Médico de Cabecera y Santo Sanador

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domingo, 19 de octubre de 2025

Las dudas de Liliana

 

Por

David Figueroa Díaz  


18/10/2025

He estado ausente por varios sábados; pero no me he desconectado del ámbito comunicacional: redes sociales y grupos de WhatsApp, en donde me mantengo de manera regular, aunque más como espectador que como autor; pero a veces publico uno que otro contenido.

Había estado imposibilitado de darle continuidad a mi publicación semanal, relacionada con el tema gramatical y lingüístico. La retomo con el deseo de que por lo menos pueda sostenerla hasta que finalice 2025, para lo que ya falta muy poco.

A la computadora en la que transcribía mis textos, se le dañó la fuente de poder, por las frecuentes fluctuaciones (bajones) de voltaje, derivadas del deterioro e inestabilidad del sistema eléctrico de Venezuela, que cada día se torna más angustiante.

Pude conseguir prestado un equipo que, aunque no es tan rendidor como el que se dañó, por ahora me permitirá reanudar este trabajo de divulgación periodística. Si alguien sabe dónde podrá haber una fuente para una computadora Optiplex 790, sabrá agradecerle la información.

Siempre he dicho que muchos de mis artículos en este importante medio de comunicación, surgen de inquietudes de personas que siguen de manera regular esta publicación, e incluso la han adoptado como una guía de consulta. Por eso último, hice un gran esfuerzo para reaparecer.

Les mostraré unos casos que muy gentilmente me hizo llegar Liliana Gudiño, educadora a quien no conozco personalmente; pero gracias a las bondades de la tecnología, hemos establecido una relación que nos permite compartir impresiones acerca de las impropiedades más frecuentes en los medios de comunicación, redes sociales y en el habla cotidiana. Liliana es una de las pocas docentes que hace un excelente uso del lenguaje que emplea, no tengo dudas de eso.

Me contó Liliana, que hace unos días en una tertulia con un grupo de amigos pronunció la frase «es mucha azúcar», e inmediatamente le dijeron que lo correcto es «mucho azúcar». La persona que la corrigió, ignora que la más elemental de las reglas para la igualdad de los accidentes gramaticales, sugiere que esta debe establecerse en género y número. El sustantivo azúcar es femenino y, por tanto, el elemento modificado debe serlo también.

La confusión surge porque algunos piensan que el azúcar es masculino, toda vez que por lo general aparece la frase «el azúcar» y no “la azúcar”. Se escribe de esa manera para evitar la cacofonía que produce el choque de las dos aes: «laazúcar» Igual ocurre con «el agua», «el águila» y «el área».

La otra inquietud de la profesora Liliana Gudiño es la polémica que existe sobre cuándo debe usarse el verbo poner y cuándo colocar. Las discusiones en torno a este caso son muy frecuentes y fuertes, que a veces terminan en desencuentros. Por lo general, los protagonistas de esos encontronazos verbales son personas que el único argumento que esgrimen, es que «las únicas que ponen son las gallinas», lo cual no es del todo cierto, si se toma en cuenta que ese no es el único uso del verbo poner.

Para adquirir facilidad en el manejo de este caso, se debe tener en cuenta que poner y colocar son sinónimos, y solo el contexto determinará el uso de uno u otro, para lo cual es fundamental el sentido común, que es un gran aliado en estas lides.

En muchísimas ocasiones, el verbo poner es sustituto de colocar. Por el contrario, colocar muy pocas veces puede sustituir a poner. Si quiere comprobarlo, haga una lista y verifique cada uso. Eso le permitirá disipar sus dudas, y si no lo logra, entonces, siga escudriñando, para que no busque errores en donde no los hay.


domingo, 17 de agosto de 2025

¡No hay más que insistir!


Luego de cuatro sábados ausente, hoy retomo este trabajo de divulgación periodística, destinado a aclarar dudas y proveer las herramientas básicas que permitan una escritura medianamente aceptable.

Para mí es grato saber que crece cada día el interés por deshacerse de esos vicios que ajan y envilecen la expresión escrita y oral. Digo que me es grato porque por diversas vías recibo inquietudes interesantes sobre las impropiedades más frecuentes en los medios de comunicación y en el habla cotidiana.

Durante la ausencia, que fue por motivos ajenos a mi voluntad, muchos lectores me preguntaron si había decidido retirarme. Nada de eso; solo que mis actividades que derivan de mi ocupación de periodista institucional, aunadas al hecho de que me quedó sin computadora (ordenador), hicieron que me apartara momentáneamente; y aunque todavía no he recuperado el equipo con el que normalmente elabora los textos, dispongo de uno que, aunque es muy básico, me permite seguir siendo útil a aquellas personas que han entendido la importancia de escribir bien y hablar de mejor manera.

Hoy les hablaré de varios casos que he abordado en varias oportunidades por dos razones fundamentales: porque son muy recurrentes y porque algunos lectores me piden que vuelva a mostrarlos. Y como este es un espacio para aclarar dudas y tratar de que los interesados puedan adquirir soltura, cada vez que puedo hacer un repaso, siempre con un enfoque modificado; pero con la misma finalidad.

La omisión de la preposición «a» antes del verbo hacer y otros que comienzan por la letra a, es muy frecuente en escritos publicados en redes sociales y aun en medios digitales, lo cual es indicativo de que el mal ha hecho metástasis en otras áreas. Lo cuestionable es que los autores son personas a las que siempre se les ha estimado por poseedoras de un alto nivel intelectual, lo cual como es lógico suponer, conlleva un relativo manejo de la gramática y la ortografía; pero me he topado con impropiedades que son impensables de alguien que se precie de muy cultivado.

Es frecuente leer expresiones viciadas, como: «Voy hacer la tarea», «Él va hacer un pastel», «Ella va actuar como si nada hubiera pasado, para no despertar sospechas», «Vamos armar el expediente». Cualquier lector descuidado no notará que en cada uno de los ejemplos falta la preposición «a», que en los momentos actuales ha comenzado a tornarse en un vicio difícil de combatir. Las formas correctas son: «Voy a hacer la tarea», «Él va a hacer un pastel», «Ella va a actuar como si nada hubiera pasado, para no despertar sospechas», «Vamos a armar el expediente». Como habrán podido notar, no es nada difícil; solo hace falta un poco de sentido común.      

El caso del bendito vaso de agua , del que he perdido la cuenta de las veces que lo he comentado, se mantiene vigente, pues algunos sabidillos del idioma se han empeñado en cuestionarlo sin ningún argumento que convalide su «tesis». Solo se les ocurre decir que los vasos no están hechos de agua, y lo dicen con regocijado orgullo, porque creen que ese es el único uso de la preposición «de». 

«Un vaso con agua» y «Un vaso de agua», aunque parezcan lo mismo, no lo son. Hay entre ellos una sutil diferencia que conviene conocer en función de usar ambas frases de manera adecuada. Un vaso con agua puede ser desde una gota o hasta que el vaso esté casi lleno o lleno; en tanto que un vaso de agua es la cantidad exacta del líquido preciado que cabe en un vaso, lo cual pudiera ser considerado como una forma de medir líquidos.

De no ser válida la expresión un vaso de agua, tampoco las serán «un plato de sopa», «una copa de vino», «una noche de farra», «un ventilador de techo», «un vaso de leche», «Una taza de café». Se debe tener presente que ambas formas son utilizables; con el entendido de que un vaso de agua no es incorrecto. De modo pues que, amigo lector, amiga lectora, no teman ser corregidos al pedir un vaso de agua, pues los equivocados son otros.

Cierro con una aclaración sobre setiembre y septiembre, pues hay quienes creen que el nombre del noveno mes del año estaría mal escrito si se omitiera la «p». No es cierto. Está en la lista de los vocabularios con doble ortografía. ¡Yo prefiero septiembre! ¿Y ustedes?

sábado, 12 de julio de 2025

Los enemigos de la coma

Por

12/07/2025

Por definición, los signos de puntuación son símbolos gráficos que ayudan a estructurar un texto, que indican pausas, entonación y relaciones entre las ideas. De los más comunes están el punto, la coma, el punto y coma, los dos puntos, los signos de interrogación y exclamación, los paréntesis, las comillas y los puntos suspensivos. Sin ellos será difícil entender lo que se lee.

De esos elementos he publicado muchos artículos y, a Dios gracias, una cantidad considerable de personas han asimilado la enseñanza, lo cual les ha permitido superar dificultades y adquirir soltura en eso de escribir; pero lamentablemente hay otras a las que se les ha hecho difícil, pues quizás no han tomado en consideración la importancia de redactar medianamente aceptable, aunque sea un mensaje de texto.

El largo recorrido por el mundo de la gramática y la lingüística, me permite afirmar que los casos más frecuentes y en los que más se incurre en impropiedades, son sin dudas la tilde y la coma. En cuanto a la tilde, el problema radica en el hecho de que algunos desconocen las palabras por la índole de la entonación, es decir, agudas, graves, esdrújulas y sobresdrújulas, además de que algunos no saben distinguir entre acento y tilde. ¡Es fundamental saberlo!

Lo cuestionable de todo eso es que, la mayoría de las impropiedades en ese aspecto, son de la autoridad de personas que por el rol que desempeñan ante la sociedad (periodistas, educadores y otros profesionales), deben ser ejemplos del buen decir. ¡Esa es su obligación moral!

En relación con la coma, de buenas a primeras, la situación pudiera ser un tanto complicada; pero si se le presta el debido interés, se notará que es más fácil de lo que pudiera pensarse. De ella voy a hablarles una vez más, con el deseo de que puedan disipar las dudas que aún quedan.

Para tal efecto, tomó ejemplos sencillos y muy fáciles de manejar. Todos los enunciados y ejemplos son citados textualmente, tomados de Google; pero revisados por mí, con la finalidad de no publicar algo indebido, algo incompleto. Los usos más comunes se los presentamos a continuación.

Enumeraciones : Se utiliza para separar elementos en una lista o serie: «Compré manzanas, peras y cambures». Es el más fácil de todos; Sin embargo, muchos no lo usan, y si lo hacen, lo emplean de forma inadecuada. Inclusive, separan enumeraciones con guion u otros signos.

Incisos : Se usa para encerrar información adicional o aclaratoria dentro de una oración: «Mi amigo, que es muy inteligente, resolvió el problema».

Vocativos : Se usa para separar el nombre de la persona a la que nos dirigimos del resto de la oración. Por ejemplo: «Juan, ¿puedes ayudarme?». El vocativo puede ir antes, en medio de la oración o al final de ella.

Elipsis : Se utiliza para omitir una palabra o frase que se sobreentiende por el contexto: «Ella estudia inglés, y él, francés». En este ejemplo, si se omite la segunda coma y la tilde en el pronombre personal «él», podría entenderse que se alude a alguien de nacionalidad francesa. ¡Haga la prueba!

Conectores adversativos y concesivos : Se usa para separar oraciones o frases que expresan ideas contrarias o con cierta oposición: «Quería ir, pero estaba lloviendo».

Construcciones comparativas : Se usa para introducir comparaciones: «Es más alto que yo, pero menos fuerte».

Expresiones adverbiales : Se usa para separar frases que modifican el verbo principal: «Además, es importante recordar…»

Aposiciones : Se usa para introducir aposiciones, que son frases que explican o amplían el significado de un sustantivo: «El profesor, un hombre muy sabio, explicó el tema».

Esos no son todos los usos. Existen otros; pero estimo que si los interesados se familiarizan con ellos, podrían deshacerse de muchas dudas. Es fundamental que las personas cuya ocupación habitual les imponga la redacción de textos, no se conformen con escribir por escribir, sino por saber que hay un elemento, entre otros, que le da sentido lo que se escribe: esa es la coma.

Hay textos que por falta de coma, solo por adivinación podrán ser entendidos, y allí el problema. Esos son los que los estudiosos del tema gramatical y lingüístico llaman «Los enemigos de la coma». ¡No sea usted uno de ellos!

sábado, 7 de junio de 2025

¡Qué broma con la tilde!

Por:                              

En Venezuela acaba de terminar una campaña electoral, destinada a elegir a los integrantes de la Asamblea Nacional, gobernadores y legisladores a los consejos estadales, y sin que muchos lo esperaran, incluidos los que serán postulados, el CNE (Consejo Nacional Electoral) anunció el cronograma para proceder a la elección de los alcaldes e integrantes de los concejos municipales, cuya fecha será el 27 de julio del año en curso. Vamos de elección en elección.

Es una elección atípica desde el punto de vista de los lapsos para la inscripción de los candidatos y para la campaña, lo que hizo que los involucrados en el asunto tuvieran que emplearse a fondo para cumplir con lo establecido. Lo cierto que el efecto electoral se mantiene. Los partidarios de las corrientes en pugna, de manera extraoficial, ya han comenzado la campaña electoral, hecho que no sorprende, pues siempre ha sido así. Unos lo hacen de manera subrepticia para evitar sanciones por parte del ente rector; en tanto que otros de manera abierta.

Las redes sociales y grupos de WhatsApp están invadidos de publicaciones en las que resalta la intención de invitar a votar por los diferentes candidatos que participarán en la contienda. Lo que también resalta es el uso inadecuado de las más elementales reglas de ortografía. Hay contenidos muy llamativos y aun creativos desde el punto de vista gráfico; pero en lo lingüístico son una antología de impropiedades, entre ellas la falta de tilde y palabras escritas de manera incorrecta, como por ejemplo boto en lugar de voto.

Me llamó la atención uno en el que se leía: «Voto y ganó». Sin dudas que la intención fue decir «gano»; pero se le marcó la tilde a una palabra que en ese contexto no la lleva. Han aparecido tildadas las palabras yoya y otros usos inadecuados que serán materia para otra entrega. Eso me dio pie para hablar, una vez más, y de manera muy volandera, del uso de la tilde, con especial énfasis en los monosílabos. Espero que le saquen el mayor provecho a este aporte, sobre todos los que de manera regular escriben para el público.

La regla general en el uso de la tilde establece que los monosílabos no la llevan; pero exceptúa de ella a los que cumplen más de una función en la oración, de donde nace el acento diacrítico, que es el que se usa para distinguir el uso. Por ejemplo: Dé (verbo dar, imperativo) y de (preposición). Sé (verbo saber, presente de indicativo) y se (pronombre reflexivo). Té (bebida) y te (pronombre personal).

Hay otros casos como él (pronombre): «Él sabe que está metido en un gran problema». El (artículo determinativo masculino): «El teléfono estuvo sonando toda la noche».

Mí (pronombre personal tónico): «Me da igual lo que pienses de mí». Mi (adjetivo posesivo): «Mi casa está a la orden».

Sí (adverbio de afirmación): «El pueblo le dijo sí al candidato». Si (conjunción condicional): «Eso será posible si cumples con lo acordado».

En este último caso la mayoría de las personas no sabe distinguir entre una y otra forma. El procesador de palabras de los llamados teléfonos inteligentes y los computadores (ordenadores) por lo general lo colocan con tilde. Entonces, no está demás recordarle que usted tenga presente que el  (con tilde) es para afirmar; en tanto que si (sin tilde) tiene otro uso. Con que sepa que el afirmativo lleva tilde, es suficiente.

Además de esos ejemplos, están el aún y el aun, con los que ocurre algo parecido con lo que les comenté sobre los teléfonos inteligentes y los computadores.

La palabra aun lleva tilde cuando equivale a todavía: «Aún (todavía) estás a tiempo de tomar una decisión». No la lleva en casos de incluso, hasta, también o (ni) siquiera: «Al final acudieron todos, aun los que habían dicho que no irían»; «Aun los niños saben que eso no debe hacerse»; «Aun dormida (‘incluso estando dormida, hasta dormida’) te recita la lista de los reyes godos»; «Ni aun su padre (‘ni siquiera su padre’) consiguió convencerla».

Como habrán podido notar, el asunto no es complicado como a algunos les parece. Solo se necesita sentido común y poner en práctica los conocimientos que se adquieren en las diferentes etapas de la educación formal. Lo demás, si se lo proponen, llegará por añadidura.

sábado, 24 de mayo de 2025

¿Es sino o si no?

 Por

David Figueroa Díaz  


24/05/2025

El tema de hoy ya lo he publicado varias veces en este trabajo de divulgación periodística, destinado a aclarar dudas y permitir que aquellas personas que se preocupan por escribir bien y hablar de mejor manera y cuya ocupación habitual sea la redacción y la expresión oral, puedan adquirir soltura.

A la luz de estos aportes semanales, muchas han sido las que lo han logrado. Eso me satisface, pues me demuestra que el trabajo no ha sido en vano. ¡Gracias!

Periodistas, educadores y otros profesionales, a quienes les agradezco la autocalificación de asiduos lectores, les agradezco la confianza, al tiempo que les ratifico el compromiso de hacer lo que esté a mi alcance para brindarles los elementos con los que, si se lo proponen, podrán deshacerse de las dudas y convertirse en multiplicadores del buen uso del lenguaje escrito y oral.

Entre esas personas a las que mi trabajo les sirve de guía en eso de escribir bien y hablar de mejor manera, está la educadora Liliana Gudiño, a quien no conozco personalmente; pero por lo que deduzco, ha entendido la importancia del buen uso del idioma español. De manera frecuente me envía interesantes inquietudes, que con gusto y con mucho respeto las he convertido en un material que no solo le sirva a ella, sino a los que están convencidos de que nunca se termina de aprender.

La inquietud de Liliana y quizás de otras personas, es saber cuándo se escribe sino y cuándo si no. A algunos les podrá parecer complicado; pero si se le presta la debida atención, se notará que es más fácil de lo que algunos piensan.

Las dudas son razonables, pues las redes sociales, sin desmerecer su importancia y utilidad, están plagadas de impropiedades lingüísticas, ante las que es fundamental tener cuidado, para no convertirse en multiplicadores de lo incorrecto.

En el caso de sino y si no, ocurre que se las utiliza de manera indiferente. Lo cuestionable en esto es que quienes más incurren en esos deslices, son personas que, de buenas a primeras, se las consideran como poseedoras de un alto nivel de preparación, que puede que lo tengan; pero al escribir o hablar, demuestra lo contrario.

El caso de sino forma parte de aquellas palabras que tienen el mismo sonido; pero se escriben diferente y significan otra cosa (homófonas), como el hay de haber y la interjección ay y el adverbio de lugar ahí; el haya del verbo haber, el halla de encontrar y el aya (persona encargada de cuidar y educar a los niños en un hogar). También esa labor en muchos casos la desempeñan varones, por lo que el nombre debe corresponder con su sexo.

Y ya que les he mencionado la palabra sexo, me permito aclararles que lo que define si un ser vivo es hembra o varón, es el sexo y no el género. El sexo es una categoría biológica; en tanto que el género es un término que se refiere a los roles, comportamientos, características y oportunidades en un área determinada.

Los seres vivos, lo digo una vez más, tienen sexo; mientras que género tienen las palabras y las cosas inanimadas. De eso último habló muchas veces; pero por ahora confórmese con esta breve reseña.

Se escribe sino el nombre con el significado de fatalidad o destino: «Este es mi sino», y cuando oficia de conjunción adversativa: «No lo hizo él, sino ella».

Se escribe la forma si no, conformada por la combinación de la conjunción condicional si y el adverbio de negación no: «Si no lo quiere, puede dejarlo en el plato»; «Que lo haga Ana y, si no, María».

Podría llenar este espacio con más ejemplos; pero estimo que esos dos son suficientes para que pueda ser captada la correcta utilización de cada una de esas palabras, que son el quebradero de cabeza de muchas personas que de manera regular escriben para el público.

Como habrán podido notar, el tema no es nada complicado. Solo basta poner interés y persuadirse de la importancia de darle el mejor uso al lenguaje, tanto escrito, como oral.

En eso están comprometidos moralmente los periodistas y los educadores, pues podrán tener una larga experiencia; pero si no saben distinguir entre el hay de haber y la interjección ay y el adverbio de lugar ahí; el haya del verbo haber, el hallar de encontrar y el aya (niñera o niñero), tendrán serias limitaciones, además de que corren el riesgo de que alguien sin su larga experiencia los haga quedar mal con una corrección, o incorreción, según sea el caso.

domingo, 18 de mayo de 2025

¡Es cuestión de reglas y costumbre!

Por:
17/05/2025 

Es plausible que muchas personas, sobre todo periodistas y educadores, se preocupen por escribir bien y hablar de mejor manera, pues esa es su obligación moral; pero cuando esa preocupación se basa en el desconocimiento, es bastante lamentable.

A diario aparecen en la redes sociales contenidos destinados a aportar conocimientos sobre cómo se debe escribir y hablar, lo cual es provechoso; pero hay que tener cuidado, dado que una que otra de esas publicaciones están sustentadas en un purismo exagerado, y al mismo tiempo contienen elementos que, en vez de aclarar, oscurecen.

Es por eso que no todo lo que en ellas aparezca podrá considerarse como correcto. ¡Hay que aplicar el sentido común, que es un gran aliado en estos menesteres.

No quiero que se me tilde de detractor de esas publicaciones; por el contrario, son muy útiles. Pero es indispensable que no se usen a la ligera, dado que se corre el riesgo de difundir contenidos inapropiados. Es preferible sacarles el mayor provecho.

Purismo, para los que dicho vocablo es desconocido, «es una tendencia a defender el mantenimiento de una doctrina, una práctica, una costumbre, en toda su pureza y sin admitir cambios ni concesiones». Ese criterio no es aconsejable en el ámbito de la escritura y el habla, pues la lengua no es algo que pueda permanecer petrificado, sino que, por contrario, evoluciona continuamente.

Hay palabras que, de acuerdo con el país, cambian de entonación, aunque se escriben de la misma manera. De esas voy a hablarles, con la finalidad de aclarar dudas y dejar claro que en eso no cabe criterio de incorrección.

Conozco personas que tienen un admirable nivel de conocimientos en muchas áreas del saber; pero en materia gramatical y lingüística tienen notorias dificultades, que se hacen aún más evidentes cuando se proponen hallar errores en donde no los hay, y por lo general quedan muy mal paradas en su afán de «corregir» al equivocado.

Palabras como Omar, que es un nombre propio; Araujo (apellido), frijoles, video y gripe, han sido y son objeto de polémicas en cuanto a cómo debe ser la pronunciación. En Colombia y quizás algún otro país de Sudamérica, esos vocablos tienen diferente entonación en relación con Venezuela.

En la hermana república, por lo que he podido apreciar en los noticieros, en las series policíacas, comedias y novelas, OMAR, que para los venezolanos tiene entonación aguda «Omár», para los colombianos es ÓMAR, es decir palabra aguda.

En el primer caso no lleva tilde porque no termina en vocal ni en consonante «N» o «S» , y se la coloqué para poder marcar la diferencia entre pronunciaciones.

El segundo caso es una palabra grave terminada en consonante diferente de la «N» y de la «S», por lo que deberá colocársele tilde en la penúltima sílaba.

Ahora, Omar, común en las culturas árabes y musulmanas, es predominantemente de entonación aguda, por lo que creo que la entonación grave obedece más a la fuerza de la costumbre, que a normas gramaticales.

Algo parecido sucede con Araujo y Araújo. La pronunciación venezolana es grave; en tanto que la colombiana utiliza la tilde para evitar que se forme diptongo en «au». Nosotros no podemos pedirles a los neogranadinos que digan Araujo, ni ellos, que digamos Araújo. Es cuestión de costumbre, aunque según lo que he podido entender, ambas formas son válidas.

En Venezuela se habla de frijoles (grave), y en Colombia y creo que también México, de fríjoles (esdrújula). De las dos formas es válido.

En cuanto a video, algunos sabidillos del idioma español, sin argumento sólido, producto de su falta de conocimientos, aseguran que lo correcto es vídeo (palabra esdrújula), y no video (palabra grave), como se acostumbra en Venezuela y en muchos otros países de habla hispana.

Esa disputa entre uno y otro es favorecida por la aparición de contenidos de origen español y por la influencia de voces logradas con inteligencia artificial, en las que aparece la forma española. A fin de cuentas, ambas son válidas.

En relación con gripe (usada en Venezuela), y gripa (en Colombia), se aplica el mismo criterio, solo que en el habla de los venezolanos, lo usual es gripe, y nada más. De modo pues que, lo cuestionable es que si algún nativo de la patria de Bolívar se pone a imitar a los colombianos, se expone a cuestionamientos y a burlas, en el peor de los casos, ¡y si no lo cree, haga la prueba!

sábado, 10 de mayo de 2025

¡Mesasilla y León XIV!

Por

David Figueroa Díaz  


10/05/2025

De manera regular, lo he dicho muchas veces, recibiendo por diversas vías inquietudes, sugerencias y recomendaciones sobre el tema gramatical y lingüístico, que es a lo que me he dedicado desde 1994, sin dejar de lado mi labor de comunicador al servicio de entes gubernamentales, en los que ejerzo el periodismo institucional.

Cada inquietud, por muy modesta que sea, es una demostración de que el mensaje ha llegado, además de que me impone la obligación moral de dar una respuesta satisfactoria.

Muchos de los comentarios que he vertido en este espacio semanal, han surgido de interesantes consultas, con las cuales se me ha hecho fácil seleccionar el tema por publicar. No llevo la cuenta de todos los textos publicados a lo largo de los más de cuarenta años dedicados al periodismo de opinión; pero en este importante medio de comunicación, con el de hoy son 298 temas, cantidad que es poca en relación con los años que llevo siendo parte de la plantilla de autores (colaboradores se les llama en Venezuela). Para mí es un gran honor y un compromiso que se renueva cada vez.

La semana pasada, por razones ajenas a mi voluntad, no pude transcribir ni aun enviar el acostumbrado aporte sabatino, por lo que una vez más pido disculpas, siempre con la intención y el deseo de vencer las dificultades para no fallar a la cita.

A pesar de que la gama de impropiedades gramaticales y lingüísticas es amplia, también lo es el interés por deshacerse de ellas, por parte de personas que han entendido la importancia de escribir bien y hablar de mejor manera, para lo cual no es necesario tener grandes conocimientos, sino un poco de sentido común y poner en práctica lo aprendido en las diferentes etapas de la educación formal. ¡Lo demás llegaría por añadidura.

Una demostración de que muchos de mis artículos de este tipo tienen su origen en las inquietudes de los lectores, es la que me hizo llegar el periodista Héctor González Burgos, excompañero de estudios en la siempre recordada Universidad Católica Cecilio Acosta de Maracaibo, Venezuela, de la que egresé hace ochos años. La inquietud de «Nuno», aunque es un caso específico, por extensión podría ser la misma de muchas personas, de ahí la prudencia de ofrecer una explicación clara, sencilla y convincente. ¡Eso trataré!

Mi amigo y condiscípulo en la mencionada casa de estudios superiores, se relaciona con el nombre del mueble que se utiliza en instituciones educativas y en otras relacionadas, que cumple la doble función de mesa y silla. La consulta en concreto fue: ¿es mesasilla o mesa silla?

Mi respuesta, sin vacilaciones y con plena seguridad, fue y es mesasilla. ¿Por qué? ¡Porque es un elemento de dos componentes que por separado tienen usos distintos, que al unirlos forman uno, es decir, forman el sustantivo mesasilla. Ahora, que el DLE (Diccionario de lengua Española) no lo registra como tal, eso es otra cosa que la explicaré en el siguiente párrafo.

El hecho de que una palabra no esté registrada, no es impedimento para usarla, por las razones que también en varias ocasiones mencionó: La Real Academia no es un ente que pueda decidir si un vocablo deba usarse o no. Su función es simplemente de registro. Es comprensible que por ahora no aparezca; pero si su uso se extiende, más temprano que tarde hará su ingreso triunfal en el registro léxico de la docta institución.

Es el mismo caso de sacapuntas, montacargas, cazatalentos, sabelotodo, saltamontes, brincacharcos, etc. Entonces, si es válido escribir y mencionar palabras, ¿por qué no mesasillas? ¡Todas son de la misma naturaleza! ¡Ah, que no está registrado! ¡Eso es lo que menos importa, sin menospreciar la labor de la Real Academia Española!

León XIV

Sin dudas, el acontecimiento que ha centrado la atención del mundo, de creyentes y no creyentes, ha sido la elección del sucesor del papa Francisco, que como se sabe es Robert Francis Prevost Martínez, quien adoptó el nombre de León XIV.

Se han generado dudas sobre si se debe decir León catorce o décimo cuarto. Me acojo a lo que recomienda la Fundéu (Fundación del Español Urgente). La referida fundación recomienda, con base en las reglas ortográficas y la verificación de la RAE, que debe escribir en números romanos.

Hasta el número diez se leerían con un ordinal: Gregorio tercero, Paulo sexto, Juan Pablo segundo. Después del diez se utiliza la forma cardinal: Juan veintitrés, Pío doce, Benedicto dieciséis, etc.

Recalca que siempre deberá escribirse la numeración romana. En el número diez podrá admitir ambas formas: diez o décimo. ¡Y no hay más!

Las dudas de Liliana

  Por David Figueroa Díaz   18/10/2025 He estado ausente por varios sábados; pero no me he desconectado del ámbito comunicacional: redes soc...