Médico de Cabecera y Santo Sanador

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domingo, 18 de febrero de 2024

¡Esta es mi opinión!

Sobre la enseñanza de los signos de puntuación en escuelas y universidades de Venezuela

Por                                 

David Figueroa Díaz    

17/02/2024                     

Hace pocos días, el lunes 12 de febrero, para ser preciso, recibí por vía de WhatsApp, un mensaje de mi amigo y colega periodista Rubén Darío Gutiérrez, en el que me hizo llegar unas inquietudes de una amiga suya de nacionalidad rusa, de nombre Svieta Nikíforova, que trabaja en una universidad de Moscú, y que en los actuales momentos está desarrollando un trabajo de investigación.

La inquietud se derivaba de una encuesta entre hispanoamericanos, sobre la enseñanza de los signos de puntuación en escuelas y universidades, específicamente los puntos, la coma y cómo fue la enseñanza en esa área, en la época en que los encuestados fueron estudiantes, con hincapié en saber si hubo insistencia en que se aprendiera y si aplazaban alumnos por incurrir en errores de puntuación, aunque fuese uno. ¡Un poco enrevesada la cosa!

Luego de agradecerle la deferencia que tuvo para conmigo el nombrado compañero en el quehacer de la palabra, elaboré un breve texto contentivo de mi opinión, con base en mi experiencia de varios años en esto de escribir, sobre todo de las impropiedades más frecuentes en los medios de comunicación y en el habla cotidiana, que hoy voy a ampliar, con el deseo de que otras personas con las mismas inquietudes de la amiga de mi amigo, puedan tener una idea clara del origen del problema, sin la pretensión de dictar cátedra, pues solo soy un aficionado del buen decir.

Rubén Darío, aparte de periodista, es analista de temas internacionales, habla con gran fluidez el idioma ruso (traductor), se preocupa por escribir y hablar bien el español; pero lo que más estimo de él, es que es fiel cultivador de la amistad popular.

Sin más ni más le hice saber a Svieta, a través de Rubén Darío, que la enseñanza que se imparte en las escuelas, liceos y universidades de Venezuela, es muy deficiente en cuanto al tema que a ella le preocupa, y eso se debe a que quienes la imparten han recibido una enseñanza igualmente deficiente.

Se enseña de una manera muy superficial, lo cual hace que el alumno solo memorice una que otra regla con la que podrá aprobar un examen; pero le queda muy poco de lo que recibió. Eso ha hecho que hoy haya excelentes ingenieros, sobresalientes abogados, brillantes médicos; pero con graves defectos de ortografía elemental. Pero como no todo debe ser necesariamente malo, hay contadas y honrosas excepciones que se distinguen muy fácilmente.

Le recalqué que debería haber una modificación en el sistema educativo, que permita que el alumno demuestre lo que aprendió, lo cual le proporcionaría herramientas sólidas que le permitirían una escritura y una expresión oral medianamente aceptables.

Le dije que el uso de los signos de puntuación, de los que sobresale la coma, es el dolor de cabeza de muchos profesionales, porque quizás no han valorado la importancia de su rol ante la sociedad. No se han preocupado por escribir bien y hablar de mejor manera.

La ausencia de la coma y su uso cuando no es necesaria, aunada al desconocimiento de las palabras por la índole de la entonación, son los defectos más frecuentes en los medios de comunicación social y en el habla cotidiana, se lo hice saber.

En cuanto a que si en mi época de estudiante la enseñanza fue muy superficial, no dudé en decirle que sí, como hasta ahora lo es, al punto de que hoy día en algunas universidades ya no imparten lenguaje, que es lamentable, pues es fundamental en todas las carreras.

Le comenté que nunca aplazaban alumnos por errores de ortografía, pues si los docentes no la manejaban con facilidad, era muy difícil que los notaran. En este punto hice hincapié en que no todos los docentes tenían dificultades con la ortografía; pero una gran mayoría sí.

También le expresé que la gramática y la ortografía siempre han sido vistas con temor, por lo que deberían implementarse mecanismos que permitan romper esa barrera, para erradicar esos vicios que se han arraigado y que no son difíciles de vencer.

Hubo algo que no le dije, y que siempre recalco en mis publicaciones sobre asuntos gramaticales y lingüísticos, a manera de recordatorio y exhortación. Lo diré una vez más: para escribir bien y hablar de mejor manera, no es necesario tener estudios avanzados sobre el tema lingüístico ni menos aun ser individuo de número de la Real Academia Española.

Solo basta con poner en práctica los fundamentos que se adquirieron en todas las etapas de la educación formal. ¡Así de sencillo! 

Tata...


sábado, 10 de febrero de 2024

Con hache y sin ella

Por                                 


David Figueroa Díaz   

10/02/2024                    

Hay casos y cosas que, aun cuando son muy sencillas, siempre conllevan una dificultad, y esa dificultad conduce a despropósitos.  En el caso de la escritura de textos, sobre todo en los medios de comunicación social y redes, es muy común que aparezcan situaciones viciadas, que fácilmente podrían ser erradicadas, siempre que sus autores se persuadan de la importancia del rol que les toca desempañar ante. . la sociedad.

Cada vez que me expreso en esos términos, debo necesariamente aludir a educadores y periodistas, que tienen la obligación moral y aun legal, de hacer un buen uso de la expresión escrita y oral. También se repite hasta la saciedad que, para alcanzar ese nivel, no es necesario hacer profundos estudios de lingüística y gramática, sino poner en práctica las enseñanzas básicas en esa materia que se imparte en todas las etapas de la educación formal.

Lo lamentable de eso es que quienes por lo general más incurren en impropiedades de lenguaje, son personas que siempre hacen alarde de su supuesta «impecable» ortografía.  ¡Y ni se le ocurre al común de los mortales hacerles una observación, porque se ofenden y hasta se atreven a «dictar cátedra» sobre cómo escribir bien!

Es justo reconocer que hay un marcado interés por deshacerse de esas situaciones que ajan y envilecen la escritura, lo cual demuestra que el trabajo de aquellas personas que se dedican a aportar elementos para escribir bien y hablar de mejor manera, no ha sido en vano.  Pero no es menos cierto que hay vicios que se han arraigado, y no ha habido forma de extinguirlos.  No es fácil;  pero es prudente que de cuando en cuando se hable del asunto, con el deseo de que los interesados ​​puedan acostumbrarse a llamar las cosas por su nombre.

En los días más recientes he leído textos en los que aparecen ejemplos que se pueden emplear para explicar el uso de ay ha, los cuales me han dado pie para volver a tocar ese tema, del que he perdido la cuenta de las veces que lo he expuesto.  De hecho, cuando en 1994 comencé a escribir sobre estos asuntos, en mi primera entrega hablé, de manera muy volandera, de casos en los que ay se ha tornan impertinentes.

Es frecuente leer que, por ejemplo: «La aplicación del nuevo método a dado mejores resultados», «Aún no a logrado convencer con su trabajo», «El supervisor nos a visitado varias veces en este año», etc. ha: «La aplicación del nuevo método ha dado mejores resultados», «Aún no ha logrado convencer con su trabajo», «El supervisor nos ha visitado varias veces en este año».

También aparecen frases como: «Voy ha descansar», «Al parecer este año las lluvias van ha entrar más temprano que de costumbre», «Con esa simple reparación, la planta generadora auxiliar no va ha funcionar», etc. descansar», «Al parecer este año las lluvias van a entrar más temprano que de costumbre», «Con esa simple reparación, la planta generadora auxiliar no va a funcionar».

Ahora, ¿cuándo debe ir ay cuándo ha?  ¡Muy fácil!

Sin complicaciones gramaticales, les digo que debe usar «a» cuando está antes de un verbo en infinitivo: descansar, entrar, funcionar, como lo son los que he usado en los ejemplos mostrados.  Entiéndase por un verbo en infinitivo aquel que no está conjugado en ninguna persona gramatical: bailar, reír, gozar, cantar, estudiar, investigar, comer, toser, averiguar, encontrar, etc.

Se escribe «ha» cuando esa partícula aparece antes de palabras terminadas en ado o en ido: «Aún no ha enviado el mensaje», «El día ha estado nublado», «La empresa ha contratado un nuevo asesor jurídico»;  «El trabajo no ha sido fácil;  pero lograremos la meta», «El pueblo ha sido testigo de nuestros esfuerzos», «Esa ha sido la constante», etc.

En mi opinión, esa es la forma más sencilla de saber cuándo usar una forma y cuándo la otra.  Además, si alguien escribe, por ejemplo, «A pasado mucho tiempo» o «Voy ha estar aquí hasta que me atiendan», por muy anticuada que sea la computadora u obsoleto el teléfono, ambos subrayarán en rojo el evidente error, o en el mejor de los casos, lo eliminará automáticamente.  De modo pues que, es conveniente que se sepa que ese subrayado en rojo no es un efecto especial, sino una advertencia porque algo no anda bien. 


sábado, 3 de febrero de 2024

¡Entre tilde y coma! (y 2)

Por:

David Figueroa Díaz


27/01/2024

Tal como lo había anunciado, culminaré esta serie de dos artículos en los que, a manera de repaso, he vuelto sobre el uso de la tilde, que complementaré con algunos ejemplos de la coma.

Es un asunto sumamente sencillo; pero a muchas personas, entre ellas profesionales de la comunicación social y de la docencia, se les dificulta distinguir las palabras por la índole de la entonación (agudas, graves, esdrújulas y sobresdrújulas). Esa deficiencia les lleva a no usar la tilde cuando es necesario y, peor aun, a colocarla cuando no debe usarse.

Eso es lamentable, toda vez que un periodista o educador debe manejar con relativa facilidad el lenguaje que emplea. No debe tener errores ortográficos, y para⁹ eso no es necesario tener avanzados estudios de gramática y lingüística, pues como he dicho en reiteradas ocasiones, bastará con memorizar los conocimientos que en esa materia fueron recibidos en todos los niveles de la educación formal, para lo cual es indispensable el sentido común, que en esos menesteres es el mejor aliado.

A diario tropiezo con escritos cuyos autores son periodistas o docentes, que solo por adivinación o por lingüística forense podrán ser entendidos. Lo cumbre es que ellos se ufanan de no tener errores ortográficos. Es posible que crean que un error de esa naturaleza es solo escribir baca por vaca, kasa por casa, vicicleta por bicicleta o behículo por vehículo.

Alguien podría decir que exagero con esos ejemplos, lo cual no es cierto, toda vez que son muy frecuentes en redes sociales y en grupos de WhatsApp, de la autoría de personas que habitualmente se hacen llamar políticos, que opinan, critican; pero no se han dado cuenta de que el subrayado en rojo, tanto del procesador de palabras de las computadoras o de los teléfonos que hoy día llaman inteligentes, no es un efecto especial ni un adorno, sino una advertencia por dos razones fundamentales: hay vocablos incorrectos o no están en el diccionario invisible de esos equipos.

Si usted escribe «canbur» en vez de cambur, que es lo correcto, la computadora se lo subrayará o, en el mejor de los casos, se lo corregirá inmediatamente. En los teléfonos ocurre igual, y hay algunos que muestran varias opciones, en las que por supuesto está la correcta, como para que no les eche la culpa a esos equipos, que son de altísima utilidad en este mundo moderno.

Entonces, como esta serie también contempla a la coma, les mostraré algunos usos, con la finalidad y el deseo de que puedan manejarla con facilidad, que es una obligación moral de los que tienen la escritura como herramienta básica de trabajo. Espero que esta exposición les permita usarla de manera adecuada.

La coma tiene muchos usos, y es por eso que en diversas publicaciones se habla de los cinco, los siete, los diez, los doce y aun más aplicaciones de este importante signo de puntuación. Haré una síntesis sobre algunos usos, copiados textualmente de una publicación de Google, de los que modifique varios para facilitar la comprensión.

Se usa para separar elementos: «Es un joven muy educado, estudioso y de buena familia»; «Necesitamos agua, comida y refrescos».

Para hacer una aclaración: «María, la recepcionista del hotel, es una gran trabajadora»; «Juliana, cansada de correr todo el día, prefirió quedarse en casa»; «Tres de tus amigos, afectados por la COVID-19, no pudieron asistir a la fiesta».

Para aislar sustantivos que funcionan como vocativos. Es la que se conoce como coma vocativa o coma del vocativo: «Marcela, llámame»; «Buenos días, compañeros de grupo»; «Hola, Carmen», etc.

Se emplea en oraciones con adverbios correlativos: «Organizaremos la reunión, ya sea en tu casa, ya sea en la mía»; «A partir de cierta edad, o bien tienes los síntomas, o algo peor».

Antes de palabras como excepto, salvo y menos: «Todo me gustó, excepto la música»; «El profesor siempre llegaba temprano, salvo que tuviera una urgencia»; «Podría perdonar cualquier cosqa, menos la infidelidad».

Deberá usarse después de palabras de transición: «es decir»; «Ahora bien»; «Por otra parte»; «Sin embargo»; «No obstante»; «Por el contrario»; generalmente»; «Por último»; «Además», etc.

Les recalco que estos no son todos los usos de la coma; solo que seleccioné los que, a mi juicio, son los que más se ignoran e inducen a confusiones. Lo curioso es que son los más sencillos.

Si un periodista o un educador ignoran estos usos de la coma, lo mejor sería que le dieran un repaso y se preocuparan por aprenderse otros, pues su rol ante la sociedad los obliga.

sábado, 6 de enero de 2024

Dos redundancias

Por:                               

David Figueroa Díaz 


06/01/2024                   

Durante 2023, lo dije en el más reciente artículo, que por cierto fue el último del año, varias fueron las veces que falté a la acostumbrada cita de los sábados. Los motivos van desde fallas en la energía eléctrica, que por supuesto afectan a la Internet, hasta problemas de salud de quien esto escribe; pero aun así pude satisfacer mis inquietudes y las de un considerable número de lectores que han adoptado este aporte periodístico como una guía de consulta para disipar sus dudas, lo cual, también lo he expresado muchas veces, me honra y me impulsa a seguir navegando en el ancho mar de nuestro idioma, abundoso en ricas expresiones y sinónimos.

Muchos saben que el sistema eléctrico de Venezuela está en pésimas condiciones, y lo peor es que no se vislumbra una solución a corto, mediano y largo plazo. Todo a lo que nunca más se le hizo mantenimiento preventivo, se está deteriorando de manera acelerada, y las consecuencias directas son las constantes interrupciones (por fallas o por racionamiento) y las fluctuaciones de voltaje, que son las que dañan electrodomésticos, especialmente computadoras, como en mi caso.

Entonces, por muy previsivo que quisiera ser para escribir y enviar a tiempo mi artículo semanal, de manera muy frecuente hay algo que lo impide. No es de la situación de mi país de lo que quiero hablarles; pero estimé prudente hacerlo, aprovechado la cobertura de este medio de comunicación, para destacar que la realidad no es la que muestran algunos portales informativos, que pretenden hacer creer que acá vivimos de maravilla. ¡No es así!

La redundancia, de buenas a primeras, es un vicio que debería evitarse; pero cuando se la usa con consciencia, podría ser provechosa. Lo lamentable es que esa es la forma en la que menos se utiliza. Una muestra es la muy conocida frase «los primeros pininos», usada muy frecuentemente en autobiografías y en crónicas de artistas, deportistas, diplomáticos, políticos y otras figuras.

Lo que también es lamentable es que, quienes la usan sin saber que incurren en algo inadecuado, son personas a las que sería impensable tacharles un yerro de esa naturaleza, pues por lo general manejan con relativa facilidad el lenguaje que emplean.

En algunos países, como en España, se habla de pinitos y no pininos. Esto lo digo porque la primera vez que en este medio escribí la palabra pininos, al lado de esta, entre paréntesis, fue colocada pinitos. Entendí que la acotación fue con la intención de evitar confusiones en lectores de otros países en los que la palabra usada en Venezuela y otras naciones de habla hispana sea desconocida.

Pininos (pinitos) son los primeros pasos que da un niño o alguien que, luego de haber perdido la movilidad, intente caminar, que de seguro lo hará con dificultad, lo cual lo asemeja a una criatura aprendiendo a caminar. Al decir los primeros pininos, se incurre en redundancia. Por extensión se aplica a alguna actividad en la que se comienza: «Fulano de Tal dio sus pininos en radio en los años setenta».

Eso de los primeros pininos se lee y se oye casi a diario en los portales digitales y redes sociales, con tan asombrosa frecuencia, que pareciera que quienes la usan, sintieran una especial satisfacción al hacerlo. No han podido darse cuenta de que incurren en algo inadecuado, y que además, esa misma intención pueden expresarla con otros vocablos, sin riesgos de redundar. ¡Pininos son los primeros pasos, no hay más!

Hay otra redundancia que no es muy conocida; pero que vale la pena mencionar, en aras de que el mal no haga metástasis en otras áreas. La leí por primera vez hace muchos años, en la novela «La Muerte de Honorio», del admirado escritor venezolano Miguel Otero Silva (+). No recuerdo si la usó en boca de uno de los personajes o en la del narrador. Lo cierto es que en uno de los pasajes de esa producción literaria se habla de «un mendrugo de pan», de lo cual muchos dirían que no tiene nada de malo; pero si se revisa un diccionario, se encontrará que un mendrugo es un pedazo de pan, y sin dudas, un mendrugo de pan es una redundancia.

Ahora, la prudencia o imprudencia del uso que hizo el connotado escritor, de la mencionada frase, podría ser tema para un debate sano que podría disipar las dudas que pudiera haber.


sábado, 16 de diciembre de 2023

¡Parecen errores; pero no lo hijo!

Por                                 

David Figueroa Díaz  


16/12/2023                    

En el ámbito gramatical y lingüístico hay figuras muy respetadas, pues cada explicación, cada exposición, constituye una cátedra. Da gusto oírlos hablar y leer sus escritos sobre algo que manejan con gran facilidad. Con esa misma facilidad se dan a entender. En cambio, hay otras que no tienen la noción mínima de lo que hablan, y para colmo, «se deleitan» tratando de encontrar errores en donde no los hay.

Hacen cuestionamientos sobre palabras y expresiones supuestamente viciadas; pero cuando se les pide que den una explicación, dejan traslucir su desconocimiento del asunto, dado que su intención es aparentar erudición, es mostrarse como muy cultivados; pero no son más que simples necios con caprichos de intelectuales.

Me ha tocado lidiar con ese tipo de personas, que como no tienen argumentos, en cada tertulia siempre sacan la peor parte, además de que sus herramientas por lo general son la insolencia, el insulto y la descalificación de sus interlocutores. Les gusta hablar de lo que no saben, y eso tiene sus riesgos.

Siempre he dicho que no pretendo dictar cátedra de gramática ni de lingüística, pues solo soy un aficionado del buen decir; pero no me sonrojo al decir que tengo la suficiente madurez para debatir con argumentos sólidos sobre las impropiedades más frecuentes en los medios de comunicación y en el común de los hablantes.

¡Esa es la diferencia entre aquellos que se dedican a hablar sin fundamentos, y alguien que ha dedicado gran parte de su vida a aprender y a enseñar a través de los medios de comunicación y por otras vías!

Las personas a las que he audido, les parece incorrecto que se diga, por ejemplo, que «el primero de enero de 2024 será lunes». Insisten en que para el primer día del mes debe escribirse 1, no primero; pero cuando se les pregunta el porqué, no dan una respuesta convincente.

A ese respecto es prudente anunciar y anunciar que ambas opciones son válidas: primero de enero o 1 de enero. En España se prefiere la forma cardinal (1); en tanto que en América, la ordinal (primero).

Algo sucede parecido en el caso de expresiones con las que se desea señalar algo que sucederá en el día por venir, es decir mañana, a una hora determinada o indeterminada, antes del mediodía. Se escandalizan cuando alguien, por ejemplo, dice que «la asamblea de socios será mañana a las diez de la mañana». Señalan que hay una redundancia; pero cuando se les pide que indiquen dónde está, tampoco saben explicarlo.

No hay redundancia; Hay una casi inevitable repetición de sonidos, que no es igual que redundar. El primer mañana, indica el día después de hoy, y el segundo, el lapso del día en el que después de hoy se llevará a cabo la actividad, en este caso la asamblea.

Si se dice que la asamblea será mañana a las diez, solo por adivinación podrá saberse si es en la mañana o por la noche. De modo pues que, no existir deberá temor a decir «mañana a las diez de la mañana», pues aunque a algunos les parezca redundante, es la forma adecuada de señalar el momento preciso en que habrá de suceder algo.

Otra de esas expresiones que de buenas a primeras a algunos les parecen impropias, es «la Tierra del Sol Amada», nombre con que se conoce a Maracaibo, segunda ciudad de Venezuela y capital del estado Zulia. No es difícil colegir el origen de ese apelativo, pues el calor que caracteriza, no solo a esa ciudad, sino a toda la región zuliana, lo define claramente. De eso no hay dudas; lo que produce inquietud, es que sea sol amada y no sol amado.

Eso tiene una explicación desde el punto de vista lingüístico, en lo que por ahora no voy a ahondar. Baste con saber que es sol amada, pues el autor de la frase, con una exquisita poesía, mediante una elegante figura retórica, quiso decir tierra amada por el sol, en alusión al abundante calor; solo que por métrica y cadencia, fue necesaria la alteración del orden sintáctico.

Con esta breve y sencilla exposición, es suficiente para que alguien pueda argumentar la validez de las expresiones que algunos sabidillos del idioma español se empeñan en tachar como impropias; pero no tienen el conocimiento necesario para convencer con su «erudición».

No deberás haberte preocupado, pues los equivocados son otros. ¡Así de simple!


sábado, 18 de noviembre de 2023

El verbo

Por                                


David Figueroa Díaz  

18/11/2023

Durante los veintinueve años en los que me he dedicado a escribir sobre el tema lingüístico, cumplidos recientemente, he procurado hacerlo de la manera más amena, sencilla y desprovista del rigor gramatical, bajo la óptica de alguien que no es catedrático del idioma español, sino un apasionado del buen decir.

No me sonrojo al expresar que a la luz de las observaciones y recomendaciones que de manera regular hago a través de este medio y por otras vías, muchas han sido las personas que han adquirido soltura y madurez cuando de redactar se trata.

Muchas también han sido las que, de manera cordial, se han autocalificado como asiduas seguidoras de este trabajo de divulgación periodística, lo cual valoro grandemente, pues es una demostración de que el esfuerzo no ha sido en vano. Entre esas hay diaristas, educadores y otros profesionales cuya ocupación habitual les impone el buen uso del lenguaje escrito y oral.

A veces ha sido necesario tocar un tema una y otra vez, con el deseo de disipar las dudas que hayan quedado. En cada una procuro mostrar ejemplos fáciles de asimilar, adaptados a la realidad actual, y por eso algunos de los lectores han adoptado este aporte como una guía práctica para resolver sus asuntos en esta materia. ¡Eso me honra!

El tema de hoy lo he mostrado en varias ocasiones, bien porque me lo han pedido, o porque he estimado prudente hacerlo en vista de la alta frecuencia con la que aparecen impropiedades en las que el meollo es el verbo.

Mucho he hablado del gerundio, del uso de verbos con significado diferente del que registran los diccionarios o como de la palabra tergiversar, que algunos periodistas y educadores han deformado y dicen tragiversar. No ha habido ni forma ni manera de persuadirlos de la ridiculez en la que incurren.

Los verbos son la parte de la oración que expresa la acción que hace el sujeto: comer, cantar, vivir, hacer, pensar, soñar, escribir, etc. Los hay de diferentes tipos: intransitivos, transitivos, ditransitivos y otras clasificaciones que por ahora no voy a mencionar, pues esta entrega está orientada al mal uso de algunos, una vez más.

Iniciar es un verbo que, por ser sinónimo de comenzar, se utiliza de manera inadecuada e indiscriminada. Aunque parezca una exageración, ya a casi nadie le gusta comenzar, sino iniciar, pues a lo mejor piensan que de esa forma es más elegante, lo cual no tendría nada de criticable (la elegancia); solo que lo usan como no debe ser.

En notas informativas de prestigiosos medios de comunicación se lee y se escucha que, por ejemplo: «Hoy inicia la Campaña de Vacunación de las Américas»; «Mañana inicia una huelga de educadores en reclamo de un salario justo»; «Ayer inició el juicio civil contra Donald Trump», etc.

Para evitar despropósitos, es necesario tener claro que iniciar y comenzar, aunque sean sinónimos, no se construyen de la misma manera. Los eventos no inician, se inician, por lo que, lo correcto es no omitir el pronombre personal «se»: «Hoy se inicia la Campaña de Vacunación de las Américas»; «Mañana se inicia una huelga de educadores en reclamo de un salario justo»; mencionado «Ayer se inició el juicio civil contra Trump Donald ».

Y como iniciar es sinónimo de comenzar, este último pudiera usarse sin ningún riesgo, dado que no necesita el pronombre: «Mañana comienza el Censo Nacional de Población y Vivienda». No pretendo imponer el uso de uno sobre el otro, sino, que a iniciar se lo use de forma adecuada.

De esa misma gama son estrenar e incrementar. El primero se lo usa de forma incorrecta, muy frecuente en los canales de estadounidenses para habla hispana, cuyas promociones comerciales y de otra índole, son de empresas chilenas, como por ejemplo Universal TV. He oído anuncios en los que se dice que la producción cinematográfica tal, «estrena el sábado 25 de noviembre». Lo prudente, lo normal y lo correcto, es se estrena o el estreno será…

En cuanto a incrementar, lo he leído y escuchado de contenidos informativos de portales de Venezuela y de otros países de Sudamérica, sobre todo en sucesos y notas de economía. Se dice que, por ejemplo: «La cantidad de fallecidos por el terremoto incrementó en…». O que «las ganancias incrementaron» en diez pr ciento.

Se aplica el mismo criterio, pues en ambos casos la lógica sugiere el uso del pronombre personal «se»: «La cantidad de fallecidos (…) se incrementó»; «Se incrementaron las ganancias». En el primero podrá decirse aumentó; y en el segundo, aumentaron. ¡Y sanseacabó!


domingo, 12 de noviembre de 2023

¡Evite errores mayúsculos y minúsculos! (y II)

Por:                               


David Figueroa Díaz 

10/11/2023

La semana pasada estaba prevista la segunda entrega de esta serie de dos artículos relacionados con el uso y el abuso de las letras mayúsculas y minúsculas, tema que surgió de una inquietud de mi admirada colega periodista venezolana Cynthia Higuera.

Con Cynthia (vía WhatsApp) suelo compartir inquietudes en cuanto al lenguaje de los medios de comunicación social, con especial énfasis en el de las denominadas redes sociales y del habla cotidiana. Varios han sido los artículos que han surgido de esos intercambios, lo cual me satisface doblemente, pues por un lado compruebo que mi esfuerzo no ha sido en vano; y por el otro, me agrada saber que aun con tantos diaristas, educadores y otros profesionales que se conformaron solo con las clases de gramática y ortografía elementales que recibieron en primaria y bachillerato, exista alguien que haya ido más allá.

Para darle continuidad al tema, estimo prudente recordarles que el uso de las mayúsculas y minúsculas está enmarcado en reglas, unas muy sencillas y otras un tanto confusas. Lo risible es que la mayoría de faltas, son de las más elementales. Muchos son los que se disgustan porque no los llaman doctor, licenciado, abogado o ingeniero; pero cuando escriben, demuestran que esos títulos de los que se ufanan, no concuerdan con su pobreza gramatical y ortográfica.

A manera de repaso les repito que los meses del año, las estaciones y días de la semana, excepto si forman parte del nombre, como Viernes Santo, barrio 23 de Enero, van con inicial minúscula. Los gentilicios también deben ir con inicial minúscula: rioplatense, español, acarigüeño, regiomontano, guanariteño, vegabajeño etc. Además, los nombres propios de personas, animales o cosas, se escriben con inicial mayúscula. Y algo que nuestros maestros nos repetían: después de punto y seguido y de punto y aparte, se escribe con inicial mayúscula. ¡No se les olvide!

Los cargos, títulos académicos, dignidades y tratamientos de cualquier tipo, se escriben con inicial minúscula: presidente, secretario general, canciller, ministro (a), magistrado (a), conde (sa), gobernador, alcalde, etc., siempre que estén acompañados del nombre propio de la persona que los posee o del lugar o ámbito al que corresponde: El rey Felipe IV, el papa Juan Pablo II, el presidente de Guyana, el ministro del Trabajo.

En este caso, muchos redactores, por desconocimiento o simplemente por adulación, escriben el cargo con inicial mayúscula: «El Gobernador Ricardo Montalbán estará de visita en nuestro municipio»; «Ramón Valdez, Alcalde de San Ignacio del Cocuy, le dio el ejecútese a la nueva Ordenanza de Convivencia Ciudadana».

Ocurre con frecuencia, por lo menos en Venezuela, que muchos gobernadores, alcaldes, ministros y directores de institutos autónomos, obligan a sus encargados de Prensa, a que sus cargos se escriban con inicial mayúscula, y así apareen en los medios de comunicación, pues por tratarse de notas de entes gubernamentales, no son revisados ni menos aun corregidos. Claro, eso ocurre en medios en los que la buena escritura no es la preocupación fundamental.

Los nombres genéricos que forman parte del paisaje urbano deben escribirse con inicial minúscula: calle Camejo, avenida Páez, plaza Bolívar, iglesia La Corteza, etc. En esta clasificación están los accidentes geográficos, como ríos, caños, montañas, lagunas, mar (mares), etc., que irán con inicial minúscula, a menos que formen parte del nombre: «el río Caparo marca los límites entre los estados Barinas y Táchira».

Cité adrede el caso de la plaza Bolívar, pues cada vez que la escribo de esa manera, en los medios de comunicación a los que les hago llegar mis notas informativas que elaboro en mi condición de director de Prensa de la Alcaldía de Guanarito, me cambian la «p» minúscula por una «P» mayúscula, y en muchas ocasiones me han desazonado el día.

Para cerrar esta entrega y esta serie, les recalco que la palabra ESTADO, cuando se refiere a división territorial o a otros casos, debe ir con inicial minúscula: «El estado Táchira es el estado de Venezuela que tiene más municipios»; «Las calles de la zona céntrica se encuentran en un deplorable estado».

Se escribirá con inicial mayúscula cuando se refiera al país como entidad de derecho público: «En este país la explotación del espectro radioeléctrico es un asunto privativo del Estado»; «Ante la privatización de la empresa de telecomunicaciones, el Estado se reservará el 51 por ciento de las acciones».

Sobre este tema hay mucho más; pero he mostrado los casos más sencillos, en función de que los redactores, sobre todo los diaristas, tomen conciencia de lo necesario que es evitar errores mayúsculos y minúsculos.

¡No hay más que insistir!

Por   David Figueroa Díaz     16/08/2025 Luego de cuatro sábados ausente, hoy retomo este trabajo de divulgación periodística, destinado a a...