maestro Virgilio Cristian Decán, conocido como Aly Khan.
Como este medio informativo tiene cabida en más de cien países, es menester acotar que coleo (o toros coleados) es una actividad típica de Venezuela y también se practica en otros países de América, que se ejecuta a caballo, y consiste en agarrar por la cola a un toro y derribarlo en plena carrera. En Venezuela lo llaman «deporte nacional», denominación con la que no estoy de acuerdo, pues no se debería llamar deporte a una actividad en la que se maltrata a un animal.
Pero como todo no es ni debe ser necesariamente malo, es justo y necesario reconocer que hay una importante cantidad de narradores y comentaristas que en cada actuación demuestran su calidad y profesionalismo, además de que siempre muestran algo nuevo, como Héctor González Burgos, Franklin Guitten y Jonathan Sánchez. Ellos se distinguen y se perfilan como excelentes manejadores del oficio.
Aunado a lo anterior, debe haber respeto por sí mismos y por la audiencia. Un ejemplo fue Francisco José «Pancho Pepe» Cróquer, a quien los aficionados al beisbol admiraron por su particular manera de narrar. No lo conocí; pero conservo unos audios en los que el famoso venezolano, en clara e inteligible voz dice: «Les habla Francisco José Cróquer», y para nada apela a los hipocorísticos con los que se dio a conocer en su país y en el ámbito internacional
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