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sábado, 28 de diciembre de 2024

¡Cuando vinistes, estabanos ocupados!

Por

David Figueroa Díaz  


28/12/2024

Si alguien que se haya dedicado por mucho tiempo a la escritura de temas gramaticales y lingüísticos escribiera las palabras vinistes y estabanos, que contiene el título de este artículo, correría el riesgo de que algún lector descuidado o de esos que andan buscando errores en donde no los hay, este (el lector) podría pegar «el grito al cielo», como decimos en Venezuela, o también se sentiría regocijado por el hecho de creer haberle encontrado un gazapo a alguien que por los años que lleva escribiendo del asunto en cuestión, sería impensable tacharle una falta de esa naturaleza; pero si lee todo el contenido, podrá persuadirse de la intención en el uso de las mismas.

En muchas ocasiones, siempre con diferentes enfoques, trató el tema de «vinistes», «comistes», «dijistes», «volvistes»; «estabanos», «ibanos» y «venianos»; pero en este artículo, último de 2024, volvió a escribir sobre el tema porque se ha convertido en un vicio casi indesarraigable, muy común en diferentes estratos de la sociedad.

Lo cuestionable es que muchos profesionales, incluidos periodistas, locutores, publicistas y educadores, incurren de manera asombrosa en ese desliz, lo cual denuncia el descuido y aun irresponsabilidad, pues por el rol que desempeñan, deben ser ejemplos del buen decir, toda vez que de lo contrario, habrán «arado en el mar», por muy cultivados que quieran aparentar.

Antes de entrar en materia, agradezco a Dios la bondad de darme conocimientos y sabiduría para mantener este trabajo de divulgación periodística, que muchos lectores lo han asumido como una guía de consulta para disipar sus dudas y resolver asuntos del lenguaje escrito y oral. El agradecimiento es extenso al equipo editor de este importante medio de comunicación, por haberme dado la honrosa oportunidad de formar parte del grupo de autores (colaboradores decimos en mi país).

Ha habido ocasiones en las que he estado ausente por razones ajenas a mi voluntad, y ellos han sabido entender. Les reitero mi gratitud y mi compromiso de seguir aportando elementos para un mejor uso del idioma español. ¡Gracias por el apoyo!

Lo de «vinistes», «comistes», «dijistes», «volvistes»; «estabanos», «ibanos» y «venianos», es un rasgo de vulgarismo muy extendiendo, y es un mal que ha hecho metástasis en muchos estratos de la sociedad de algunas naciones, como en Venezuela, que con la llegada de las denominadas radios comunitarias, el idioma español es maltratado de manera inmisericorde.

Se ha vuelto cotidiano el uso de una «s» final en las formas del pretérito indefinido (o perfecto simple) de segunda persona del singular. Lo lamentable es que el daño ha llegado a la lengua escrita, y en especial, a la prensa, reflejado en los portales digitales, en los que, so pretexto de modernidad, inmediatez y cualquier otra excusa, no le dan importancia al buen uso del lenguaje, contadas excepciones que se distinguen muy fácilmente.

Sin entrar en honduras gramaticales que podrían complicar el asunto, es prudente advertir que no se escribe ni se pronuncia «vinistes», «comistes», «dijistes», «volvistes», sino viniste, comiste, dijiste, volviste. El mismo criterio se aplica a supiste, viste, hiciste, partiste, hablaste, cantaste, seguiste, bailaste y todas las formas verbales con la terminación iste y aste. Así de sencillo.

En cuanto a estabannos, ibannos y venianos, extraigo un fragmento de un artículo de mi autoría, publicado en este medio, el 16 de mayo de 2020: «Se dice que las causas que han dado origen a esa impropiedad, están en la analogía con las formas de imperativo en que el pronombre «nos» aparece (llévenos, díganos, háganos), y por el hecho de que, tanto el imperfecto, como el imperativo, son de acentuación esdrújula». Esa es una de las razones; las otras por ahora no voy a mencionarlas.

De modo pues que, sea cual sea el origen de ese uso inadecuado, es un feo vicio que debe evitar todo aquel que se precie de periodista, locutor, publicista, educador o que ejerza un oficio en el que prevalezca la expresión escrita y oral.

Las formas correctas son: estábamos, íbamos, veníamos, cantábamos, comíamos, bailábamos, estudiábamos, orábamos, etc.

lunes, 23 de diciembre de 2024

¡No te la comas, por favor!

Por David Figueroa 


     En los treinta años que llevo dedicado a este tipo de publicación, que por cierto se cumplieron el pasado 12 de noviembre, he escrito sobre muchas situaciones viciadas que con frecuencia aparecen en los medios de comunicación social y que se han alojado en el común del hablante. . He procurado ser lo más explícito posible, con la finalidad de aclarar dudas y hacer que las personas a las que les apasiona el aspecto gramatical y lingüístico, puedan adquirir soltura en eso de escribir.

     He sido reiterativo al afirmar que para redactar bien no es necesario realizar estudios avanzados en gramática, pues solo con aplicar los conocimientos que se adquieren en las distintas etapas de la educación formal, se puede lograr; Además, es indispensable que se le dé importancia a lo que se escribe, sobre todo si se hace para el público, pues el que escribe con intención de que conozcan su opinión sobre cierto y determinado asunto, su éxito estaría en riesgo si la expresión escrita. está plagada de impropiedades.

      Durante el tiempo que me dedicó a estos menesteres, abordó muchísimos casos, tomados de los medios de comunicación o de peticiones y consultas que regularmente recibía por diferentes vías. Muchos son los que, por mis recomendaciones, especialmente periodistas y educadores, han mejorado considerablemente su forma de escribir y de expresarse por vía oral, y eso lo sé, no porque ellos me lo digan, sino porque los observamos y estoy pendiente de su desempeño. , lo cual a ellos les agrada, ya mí también.

     La gama de impropiedades es amplísima; pero es justo y necesario señalar que a la par de la persistencia en el error, ha ido surgiendo un marcado interés por deshacerse de esos vicios que ajan y envilecen la escritura. He dicho en muchas ocasiones, y eso me y ha concitado muchas opiniones contrarias y con intenciones no muy buenas, que lo lamentable es ver que quienes más incurren en situaciones inadecuadas, son personas a las que sería impensable tacharles una falta de ortografía.

      Los he criticado un tanto fuerte, en aras de recordarles el rol que desempeñan ante la sociedad, para que recuerden que deben ser ejemplos del buen decir; pero no es así. Hay, desde luego, contadas y honrosas excepciones que se distinguen muy fácilmente. Algunos han llegado a pensar que lo mío es algo personal contra ellos, lo cual no es cierto. La finalidad de mis artículos es contribuir para que se disipen sus dudas, y los interesados ​​puedan convertirse en multiplicadores de estos contenidos que podrán serles útiles en su día a día. Algunos lo han entendido de esa manera, y me agrada, pues es una demostración de que mi trabajo no ha sido en vano; pero hay otros que, por terquedad, arrogancia u otra actitud similar, no toleran que “un simple escribidor de artículos” pueda darles una orientación.

     El tema de hoy, aunque con una extensa introducción, es breve; pero no menos importante. En muchas ocasiones lo he tratado, y hoy quiero hacer un breve repaso. Se sabe que la coma es un signo indispensable, pues cuando sea bien utilizado, podrá hallársele sentido a lo que se escribe ya lo que se lee. Su uso requiere cuidado, pues no es un adorno en la escritura; es algo sin lo cual, solo por adivinación podrá ser entendido lo que otros escriban.

     Muchos autores han tratado de simplificar el asunto; pero lejos de aclarar, lo que han hecho es oscurecer. En eso último también es justo y necesario señalar que hay contenidos muy buenos, como el de Sandro Cohen, que en su libro «Redacción sin dolor», hace un compendio con lo que él demostró los diez usos de la coma, que recomiendo ampliamente.

     Pero como este es un vuelo rasante sobre la coma, les mostraré unos casos que tomé de una publicación en una importante red social, que podrán ser muy útiles, sobre todo para aquellas personas en cuya ocupación habitual les es frecuente redactar. Algunos de los ejemplos los modifican para que haya mayor familiaridad con el asunto.

Coma enumerativa: «Compré arroz, espagueti, salsa y queso».

Coma explicativa: «Pedro, el hermano mayor, llegó tarde».

Coma vocativa: «María, ven aquí», «Ven aquí, María».

Coma apositiva: «Carlos Ricardo, su hijo mayor, llegó a la fiesta elegantemente vestido».

Coma hiperbática: «A pesar de sus quebrantos de salud, pudo asistir a la boda de su hija».

Coma conjuntiva: «Hoy me siento mejor, sin embargo, ayer me pasó el día en cama».

     Si se practica con estos tipos de coma, con ejemplos tomados del día a día, con sentido de responsabilidad, podrá haber avances muy significativos en el uso de ese importante signo que, como se dice y yo lo creo, es el más difícil de usar. .


sábado, 7 de diciembre de 2024

Palabras en español

Por

David Figueroa Díaz 


12/07/2024

Los que me conocen y han leído mis artículos, podrán dar fe de que no soy muy dado a utilizar palabras extranjeras, pues prefiero las de mi lengua materna; También podrán afirmar que he sido reiterativo en sostener que mientras existan en el español los vocablos con los que pueda expresar una pasión o una acción, no veo necesario apelar a términos y expresiones provenientes de otros idiomas.

Hay quienes los utilizan con la intención de hacer ver que conocen palabras de otras lenguas, especialmente del inglés, o simplemente porque creen que de esa manera podrán ser considerados como muy cultos.

Una gran cantidad de idiomas, especialmente el español, son producto de un mestizaje, es decir, de un cúmulo de vocablos de otras lenguas que han entrado como préstamos lingüísticos, y que a la larga se vuelven propios.

Esos préstamos han llegado del inglés, francés, árabe, griego, italiano, latín y otros con los ha habido gran familiaridad. Se dice que la influencia más significativa ha sido la del latín, estimada en 75 por ciento de palabras con ese origen; en tanto que ocho por ciento pertenece al árabe, y estudiosos en la materia, como el filólogo Rafael Lapesa, cuantificó cuatro mil arabismos en el español.

Es inevitable, por razones de necesidad expresiva, que se adopten palabras de otros idiomas, lo cual no es cuestionable; pero lo absurdo y aun ridículo es que por mero prurito exhibicionista, se usan palabras extrajeras en sustitución de las legítimas, como ocurre en la actualidad, sobre todo en el ámbito publicitario y en las redes sociales, en donde todo o casi todo es en inglés. , aun habiendo palabras españolas que satisfacen las necesidades de comunicación. Yo uso palabras extranjeras solo cuando no hay un equivalente español.

Reitero que los extranjerismos a veces son necesarios, sobre todo cuando surgen tecnologías y servicios que llegan de otros países en los que se habla un idioma diferente del español, pues a la larga se lexicalizan; pero hay otros que no, como los términos del lenguaje deportivo, especialmente el beisbol, que casi ninguno tiene traducción al español, aunque su nombre, para los que hablan español, pasó de ser béisbol a béisbol (o beisbol). Igual ocurre con el balompié, que del fútbol inglés, ha cambiado a la forma españolizada del fútbol. Se debe tomar en cuenta el nombre en español de ambas disciplinas deportivas, que tienen dos entonaciones válidas: béisbol/beisbol; fútbol/fútbol.

En cuanto al denominado «deporte rey», la entonación llana (fútbol) es de uso mayoritario en España y en muchos países de América de habla hispana; en tanto que en México y en Centroamérica prefieren la entonación aguda (futbol), que no lleva tilde porque, además de que no termina en vocal, su letra final es una consonante diferente de la «n» y de la «s» (ortografía). básico de quinto grado de educación primaria).

Algo parecido ocurre con béisbol y beisbol, pues muchos sabidillos del idioma español aseguran que debe ser béisbol y no beisbol; pero no dan una explicación que le dé validez a su argumento. La arrogancia y la prepotencia con la que pretenden dictar cátedra lingüística no les ha permitido darse cuenta de que tanto para el fútbol o el béisbol, ambas formas son válidas, y podrán ser utilizadas en razón de gusto. Yo prefiero la forma llana (o grave, como también se le llama) para el fútbol y la aguda para el béisbol.

Ocurre algo curioso con el volibol, que aunque también puede escribirse voleibol, algunas personas, sin saber de lo que hablan, aseguran que la forma apropiada es voleibol; pero desconocen que también puede escribirse balonvolea o vóley, que es un acortamiento de la forma inglesa volleyball. La más difundida es voleibol, pues es la que tienen los procesadores de palabras de los ordenadores (computadoras) y teléfonos móviles, y cuando alguien escribe volibol, inmediatamente es cambiada a voleibol.

En ese caso se aplica el mismo criterio de fútbol (futbol) y béisbol (beisbol). Lo importante es tener en cuenta que existen tres formas distintas que son válidas, por lo cual nadie podrá sentir temor al utilizarlas: voleibol, volibol o vóley.

Yo, por las razones que expuse en los párrafos introductorios de este artículo, prefiero volibol, que es la forma que más se adapta al español. No critico a quien no la use ni tampoco quiero imponer esa forma; pero nadie podrá ser cuestionado por utilizar volibol, pues como ha quedado suficientemente claro, es cuestión de gusto, y nada más.


¡Entre gerundio y gerundio!

Por  David Figueroa Díaz   11/01/2025 El artículo de la semana pasada, ideado con la finalidad de mostrar la diferencia entre sexo y género...