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sábado, 6 de enero de 2024

Dos redundancias

Por:                               

David Figueroa Díaz 


06/01/2024                   

Durante 2023, lo dije en el más reciente artículo, que por cierto fue el último del año, varias fueron las veces que falté a la acostumbrada cita de los sábados. Los motivos van desde fallas en la energía eléctrica, que por supuesto afectan a la Internet, hasta problemas de salud de quien esto escribe; pero aun así pude satisfacer mis inquietudes y las de un considerable número de lectores que han adoptado este aporte periodístico como una guía de consulta para disipar sus dudas, lo cual, también lo he expresado muchas veces, me honra y me impulsa a seguir navegando en el ancho mar de nuestro idioma, abundoso en ricas expresiones y sinónimos.

Muchos saben que el sistema eléctrico de Venezuela está en pésimas condiciones, y lo peor es que no se vislumbra una solución a corto, mediano y largo plazo. Todo a lo que nunca más se le hizo mantenimiento preventivo, se está deteriorando de manera acelerada, y las consecuencias directas son las constantes interrupciones (por fallas o por racionamiento) y las fluctuaciones de voltaje, que son las que dañan electrodomésticos, especialmente computadoras, como en mi caso.

Entonces, por muy previsivo que quisiera ser para escribir y enviar a tiempo mi artículo semanal, de manera muy frecuente hay algo que lo impide. No es de la situación de mi país de lo que quiero hablarles; pero estimé prudente hacerlo, aprovechado la cobertura de este medio de comunicación, para destacar que la realidad no es la que muestran algunos portales informativos, que pretenden hacer creer que acá vivimos de maravilla. ¡No es así!

La redundancia, de buenas a primeras, es un vicio que debería evitarse; pero cuando se la usa con consciencia, podría ser provechosa. Lo lamentable es que esa es la forma en la que menos se utiliza. Una muestra es la muy conocida frase «los primeros pininos», usada muy frecuentemente en autobiografías y en crónicas de artistas, deportistas, diplomáticos, políticos y otras figuras.

Lo que también es lamentable es que, quienes la usan sin saber que incurren en algo inadecuado, son personas a las que sería impensable tacharles un yerro de esa naturaleza, pues por lo general manejan con relativa facilidad el lenguaje que emplean.

En algunos países, como en España, se habla de pinitos y no pininos. Esto lo digo porque la primera vez que en este medio escribí la palabra pininos, al lado de esta, entre paréntesis, fue colocada pinitos. Entendí que la acotación fue con la intención de evitar confusiones en lectores de otros países en los que la palabra usada en Venezuela y otras naciones de habla hispana sea desconocida.

Pininos (pinitos) son los primeros pasos que da un niño o alguien que, luego de haber perdido la movilidad, intente caminar, que de seguro lo hará con dificultad, lo cual lo asemeja a una criatura aprendiendo a caminar. Al decir los primeros pininos, se incurre en redundancia. Por extensión se aplica a alguna actividad en la que se comienza: «Fulano de Tal dio sus pininos en radio en los años setenta».

Eso de los primeros pininos se lee y se oye casi a diario en los portales digitales y redes sociales, con tan asombrosa frecuencia, que pareciera que quienes la usan, sintieran una especial satisfacción al hacerlo. No han podido darse cuenta de que incurren en algo inadecuado, y que además, esa misma intención pueden expresarla con otros vocablos, sin riesgos de redundar. ¡Pininos son los primeros pasos, no hay más!

Hay otra redundancia que no es muy conocida; pero que vale la pena mencionar, en aras de que el mal no haga metástasis en otras áreas. La leí por primera vez hace muchos años, en la novela «La Muerte de Honorio», del admirado escritor venezolano Miguel Otero Silva (+). No recuerdo si la usó en boca de uno de los personajes o en la del narrador. Lo cierto es que en uno de los pasajes de esa producción literaria se habla de «un mendrugo de pan», de lo cual muchos dirían que no tiene nada de malo; pero si se revisa un diccionario, se encontrará que un mendrugo es un pedazo de pan, y sin dudas, un mendrugo de pan es una redundancia.

Ahora, la prudencia o imprudencia del uso que hizo el connotado escritor, de la mencionada frase, podría ser tema para un debate sano que podría disipar las dudas que pudiera haber.


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