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martes, 10 de octubre de 2023

Por:

David Figueroa Díaz 

10/07/2023

En el artículo de la semana pasada me referí al vicio en el que se ha convertido la supresión de la preposición «A», en casos en los que está precedida por el verbo hacer en infinitivo, como por ejemplo, «vamos a hacer una cosa» ; «qué vamos a hacer», ya muchos lectores, entre ellos el profesor José Vásquez Manzano, les agradó el enfoque que le di al tema. Siempre trato de que los lectores saquen el mayor provecho de este aporte semanal. De lo contrario no tendría sentido.

Con el profesor Vásquez Manzano, lo he dicho en reiteradas ocasiones, suelo intercambiar opiniones acerca de las impropiedades gramaticales y lingüísticas más comunes en los medios de comunicación social y en el habla cotidiana. Sus inquietudes en ese aspecto han sido plasmadas muchas veces en este trabajo de divulgación periodística, lo cual agradezco, pues me ha facilitado la terea de seleccionar los temas por publicar.

Les dije además, que la causa de la mayoría de los despropósitos, según la opinión de muchos expertos, tiene su origen en el mal manejo de las preposiciones. Por eso, a manera de refrescamiento, les di una breve definición y una enumeración de las más usadas. Cité el caso del «vaso de agua», expresión que muchos no se atreven a usar, por temor a que algún sabidillo del idioma español, que los hay por montones, con inusitado regocijo y «autoridad», les diga que es incorrecto, pues los vasos no están construidos de agua. ¡Muy pobre, ese argumento!

Para seguir en la misma onda de la semana pasada, les mostraré varios ejemplos del uso de la preposición «DE», algunos tomados de una publicación en Google y otros adaptados por quien esto escribe, con el deseo de que, quien sepa, repase; y quien no sepa, aprende. Esa es la finalidad de estos temas, que comenzaron a publicar el 12 de noviembre de 1994. O sea, en este año se cumplirán veintinueve.

La preposición mencionada puede indicar muchas cosas, que conviene manejar con relativa facilidad, en función de llamar las cosas por su nombre.

Se usa para señalar posesión, propiedad o parentesco: «Este es el libro de Marta»; «Esa canción es de Marcela Gándara»; «Ese es el hermano de Lucía». Indica el material con el que están construidas las cosas: «Ayer comimos en platos de peltre»; «anillos de oro; «cadenas de plata», «vasos de cartón», sillas de plástico. Contenido: «Una copa de vino y una paella». Temas: «un libro de inglés», «una guía de términos médicos». Momento o un punto de origen en el tiempo: «Yo trabajo de lunes a viernes». Horario: «de 3.00 a 5.00». Punto de origen o procedencia en el espacio: «Ese avión viene de Madrid». Modo: «Hoy estás de mal humor, ¿verdad?»

La preposición «DE» también se usa para referir el uso de algunos objetos: «máquina de coser», «máquina de escribir», «aguja de bordar». Se debe tener presente que cuando se une con el artículo determinado «EL, se contrae en una sola palabra: «DEL». Podrá utilizarse para describir o identificar: «La chica del pelo largo y de la chaqueta azul» o: «La de la mochila azul», en alusión a una canción que popularizó el cantante mexicano Pedrito Fernández.

Del uso de esa proposición para indicar contenido, es de donde surge la polémica por la que el bendito vaso de agua, expresión que a muchos les parece incorrecta, y sin más ni más se atreven a corregir a los ellos consideran que están equivocados. Sin darte cuenta de que los equivocados son otros.

Cuando se dice un plato de sopa, una copa de champán, una taza de café, y por supuesto, un vaso de agua, no se alude al material con que están construidos los recipientes, sino a lo que cabe en ellos. De modo pues que, no existir deberán dudas ni temor de pedir un vaso de agua, que es una expresión válida, consistente en la cantidad exacta de agua que cabe en un vaso. ¿Así o más claro?

Con esa sencilla explicación, sobre todo la del vaso, usted podrá repeler el ataque de aquellos que solo se aprendió uno o dos usos de la preposición «DE», y por eso se creen con el derecho de corregir a los equivocados. No tienen argumentos sólidos, por lo que siempre sacan la peor parte cuando de lenguaje se trata. ¡Ese es el riesgo de hablar de lo que no se sabe!


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