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sábado, 16 de diciembre de 2023

¡Parecen errores; pero no lo hijo!

Por                                 

David Figueroa Díaz  


16/12/2023                    

En el ámbito gramatical y lingüístico hay figuras muy respetadas, pues cada explicación, cada exposición, constituye una cátedra. Da gusto oírlos hablar y leer sus escritos sobre algo que manejan con gran facilidad. Con esa misma facilidad se dan a entender. En cambio, hay otras que no tienen la noción mínima de lo que hablan, y para colmo, «se deleitan» tratando de encontrar errores en donde no los hay.

Hacen cuestionamientos sobre palabras y expresiones supuestamente viciadas; pero cuando se les pide que den una explicación, dejan traslucir su desconocimiento del asunto, dado que su intención es aparentar erudición, es mostrarse como muy cultivados; pero no son más que simples necios con caprichos de intelectuales.

Me ha tocado lidiar con ese tipo de personas, que como no tienen argumentos, en cada tertulia siempre sacan la peor parte, además de que sus herramientas por lo general son la insolencia, el insulto y la descalificación de sus interlocutores. Les gusta hablar de lo que no saben, y eso tiene sus riesgos.

Siempre he dicho que no pretendo dictar cátedra de gramática ni de lingüística, pues solo soy un aficionado del buen decir; pero no me sonrojo al decir que tengo la suficiente madurez para debatir con argumentos sólidos sobre las impropiedades más frecuentes en los medios de comunicación y en el común de los hablantes.

¡Esa es la diferencia entre aquellos que se dedican a hablar sin fundamentos, y alguien que ha dedicado gran parte de su vida a aprender y a enseñar a través de los medios de comunicación y por otras vías!

Las personas a las que he audido, les parece incorrecto que se diga, por ejemplo, que «el primero de enero de 2024 será lunes». Insisten en que para el primer día del mes debe escribirse 1, no primero; pero cuando se les pregunta el porqué, no dan una respuesta convincente.

A ese respecto es prudente anunciar y anunciar que ambas opciones son válidas: primero de enero o 1 de enero. En España se prefiere la forma cardinal (1); en tanto que en América, la ordinal (primero).

Algo sucede parecido en el caso de expresiones con las que se desea señalar algo que sucederá en el día por venir, es decir mañana, a una hora determinada o indeterminada, antes del mediodía. Se escandalizan cuando alguien, por ejemplo, dice que «la asamblea de socios será mañana a las diez de la mañana». Señalan que hay una redundancia; pero cuando se les pide que indiquen dónde está, tampoco saben explicarlo.

No hay redundancia; Hay una casi inevitable repetición de sonidos, que no es igual que redundar. El primer mañana, indica el día después de hoy, y el segundo, el lapso del día en el que después de hoy se llevará a cabo la actividad, en este caso la asamblea.

Si se dice que la asamblea será mañana a las diez, solo por adivinación podrá saberse si es en la mañana o por la noche. De modo pues que, no existir deberá temor a decir «mañana a las diez de la mañana», pues aunque a algunos les parezca redundante, es la forma adecuada de señalar el momento preciso en que habrá de suceder algo.

Otra de esas expresiones que de buenas a primeras a algunos les parecen impropias, es «la Tierra del Sol Amada», nombre con que se conoce a Maracaibo, segunda ciudad de Venezuela y capital del estado Zulia. No es difícil colegir el origen de ese apelativo, pues el calor que caracteriza, no solo a esa ciudad, sino a toda la región zuliana, lo define claramente. De eso no hay dudas; lo que produce inquietud, es que sea sol amada y no sol amado.

Eso tiene una explicación desde el punto de vista lingüístico, en lo que por ahora no voy a ahondar. Baste con saber que es sol amada, pues el autor de la frase, con una exquisita poesía, mediante una elegante figura retórica, quiso decir tierra amada por el sol, en alusión al abundante calor; solo que por métrica y cadencia, fue necesaria la alteración del orden sintáctico.

Con esta breve y sencilla exposición, es suficiente para que alguien pueda argumentar la validez de las expresiones que algunos sabidillos del idioma español se empeñan en tachar como impropias; pero no tienen el conocimiento necesario para convencer con su «erudición».

No deberás haberte preocupado, pues los equivocados son otros. ¡Así de simple!


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