Médico de Cabecera y Santo Sanador

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sábado, 9 de marzo de 2024

¡Ni el cuarto árbitro añade tiempo, ni en el fútbol se descuenta!

Por:

David Figueroa Díaz   


03/09/2024

El tema de hoy lo he comentado muchas veces en este importante medio de comunicación y en otros espacios en los que he tenido el honor de intercambiar impresiones con personas que manejan con relativa facilidad el aspecto gramatical y lingüístico, y que además están relacionados con el ámbito deportivo, como narradores, comentaristas y árbitros, especialmente fútbol, ​​disciplina que no se practica de manera regular y organizada; pero me preocupaba conocer e interpretar la esencia de las reglas, con el cuidado de no pretender mostrarme como un experto, porque no lo soy.

En cada ocasión mantuvo el mismo criterio, pues aunque mis conocimientos en balompié no van más allá de nociones elementales, son suficientes como para intervenir en una tertulia que a la postre pudiera ser provechosa para los participantes. Siempre he criticado la actuación de muchos narradores y comentaristas que, aun cuando son experimentados, incurren en impropiedades que los dejan muy mal parados y desdibujan la imagen que de ellos pudiera tenerse.

En su vocabulario son palabras frecuentes y expresiones que son contrarias a lo que establece el reglamento, en este caso de fútbol. No sé si en otros países de Hispanoamérica existe algo similar; pero en Venezuela, muchos de los que se dedican a narrar y/o comentar el fútbol, ​​no tienen claro cuál es la función del cuarto árbitro, y menos aún cuál es la forma adecuada para referirse al tiempo que se juega después del reglamentario, con base en el hecho de que ningún encuentro culmina en los noventa que establecieron las reglas, por razones propias del juego y por otras externas.

Hace pocos días estuve viendo por televisión un partido entre el legendario Portuguesa FC y uno de nombre Angostura, del estado Bolívar, Venezuela, a propósito de la quinta jornada del torneo de este país, en la fase de apertura. Me llamó la atención el hecho de que el narrador, a quien estiman como uno de los mejores por estos lados, dijo: «Vamos a esperar a ver cuánto tiempo añade el cuarto árbitro».

Eso pudo haber sido por descubierto; pero a juzgar por la alta frecuencia con la que muchos de sus colegas incurren en ese despropósito, me inclino por el desconocimiento, aun cuando goce de gran prestigio. En un partido de fútbol, ​​la máxima autoridad es el árbitro; los demás son asistentes. Lo del cuarto árbitro es relativamente nuevo, toda vez que hasta hace poco tiempo los que accionaban eran tres: el principal y los dos jueces de línea. Por eso se le llamaba terna arbitral; pero al surgir el cuarto árbitro, comenzó a llamarse cuarteta arbitral.

Inexplicablemente, muchos narradores y comentaristas siguen hablando de la terna arbitral, pues a lo mejor ignoran que una terna es un grupo de tres. Lo cierto es que quien añade tiempo para compensar el que se ha desperdiciado por diversas causas en un partido de fútbol, ​​es el árbitro principal. El cuarto árbitro lo que hace es mostrarlo mediante un cartel electrónico.

Para los que aún no tienen claras las funciones del cuarto árbitro, helas aquí: «supervisar el procedimiento de sustitución; comprobar el equipamiento de los jugadores y suplentes; permitir la vuelta al terreno de juego de un jugador después de la señal o autorización del árbitro; supervisar los balones de reserva; indicar la cantidad mínima de tiempo adicional de la que el árbitro tiene la intención de agregar al final de cada período (lo que incluye el tiempo complementario); comunicar al árbitro si alguna persona situada en el área técnica se comporta de forma incorrecta».

Como habrán podido notar, por ningún lado aparece la atribución del cuarto árbitro para añadir tiempo, esa que muchos narradores y comentaristas por desconocimiento le han asignado.

En cuanto al tiempo que se juega después del reglamentario, no tengo dudas ni temor en afirmar que es añadido, no de descuento, como algunos descuidados acostumbran señalar. Descuento sería si, en lugar de los noventa minutos que establece el reglamento, se jugara ochenta, por ejemplo. Eso nunca va a ocurrir, a menos que los equipos se pongan de acuerdo para jugar menos tiempo; pero en partidos de campeonatos oficiales debe seguirse lo que dicen las reglas. Lo demás es añadido, adicional, de reposición; pero jamás de descuento, toda vez que en el fútbol no se descuenta se añade.

Obsérvese que en una de las descripciones de las funciones del cuarto árbitro se habla de añadir, no de descontar. ¡Entonces! ¿Cuál es el enredo?

sábado, 2 de marzo de 2024

¡Por si las dudas!

Sobre la acentuación de los monosílabos
 

La semana pasada estuve en casa de unos amigos a los que visitaba con regularidad, y sin que esa fuese mi intención, oí que la profesora Carmen Castillo le hacía una aclaratoria y le daba recomendaciones por vía telefónica a uno de sus alumnos, supongo que lo era.  

Me llamó la atención ese hecho y me agradó la forma en que Carmen le explicaba algunas normas de uso sobre un tema que en muchas oportunidades él comentó en este importante medio de comunicación; además de que lo he explicado en ocasiones en las que me ha correspondido dictar talleres y dirigir otras dinámicas sobre las impropiedades más frecuentes en los medios de comunicación social y en el habla cotidiana.

Carmen es una docente de Castellano y Literatura, con muchos años en esa noble profesión, que maneja con gran facilidad la gramática y ortografía. Cuando coincidimos en su casa materna, ese el tema principal de nuestra conversación, lo cual nos sirve para intercambiar impresiones y mantenernos al día con ese asunto, que tanto a ella como a mí, nos apasionan.

Hago énfasis en que mi amiga lo maneja con mucha sapiencia, pues conozco docentes que no. Aunque su trayectoria como educadores sea larga, tienen graves errores de ortografía elemental, lo cual implica que eso de los tantos años de experiencia que algunos esgrimen para mostrar su orgullo como educadores, no es garantía de que escriban bien y hablen de la mejor manera. Hay unos que ni siquiera saben escribir su nombre y/o apellido.

El tema al que he audido en los párrafos anteriores, y que Carmen se lo explicaba por teléfono a uno de sus educandos, es la acentuación de los monosílabos, de lo que como dije antes, he hablado muchas veces. Es prudente repasarlo de cuando en cuando, con la finalidad y el deseo de disipar las dudas.

Los monosílabos (palabras formadas por una sola sílaba) no llevan tilde por regla general. Sin embargo, quedan excluidos algunos que cumplen doble función dentro de la oración. A ellos se les coloca la llamada tilde diacrítica, para diferenciarlos. Se debe tener presente que fue , fui , vio, dio, ya , nunca llevan tilde.    

Esos casos de tilde diacrítica, que tanto dolor de cabeza les producen a aquellas personas que redactan de manera regular, pues así se lo impone su oficio, son el MI (adjetivo posesivo): «Invité a mi familia» y el MÍ (pronombre personal). ): «El llamado es para mí». Hay otro MI que no lleva tilde, la nota musical: «El mi suena desafinado».

SI debe ser tildado cuando oficie de adverbio de afirmación: «Sí, estoy de acuerdo». También cuando sea pronombre personal: «Tras la caída, volvió en sí rápidamente». No se le colocará cuando cumpla funciones de subordinante condicional: «Si tuviera tiempo la visitaría».

EL llevará tilde cuando sea pronombre personal: «La culpa la tuvo él». No la llevará cuando sea artículo determinativo: «Es el nuevo compañero de trabajo». TU la llevará en caso de pronombre personal: «Tú sabes cuán difícil está la situación». No cuando el caso sea de adjetivo posesivo: «Tu hermano me dio la información».

TE, cuando se desea mencionar a la bebida de infusión: «Hubo una fuerte discusión justamente a la hora del té». Se debe omitir cuando sea pronombre personal: «Te amo María». SE llevará tilde cuando sea del verbo saber o cuando el verbo ser sea imperativo: «Yo solo sé que no sé nada»; «Sé respetuoso por favor». Se omitirá cuando cumpla funciones de pronombre personal: «Se hallaba sola al momento de la tragedia».

DE del verbo: «Que Dios le dé el descanso eterno». DE, preposición: «Hoy iremos a la casa de Fernando».

A la palabra MAS se le colocará tilde cuando sea adverbio de cantidad o comparativo: «Ahora todo es más caro»; «Juan es el más sobresaliente del salón de clases». No en el caso en el que sustituya a pero: «Esperé la carta, mas no llegó». AUN va tildada cuando equivalga a todavía: «El profesor aún está en su cubículo». No en casos en que signifique incluso: «Aun los tontos lo saben».

Antes de 2010, la conjunción disyuntiva «O» se escribía con tilde cuando se encontraba entre dos cifras, para evitar una posible confusión con el cero. «Actualmente este criterio ha sido modificado porque, desde el punto de vista gráfico, los espacios en blanco y la diferencia de forma y altura permiten la distinción (3 o 4, a diferencia de 304). En consecuencia, la referida conjunción se debe escribir siempre sin tilde, aun cuando aparezcan entre cifras o signos».

domingo, 18 de febrero de 2024

¡Esta es mi opinión!

Sobre la enseñanza de los signos de puntuación en escuelas y universidades de Venezuela

Por                                 

David Figueroa Díaz    

17/02/2024                     

Hace pocos días, el lunes 12 de febrero, para ser preciso, recibí por vía de WhatsApp, un mensaje de mi amigo y colega periodista Rubén Darío Gutiérrez, en el que me hizo llegar unas inquietudes de una amiga suya de nacionalidad rusa, de nombre Svieta Nikíforova, que trabaja en una universidad de Moscú, y que en los actuales momentos está desarrollando un trabajo de investigación.

La inquietud se derivaba de una encuesta entre hispanoamericanos, sobre la enseñanza de los signos de puntuación en escuelas y universidades, específicamente los puntos, la coma y cómo fue la enseñanza en esa área, en la época en que los encuestados fueron estudiantes, con hincapié en saber si hubo insistencia en que se aprendiera y si aplazaban alumnos por incurrir en errores de puntuación, aunque fuese uno. ¡Un poco enrevesada la cosa!

Luego de agradecerle la deferencia que tuvo para conmigo el nombrado compañero en el quehacer de la palabra, elaboré un breve texto contentivo de mi opinión, con base en mi experiencia de varios años en esto de escribir, sobre todo de las impropiedades más frecuentes en los medios de comunicación y en el habla cotidiana, que hoy voy a ampliar, con el deseo de que otras personas con las mismas inquietudes de la amiga de mi amigo, puedan tener una idea clara del origen del problema, sin la pretensión de dictar cátedra, pues solo soy un aficionado del buen decir.

Rubén Darío, aparte de periodista, es analista de temas internacionales, habla con gran fluidez el idioma ruso (traductor), se preocupa por escribir y hablar bien el español; pero lo que más estimo de él, es que es fiel cultivador de la amistad popular.

Sin más ni más le hice saber a Svieta, a través de Rubén Darío, que la enseñanza que se imparte en las escuelas, liceos y universidades de Venezuela, es muy deficiente en cuanto al tema que a ella le preocupa, y eso se debe a que quienes la imparten han recibido una enseñanza igualmente deficiente.

Se enseña de una manera muy superficial, lo cual hace que el alumno solo memorice una que otra regla con la que podrá aprobar un examen; pero le queda muy poco de lo que recibió. Eso ha hecho que hoy haya excelentes ingenieros, sobresalientes abogados, brillantes médicos; pero con graves defectos de ortografía elemental. Pero como no todo debe ser necesariamente malo, hay contadas y honrosas excepciones que se distinguen muy fácilmente.

Le recalqué que debería haber una modificación en el sistema educativo, que permita que el alumno demuestre lo que aprendió, lo cual le proporcionaría herramientas sólidas que le permitirían una escritura y una expresión oral medianamente aceptables.

Le dije que el uso de los signos de puntuación, de los que sobresale la coma, es el dolor de cabeza de muchos profesionales, porque quizás no han valorado la importancia de su rol ante la sociedad. No se han preocupado por escribir bien y hablar de mejor manera.

La ausencia de la coma y su uso cuando no es necesaria, aunada al desconocimiento de las palabras por la índole de la entonación, son los defectos más frecuentes en los medios de comunicación social y en el habla cotidiana, se lo hice saber.

En cuanto a que si en mi época de estudiante la enseñanza fue muy superficial, no dudé en decirle que sí, como hasta ahora lo es, al punto de que hoy día en algunas universidades ya no imparten lenguaje, que es lamentable, pues es fundamental en todas las carreras.

Le comenté que nunca aplazaban alumnos por errores de ortografía, pues si los docentes no la manejaban con facilidad, era muy difícil que los notaran. En este punto hice hincapié en que no todos los docentes tenían dificultades con la ortografía; pero una gran mayoría sí.

También le expresé que la gramática y la ortografía siempre han sido vistas con temor, por lo que deberían implementarse mecanismos que permitan romper esa barrera, para erradicar esos vicios que se han arraigado y que no son difíciles de vencer.

Hubo algo que no le dije, y que siempre recalco en mis publicaciones sobre asuntos gramaticales y lingüísticos, a manera de recordatorio y exhortación. Lo diré una vez más: para escribir bien y hablar de mejor manera, no es necesario tener estudios avanzados sobre el tema lingüístico ni menos aun ser individuo de número de la Real Academia Española.

Solo basta con poner en práctica los fundamentos que se adquirieron en todas las etapas de la educación formal. ¡Así de sencillo! 

Tata...


sábado, 10 de febrero de 2024

Con hache y sin ella

Por                                 


David Figueroa Díaz   

10/02/2024                    

Hay casos y cosas que, aun cuando son muy sencillas, siempre conllevan una dificultad, y esa dificultad conduce a despropósitos.  En el caso de la escritura de textos, sobre todo en los medios de comunicación social y redes, es muy común que aparezcan situaciones viciadas, que fácilmente podrían ser erradicadas, siempre que sus autores se persuadan de la importancia del rol que les toca desempañar ante. . la sociedad.

Cada vez que me expreso en esos términos, debo necesariamente aludir a educadores y periodistas, que tienen la obligación moral y aun legal, de hacer un buen uso de la expresión escrita y oral. También se repite hasta la saciedad que, para alcanzar ese nivel, no es necesario hacer profundos estudios de lingüística y gramática, sino poner en práctica las enseñanzas básicas en esa materia que se imparte en todas las etapas de la educación formal.

Lo lamentable de eso es que quienes por lo general más incurren en impropiedades de lenguaje, son personas que siempre hacen alarde de su supuesta «impecable» ortografía.  ¡Y ni se le ocurre al común de los mortales hacerles una observación, porque se ofenden y hasta se atreven a «dictar cátedra» sobre cómo escribir bien!

Es justo reconocer que hay un marcado interés por deshacerse de esas situaciones que ajan y envilecen la escritura, lo cual demuestra que el trabajo de aquellas personas que se dedican a aportar elementos para escribir bien y hablar de mejor manera, no ha sido en vano.  Pero no es menos cierto que hay vicios que se han arraigado, y no ha habido forma de extinguirlos.  No es fácil;  pero es prudente que de cuando en cuando se hable del asunto, con el deseo de que los interesados ​​puedan acostumbrarse a llamar las cosas por su nombre.

En los días más recientes he leído textos en los que aparecen ejemplos que se pueden emplear para explicar el uso de ay ha, los cuales me han dado pie para volver a tocar ese tema, del que he perdido la cuenta de las veces que lo he expuesto.  De hecho, cuando en 1994 comencé a escribir sobre estos asuntos, en mi primera entrega hablé, de manera muy volandera, de casos en los que ay se ha tornan impertinentes.

Es frecuente leer que, por ejemplo: «La aplicación del nuevo método a dado mejores resultados», «Aún no a logrado convencer con su trabajo», «El supervisor nos a visitado varias veces en este año», etc. ha: «La aplicación del nuevo método ha dado mejores resultados», «Aún no ha logrado convencer con su trabajo», «El supervisor nos ha visitado varias veces en este año».

También aparecen frases como: «Voy ha descansar», «Al parecer este año las lluvias van ha entrar más temprano que de costumbre», «Con esa simple reparación, la planta generadora auxiliar no va ha funcionar», etc. descansar», «Al parecer este año las lluvias van a entrar más temprano que de costumbre», «Con esa simple reparación, la planta generadora auxiliar no va a funcionar».

Ahora, ¿cuándo debe ir ay cuándo ha?  ¡Muy fácil!

Sin complicaciones gramaticales, les digo que debe usar «a» cuando está antes de un verbo en infinitivo: descansar, entrar, funcionar, como lo son los que he usado en los ejemplos mostrados.  Entiéndase por un verbo en infinitivo aquel que no está conjugado en ninguna persona gramatical: bailar, reír, gozar, cantar, estudiar, investigar, comer, toser, averiguar, encontrar, etc.

Se escribe «ha» cuando esa partícula aparece antes de palabras terminadas en ado o en ido: «Aún no ha enviado el mensaje», «El día ha estado nublado», «La empresa ha contratado un nuevo asesor jurídico»;  «El trabajo no ha sido fácil;  pero lograremos la meta», «El pueblo ha sido testigo de nuestros esfuerzos», «Esa ha sido la constante», etc.

En mi opinión, esa es la forma más sencilla de saber cuándo usar una forma y cuándo la otra.  Además, si alguien escribe, por ejemplo, «A pasado mucho tiempo» o «Voy ha estar aquí hasta que me atiendan», por muy anticuada que sea la computadora u obsoleto el teléfono, ambos subrayarán en rojo el evidente error, o en el mejor de los casos, lo eliminará automáticamente.  De modo pues que, es conveniente que se sepa que ese subrayado en rojo no es un efecto especial, sino una advertencia porque algo no anda bien. 


sábado, 3 de febrero de 2024

¡Entre tilde y coma! (y 2)

Por:

David Figueroa Díaz


27/01/2024

Tal como lo había anunciado, culminaré esta serie de dos artículos en los que, a manera de repaso, he vuelto sobre el uso de la tilde, que complementaré con algunos ejemplos de la coma.

Es un asunto sumamente sencillo; pero a muchas personas, entre ellas profesionales de la comunicación social y de la docencia, se les dificulta distinguir las palabras por la índole de la entonación (agudas, graves, esdrújulas y sobresdrújulas). Esa deficiencia les lleva a no usar la tilde cuando es necesario y, peor aun, a colocarla cuando no debe usarse.

Eso es lamentable, toda vez que un periodista o educador debe manejar con relativa facilidad el lenguaje que emplea. No debe tener errores ortográficos, y para⁹ eso no es necesario tener avanzados estudios de gramática y lingüística, pues como he dicho en reiteradas ocasiones, bastará con memorizar los conocimientos que en esa materia fueron recibidos en todos los niveles de la educación formal, para lo cual es indispensable el sentido común, que en esos menesteres es el mejor aliado.

A diario tropiezo con escritos cuyos autores son periodistas o docentes, que solo por adivinación o por lingüística forense podrán ser entendidos. Lo cumbre es que ellos se ufanan de no tener errores ortográficos. Es posible que crean que un error de esa naturaleza es solo escribir baca por vaca, kasa por casa, vicicleta por bicicleta o behículo por vehículo.

Alguien podría decir que exagero con esos ejemplos, lo cual no es cierto, toda vez que son muy frecuentes en redes sociales y en grupos de WhatsApp, de la autoría de personas que habitualmente se hacen llamar políticos, que opinan, critican; pero no se han dado cuenta de que el subrayado en rojo, tanto del procesador de palabras de las computadoras o de los teléfonos que hoy día llaman inteligentes, no es un efecto especial ni un adorno, sino una advertencia por dos razones fundamentales: hay vocablos incorrectos o no están en el diccionario invisible de esos equipos.

Si usted escribe «canbur» en vez de cambur, que es lo correcto, la computadora se lo subrayará o, en el mejor de los casos, se lo corregirá inmediatamente. En los teléfonos ocurre igual, y hay algunos que muestran varias opciones, en las que por supuesto está la correcta, como para que no les eche la culpa a esos equipos, que son de altísima utilidad en este mundo moderno.

Entonces, como esta serie también contempla a la coma, les mostraré algunos usos, con la finalidad y el deseo de que puedan manejarla con facilidad, que es una obligación moral de los que tienen la escritura como herramienta básica de trabajo. Espero que esta exposición les permita usarla de manera adecuada.

La coma tiene muchos usos, y es por eso que en diversas publicaciones se habla de los cinco, los siete, los diez, los doce y aun más aplicaciones de este importante signo de puntuación. Haré una síntesis sobre algunos usos, copiados textualmente de una publicación de Google, de los que modifique varios para facilitar la comprensión.

Se usa para separar elementos: «Es un joven muy educado, estudioso y de buena familia»; «Necesitamos agua, comida y refrescos».

Para hacer una aclaración: «María, la recepcionista del hotel, es una gran trabajadora»; «Juliana, cansada de correr todo el día, prefirió quedarse en casa»; «Tres de tus amigos, afectados por la COVID-19, no pudieron asistir a la fiesta».

Para aislar sustantivos que funcionan como vocativos. Es la que se conoce como coma vocativa o coma del vocativo: «Marcela, llámame»; «Buenos días, compañeros de grupo»; «Hola, Carmen», etc.

Se emplea en oraciones con adverbios correlativos: «Organizaremos la reunión, ya sea en tu casa, ya sea en la mía»; «A partir de cierta edad, o bien tienes los síntomas, o algo peor».

Antes de palabras como excepto, salvo y menos: «Todo me gustó, excepto la música»; «El profesor siempre llegaba temprano, salvo que tuviera una urgencia»; «Podría perdonar cualquier cosqa, menos la infidelidad».

Deberá usarse después de palabras de transición: «es decir»; «Ahora bien»; «Por otra parte»; «Sin embargo»; «No obstante»; «Por el contrario»; generalmente»; «Por último»; «Además», etc.

Les recalco que estos no son todos los usos de la coma; solo que seleccioné los que, a mi juicio, son los que más se ignoran e inducen a confusiones. Lo curioso es que son los más sencillos.

Si un periodista o un educador ignoran estos usos de la coma, lo mejor sería que le dieran un repaso y se preocuparan por aprenderse otros, pues su rol ante la sociedad los obliga.

sábado, 6 de enero de 2024

Dos redundancias

Por:                               

David Figueroa Díaz 


06/01/2024                   

Durante 2023, lo dije en el más reciente artículo, que por cierto fue el último del año, varias fueron las veces que falté a la acostumbrada cita de los sábados. Los motivos van desde fallas en la energía eléctrica, que por supuesto afectan a la Internet, hasta problemas de salud de quien esto escribe; pero aun así pude satisfacer mis inquietudes y las de un considerable número de lectores que han adoptado este aporte periodístico como una guía de consulta para disipar sus dudas, lo cual, también lo he expresado muchas veces, me honra y me impulsa a seguir navegando en el ancho mar de nuestro idioma, abundoso en ricas expresiones y sinónimos.

Muchos saben que el sistema eléctrico de Venezuela está en pésimas condiciones, y lo peor es que no se vislumbra una solución a corto, mediano y largo plazo. Todo a lo que nunca más se le hizo mantenimiento preventivo, se está deteriorando de manera acelerada, y las consecuencias directas son las constantes interrupciones (por fallas o por racionamiento) y las fluctuaciones de voltaje, que son las que dañan electrodomésticos, especialmente computadoras, como en mi caso.

Entonces, por muy previsivo que quisiera ser para escribir y enviar a tiempo mi artículo semanal, de manera muy frecuente hay algo que lo impide. No es de la situación de mi país de lo que quiero hablarles; pero estimé prudente hacerlo, aprovechado la cobertura de este medio de comunicación, para destacar que la realidad no es la que muestran algunos portales informativos, que pretenden hacer creer que acá vivimos de maravilla. ¡No es así!

La redundancia, de buenas a primeras, es un vicio que debería evitarse; pero cuando se la usa con consciencia, podría ser provechosa. Lo lamentable es que esa es la forma en la que menos se utiliza. Una muestra es la muy conocida frase «los primeros pininos», usada muy frecuentemente en autobiografías y en crónicas de artistas, deportistas, diplomáticos, políticos y otras figuras.

Lo que también es lamentable es que, quienes la usan sin saber que incurren en algo inadecuado, son personas a las que sería impensable tacharles un yerro de esa naturaleza, pues por lo general manejan con relativa facilidad el lenguaje que emplean.

En algunos países, como en España, se habla de pinitos y no pininos. Esto lo digo porque la primera vez que en este medio escribí la palabra pininos, al lado de esta, entre paréntesis, fue colocada pinitos. Entendí que la acotación fue con la intención de evitar confusiones en lectores de otros países en los que la palabra usada en Venezuela y otras naciones de habla hispana sea desconocida.

Pininos (pinitos) son los primeros pasos que da un niño o alguien que, luego de haber perdido la movilidad, intente caminar, que de seguro lo hará con dificultad, lo cual lo asemeja a una criatura aprendiendo a caminar. Al decir los primeros pininos, se incurre en redundancia. Por extensión se aplica a alguna actividad en la que se comienza: «Fulano de Tal dio sus pininos en radio en los años setenta».

Eso de los primeros pininos se lee y se oye casi a diario en los portales digitales y redes sociales, con tan asombrosa frecuencia, que pareciera que quienes la usan, sintieran una especial satisfacción al hacerlo. No han podido darse cuenta de que incurren en algo inadecuado, y que además, esa misma intención pueden expresarla con otros vocablos, sin riesgos de redundar. ¡Pininos son los primeros pasos, no hay más!

Hay otra redundancia que no es muy conocida; pero que vale la pena mencionar, en aras de que el mal no haga metástasis en otras áreas. La leí por primera vez hace muchos años, en la novela «La Muerte de Honorio», del admirado escritor venezolano Miguel Otero Silva (+). No recuerdo si la usó en boca de uno de los personajes o en la del narrador. Lo cierto es que en uno de los pasajes de esa producción literaria se habla de «un mendrugo de pan», de lo cual muchos dirían que no tiene nada de malo; pero si se revisa un diccionario, se encontrará que un mendrugo es un pedazo de pan, y sin dudas, un mendrugo de pan es una redundancia.

Ahora, la prudencia o imprudencia del uso que hizo el connotado escritor, de la mencionada frase, podría ser tema para un debate sano que podría disipar las dudas que pudiera haber.


sábado, 16 de diciembre de 2023

¡Parecen errores; pero no lo hijo!

Por                                 

David Figueroa Díaz  


16/12/2023                    

En el ámbito gramatical y lingüístico hay figuras muy respetadas, pues cada explicación, cada exposición, constituye una cátedra. Da gusto oírlos hablar y leer sus escritos sobre algo que manejan con gran facilidad. Con esa misma facilidad se dan a entender. En cambio, hay otras que no tienen la noción mínima de lo que hablan, y para colmo, «se deleitan» tratando de encontrar errores en donde no los hay.

Hacen cuestionamientos sobre palabras y expresiones supuestamente viciadas; pero cuando se les pide que den una explicación, dejan traslucir su desconocimiento del asunto, dado que su intención es aparentar erudición, es mostrarse como muy cultivados; pero no son más que simples necios con caprichos de intelectuales.

Me ha tocado lidiar con ese tipo de personas, que como no tienen argumentos, en cada tertulia siempre sacan la peor parte, además de que sus herramientas por lo general son la insolencia, el insulto y la descalificación de sus interlocutores. Les gusta hablar de lo que no saben, y eso tiene sus riesgos.

Siempre he dicho que no pretendo dictar cátedra de gramática ni de lingüística, pues solo soy un aficionado del buen decir; pero no me sonrojo al decir que tengo la suficiente madurez para debatir con argumentos sólidos sobre las impropiedades más frecuentes en los medios de comunicación y en el común de los hablantes.

¡Esa es la diferencia entre aquellos que se dedican a hablar sin fundamentos, y alguien que ha dedicado gran parte de su vida a aprender y a enseñar a través de los medios de comunicación y por otras vías!

Las personas a las que he audido, les parece incorrecto que se diga, por ejemplo, que «el primero de enero de 2024 será lunes». Insisten en que para el primer día del mes debe escribirse 1, no primero; pero cuando se les pregunta el porqué, no dan una respuesta convincente.

A ese respecto es prudente anunciar y anunciar que ambas opciones son válidas: primero de enero o 1 de enero. En España se prefiere la forma cardinal (1); en tanto que en América, la ordinal (primero).

Algo sucede parecido en el caso de expresiones con las que se desea señalar algo que sucederá en el día por venir, es decir mañana, a una hora determinada o indeterminada, antes del mediodía. Se escandalizan cuando alguien, por ejemplo, dice que «la asamblea de socios será mañana a las diez de la mañana». Señalan que hay una redundancia; pero cuando se les pide que indiquen dónde está, tampoco saben explicarlo.

No hay redundancia; Hay una casi inevitable repetición de sonidos, que no es igual que redundar. El primer mañana, indica el día después de hoy, y el segundo, el lapso del día en el que después de hoy se llevará a cabo la actividad, en este caso la asamblea.

Si se dice que la asamblea será mañana a las diez, solo por adivinación podrá saberse si es en la mañana o por la noche. De modo pues que, no existir deberá temor a decir «mañana a las diez de la mañana», pues aunque a algunos les parezca redundante, es la forma adecuada de señalar el momento preciso en que habrá de suceder algo.

Otra de esas expresiones que de buenas a primeras a algunos les parecen impropias, es «la Tierra del Sol Amada», nombre con que se conoce a Maracaibo, segunda ciudad de Venezuela y capital del estado Zulia. No es difícil colegir el origen de ese apelativo, pues el calor que caracteriza, no solo a esa ciudad, sino a toda la región zuliana, lo define claramente. De eso no hay dudas; lo que produce inquietud, es que sea sol amada y no sol amado.

Eso tiene una explicación desde el punto de vista lingüístico, en lo que por ahora no voy a ahondar. Baste con saber que es sol amada, pues el autor de la frase, con una exquisita poesía, mediante una elegante figura retórica, quiso decir tierra amada por el sol, en alusión al abundante calor; solo que por métrica y cadencia, fue necesaria la alteración del orden sintáctico.

Con esta breve y sencilla exposición, es suficiente para que alguien pueda argumentar la validez de las expresiones que algunos sabidillos del idioma español se empeñan en tachar como impropias; pero no tienen el conocimiento necesario para convencer con su «erudición».

No deberás haberte preocupado, pues los equivocados son otros. ¡Así de simple!


¡Ni el cuarto árbitro añade tiempo, ni en el fútbol se descuenta!

Por: David Figueroa Díaz    03/09/2024 El tema de hoy lo he comentado muchas veces en este importante medio de comunicación y en otros espac...