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domingo, 24 de enero de 2021

Un repaso a la acentuación de palabras (y 3)

 


 

Con este artículo concluye la serie de tres, dedicados a las palabras por la índole de la entonación (acentuación), en aras de contribuir con la disipación  de las dudas. Aunque el asunto no es complicado, la mayoría de las impropiedades en las que incurren muchos redactores, profesionales y aficionados, tienen su origen en el desconocimiento de las nociones elementales que permiten determinar si una palabra es agudagrave,  esdrújula o sobresdrújula.

Aunque parezca una nimiedad, la colocación errada u omisión de la tilde, es la falla más recurrente en los medios digitales y redes sociales, por lo que nunca estará de más escribir algo al respecto, con el deseo de que las personas que escriben de manera habitual, puedan despejar sus dudas y apercibirse de los conocimientos que les permitan una mejora sustancial. «Escribe que algo queda», solía decir el periodista venezolano Kotepa Delgado.

Hoy día, con la existencia de los denominados teléfonos inteligentes y las computadoras ultramodernas (ordenadores), la situación con relación a la tilde es particularmente interesante. Si alguien no sabe lo que es una palabra aguda, su escritura siempre tendrá defectos de acentuación, pues al querer escribir esta, el procesador de palabras del dispositivo la cambiará por está. Hago referencia a las palabras agudas, pues son las que el diccionario interno por lo general siempre cambia.

Si alguien escribe un mensaje en el que, por ejemplo, la intención sea decir: «Yo felicito a mi equipo por el gran trabajo realizado hasta ahora», el fulano corrector electrónico se lo cambiará por «yo felicitó a mi equipo por el gran trabajo…»

Es por eso que se debe tener cuidado a la hora de escribir o enviar mensajes, dado que una simple tilde mal utilizada puede desvirtuar la intención original, y denunciar desconocimiento, inclusive. Les recomiendo que tengan cuidado.

No se necesita tener grandes conocimientos gramaticales y lingüísticos para saber que no es lo mismo felicito, que felicitó, y he ahí la importancia y la prudencia de manejar con relativa facilidad el tema de las palabras según la entonación, que se ha convertido en una verdadera calamidad para los que a diario escriben, y también para los que tienen que lidiar con textos plagados de impropiedades de ese tipo.

En el caso de las palabras por la índole de la entonación es menester mostrar algunas que en ocasiones son interrogativas, y en otras son pronombres relativos. Tal es el caso de cuándocómocuálcuáncuánto, dónde, qué y quién. El siguiente párrafo, extraído del libro «Redacción sin dolor», de Sandro Cohen, lo explica todo:

«No sé cuándo, ni sé cómo; pero cuando tú llegues a mis brazos, nadie sabe cuál será mi reacción. Yo cual animal que ha perdido su rumbo, me extiendo cuan largo soy sobre la tierra que tú no conoces, la cual tú misma pisas, a veces. ¡Cuán hermosa te me revelas en sueños! ¡Aun en mis recuerdos que tú no compartes, eres tú quien me acompaña! ¿Sabes quién soy? ¿En dónde me viste? Allá donde la verdad coincide con la fantasía, cuanto más sueñas, más vives. ¿Sabes, por casualidad, cuánto te quiero? Como una ráfaga te pregunto: ¿Qué esperas para despertarme?

También es pertinente destacar que otrora, a la palabra «solo» se le colocaba tilde cuando tenía sentido de solamente. Se omitía cuando significaba «sin compañía». Hoy día no se le coloca.

A la conjunción disyuntiva « se le colocaba tilde cuando se escribía entre cantidades, para no confundirla con el cero. Actualmente no la lleva.

No podía faltar la lista de palabras que nunca deberán llevar tilde, a saber: fuifuedidioviviotibienfesonfinsinyaestoesoaquello.

Luego de concluida esta serie sobre las palabras por la índole de la entonación, agradezco los comentarios elogiosos, y aclaro que sobre este asunto hay más aspectos por mostrar; pero por razones de espacio y de tiempo, me centré en lo más sencillo, en aras de ofrecer un material que pueda servir de guía, destinado a las personas cuya ocupación habitual es la redacción de textos, especialmente educadores, abogados y comunicadores sociales, que tienen la obligación moral de escribir bien y hablar de la mejor manera. 

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