Médico de Cabecera y Santo Sanador

Médico de Cabecera y Santo Sanador
ES DURO, PERO TU PUEDES...QUITA LA PANDEMIA

domingo, 29 de octubre de 2023

¡Evite errores mayúsculos y minúsculos! (1)

 


Por

David Figueroa Díaz 


28/10/2023

Siempre he dicho que muchos de los artículos publicados en este espacio de divulgación periodística surgen de sugerencias y peticiones que de manera regular recibo por diversas vías.

En el selecto grupo al que semanalmente le hago llegar mi publicación semanal, hay periodistas, educadores, locutores, publicistas, abogados, médicos, ingenieros y gente que no es profesional universitaria, pero se esmeran por escribir bien y hablar de mejor manera, aunque habrá otros a los que no les preocupe mejorar.

Esas sugerencias y esas peticiones me facilitan el trabajo de selección de los temas, me permiten evidenciar que este esfuerzo no ha sido en vano y, por supuesto, me honran. ¡Gracias por esa deferencia!

En el selecto grupo al que aludo en el párrafo anterior está la periodista venezolana Cynthia Higuera, quien en varias ocasiones me ha manifestado lo útil que le han sido los temas sobre los que ha leído desde que comenzó a ser asidua seguidora de esta publicación.

Me pidió que le reenviara un artículo escrito por mí no sé cuándo ni dónde está, relacionado con el uso y el abuso de las letras mayúsculas; pero para mí fue más fácil volver a escribir sobre ese asunto, a manera de repaso y con el deseo de disipar las dudas que hayan quedado, tanto de ella, como de los que se preocupan por mejorar cada día su expresión escrita y oral. Cynthia se preocupa, y por eso ha marcado la diferencia. ¿Quiénes más podrán decir lo mismo?

El uso de letras mayúsculas innecesarias se ha convertido en un vicio casi indesarraigable. Hay personas que a todo le colocan mayúscula, como si con eso pudieran impactar al lector. Ignoran que el exceso aja y envilece la escritura, además de que evidencia poca preocupación por hacer un buen uso del lenguaje que emplean, o desconocimiento, en el peor de los casos.

Es justo y necesario destacar que en cuanto al uso de mayúsculas hay mucha ambigüedad, sobre todo en las explicaciones que ofrece la Real Academia Española, que deberían ser simplificadas; pero hay otras que son sencillas de manejar. A ello se une el criterio de muchos autores que, quizás con la intención de facilitar la comprensión, las han condensado en grupos; pero han generado muchas confusiones. Es frecuente leer: «Los cinco, los ocho, los diez y hasta los cincuenta, usos más frecuentes de las mayúsculas».

Para esta entrega he seleccionado ejemplos tomados de algunos blogs y publicaciones que aparecen en Google, con el deseo de contribuir con la disipación de las dudas. ¡Espero que le saquen el mayor provecho; esa es la finalidad! Les aclaro que algunos los adapté a la realidad venezolana.

Se debe tener presente que no se usa letra mayúscula al comienzo de una palabra para escribir los meses del año, estaciones y días de la semana, excepto si forman parte del nombre, como Viernes Santo, barrio 23 de Enero. Los gentilicios también deben ir con inicial minúscula: rioplatense, español, acarigüeño, regiomontano, guanariteño, vegabajeño etc.

Es prudente acotar que muchas personas no saben lo que es el gentilicio, y por eso creen que se refiere a mucha gente. Gentilicio es el nombre que se le da a persona o cosa personificada, de acuerdo con su lugar de origen. En tanto que gentío es grupo, muchedumbre, multitud: «Luego de los disparos, un gentío se refugió en el salón de convenciones». ¡Téngalo claro, y no se le ocurra decir gentido, porque la puede pasar muy mal!

Los nombres de entidades o de organismos cuando se usan de forma genérica, van con inicial minúscula; pero con mayúscula cuando se menciona el nombre propio: «La prueba de acceso a la universidad, es un requisito sine cua non»; «La Universidad Central de Venezuela es la máxima casa de estudios de ese país».

Los puntos cardinales cuando se usan para indicar la orientación o la dirección de un sitio: «Los países del norte de Europa»; pero deberá escribirse: «Corea del Norte», Corea del Sur», «Norte de Santander», etc.

Estas son las formas que considero más sencillas, y por tal razón creo que no habrá complicaciones para asimilarlas, aunque el venidero sábado le daré continuación al tema, no sin antes repasar la entrega anterior. Espero que con esta primera entrega de esta serie, que no sé cuántas serán, pueda haber mayor claridad en cuanto al uso de mayúsculas y minúsculas.


domingo, 22 de octubre de 2023

¡Descubrimiento por siempre!

 

Por:

David Figueroa Díaz  


14/10/2023

Hay acontecimientos históricos, geográficos y de otras naturalezas, de los que, por mucho que pasen los años, nunca dejará de hablarse. Ha habido y habrá polémicas per saecula saeculorum, pues cada quien tratará de imponer su criterio, y eso no es cuestionable.

Lo inquietante y que hasta pudiera ser detestable, es que muchas de esas controversias obedecen más a caprichos, que a hechos comprobables e irrefutables.

Los más sobresalientes, en mi opinión, son el arribo de Cristóbal Colón a costas americanas y la llegada del hombre a la Luna.

Los antiyankis aseguran que la célebre foto que se convirtió en el ícono de ese hecho histórico, fue tomada en un estudio fotográfico de Hollywood. Lo cierto es que de eso, que sepa yo, no se ha mostrado un argumento sólido que desvirtúe lo que hasta ahora ha sido el hecho, lo digo una vez más, uno de los más sobresalientes del siglo veinte.

Ha habido otros que han generado y aún generan polémicas, menos publicitados, como la muerte de Manfred von Richthofen, célebre piloto de la Primera Guerra Mundial, más conocido como el Barón Rojo. Unos aseguran que un piloto inexperto, que ni siquiera estaba autorizado para volar, mediante una sorprendente maniobra, desapareció de la vista del Barón, y segundos después ametralló la nave de este, luego de lo cual, se precipitó a tierra.

Otros sostienen que fue derribado desde tierra. Sobre esto último, el canal de televisión estadounidense History Chanel ha proyectado una especie de dramatización mediante adelantos tecnológicos, del momento en que supuestamente fue baleado desde tierra el avión Fokker Dr.I.

Otro acontecimiento que ha generado controversias es la muerte de John F. Kennedy. La historia oficial señala como autor material a Lee Harvey Oswald; pero hay quienes lo niegan, además de que cuestionan algunos detalles sobre ese hecho que conmovió al mundo.

Pero lo que en mi opinión es una polémica que con el transcurrir de los años pareciera avivarse, es sin dudas lo que ocurrió el 12 de octubre de 1492, lo cual ha dado pie varios cambios de nombre, escogidos a la conveniencia de quienes ostenten el poder.

Desde mi época de estudiante de primaria e incluso de secundaria, se hablaba de Día de la Raza. Luego se le llamó Encuentro de dos Mundos. Ahora, en Venezuela y quizás en otras naciones de gobierno socialista, se le llama Día de la Resistencia Indígena, lo cual no tiene nada de cuestionable.

Lo que sí es debatible y que ha sido el detonante de las controversias, es que muchas personas, por desconocimiento, por chauvinismo u otra causa, se han empeñado en negar que hubo descubrimiento. Para defender su tesis, se basan en que para el momento de la llegada de Colón, ya esta realidad geográfica hoy llamada América, existía.

Ese es un argumento muy simplón, pues la condición sine qua non para que algo sea descubierto, es que exista, pues de lo contrario es imposible. Cuando se dice, por ejemplo, que la Policía descubrió a los autores del hecho, sin dudas que los autores debieron existir.

El mismo criterio se aplica para otros casos, como los que se dedican a explorar las capacidades y habilidades (cazatalentos) de los seres humanos, como músicos, cantantes, atletas e intelectuales, entre otros. Si en esos músicos, cantantes, atletas e intelectuales no existiera talento, jamás podrían ser descubiertos, por la sencilla razón de que solo se descubre lo que existe. ¡No hay otra manera!

Los detractores del descubrimiento dicen que no podrá llamársele de esa manera, porque hubo muertes y desolación, lo cual es cierto; pero no es suficiente para negar que lo ocurrido el 12 de octubre de 1492, fue un descubrimiento. No soy historiador ni pretendo serlo; pero las muertes y la desolación creo que no llegaron con el descubrimiento, sino con la Conquista, que es un proceso histórico muy diferente.

Podrán colocarle el nombre que mejor les parezca; pero el asunto no es un cambio de nombre, sino un acontecimiento histórico que, para bien o para mal, desde el punto de vista del hecho en sí, fue un descubrimiento doble además, pues por un lado los forasteros descubrieron a los nativos, y estos a los forasteros. ¡Ah, que a usted y a mí nos cause indignación el ultraje, la humillación y la matanza de seres inocentes, eso es otra cosa!

No tengo temor de que alguien, con intenciones de darme lecciones de historia y de nacionalismo, me diga que no hubo descubrimiento y me tilde de apátrida, como se escucha hoy día. Una cosa es cuestionarlo y otra es demostrarlo. Eso de que no nos descubrieron porque ya existíamos, es un argumento muy pobre ¡No se les olvide!


martes, 10 de octubre de 2023

Por:

David Figueroa Díaz 

10/07/2023

En el artículo de la semana pasada me referí al vicio en el que se ha convertido la supresión de la preposición «A», en casos en los que está precedida por el verbo hacer en infinitivo, como por ejemplo, «vamos a hacer una cosa» ; «qué vamos a hacer», ya muchos lectores, entre ellos el profesor José Vásquez Manzano, les agradó el enfoque que le di al tema. Siempre trato de que los lectores saquen el mayor provecho de este aporte semanal. De lo contrario no tendría sentido.

Con el profesor Vásquez Manzano, lo he dicho en reiteradas ocasiones, suelo intercambiar opiniones acerca de las impropiedades gramaticales y lingüísticas más comunes en los medios de comunicación social y en el habla cotidiana. Sus inquietudes en ese aspecto han sido plasmadas muchas veces en este trabajo de divulgación periodística, lo cual agradezco, pues me ha facilitado la terea de seleccionar los temas por publicar.

Les dije además, que la causa de la mayoría de los despropósitos, según la opinión de muchos expertos, tiene su origen en el mal manejo de las preposiciones. Por eso, a manera de refrescamiento, les di una breve definición y una enumeración de las más usadas. Cité el caso del «vaso de agua», expresión que muchos no se atreven a usar, por temor a que algún sabidillo del idioma español, que los hay por montones, con inusitado regocijo y «autoridad», les diga que es incorrecto, pues los vasos no están construidos de agua. ¡Muy pobre, ese argumento!

Para seguir en la misma onda de la semana pasada, les mostraré varios ejemplos del uso de la preposición «DE», algunos tomados de una publicación en Google y otros adaptados por quien esto escribe, con el deseo de que, quien sepa, repase; y quien no sepa, aprende. Esa es la finalidad de estos temas, que comenzaron a publicar el 12 de noviembre de 1994. O sea, en este año se cumplirán veintinueve.

La preposición mencionada puede indicar muchas cosas, que conviene manejar con relativa facilidad, en función de llamar las cosas por su nombre.

Se usa para señalar posesión, propiedad o parentesco: «Este es el libro de Marta»; «Esa canción es de Marcela Gándara»; «Ese es el hermano de Lucía». Indica el material con el que están construidas las cosas: «Ayer comimos en platos de peltre»; «anillos de oro; «cadenas de plata», «vasos de cartón», sillas de plástico. Contenido: «Una copa de vino y una paella». Temas: «un libro de inglés», «una guía de términos médicos». Momento o un punto de origen en el tiempo: «Yo trabajo de lunes a viernes». Horario: «de 3.00 a 5.00». Punto de origen o procedencia en el espacio: «Ese avión viene de Madrid». Modo: «Hoy estás de mal humor, ¿verdad?»

La preposición «DE» también se usa para referir el uso de algunos objetos: «máquina de coser», «máquina de escribir», «aguja de bordar». Se debe tener presente que cuando se une con el artículo determinado «EL, se contrae en una sola palabra: «DEL». Podrá utilizarse para describir o identificar: «La chica del pelo largo y de la chaqueta azul» o: «La de la mochila azul», en alusión a una canción que popularizó el cantante mexicano Pedrito Fernández.

Del uso de esa proposición para indicar contenido, es de donde surge la polémica por la que el bendito vaso de agua, expresión que a muchos les parece incorrecta, y sin más ni más se atreven a corregir a los ellos consideran que están equivocados. Sin darte cuenta de que los equivocados son otros.

Cuando se dice un plato de sopa, una copa de champán, una taza de café, y por supuesto, un vaso de agua, no se alude al material con que están construidos los recipientes, sino a lo que cabe en ellos. De modo pues que, no existir deberán dudas ni temor de pedir un vaso de agua, que es una expresión válida, consistente en la cantidad exacta de agua que cabe en un vaso. ¿Así o más claro?

Con esa sencilla explicación, sobre todo la del vaso, usted podrá repeler el ataque de aquellos que solo se aprendió uno o dos usos de la preposición «DE», y por eso se creen con el derecho de corregir a los equivocados. No tienen argumentos sólidos, por lo que siempre sacan la peor parte cuando de lenguaje se trata. ¡Ese es el riesgo de hablar de lo que no se sabe!


sábado, 30 de septiembre de 2023

«¿Qué vamos hacer?»

Por:                             

David Figueroa Díaz  


30/09/2023                     

Los conocedores del tema gramatical y lingüístico consideran que el uso de las preposiciones es el que más dudas e impropiedades genera, y no es para menos, pues la enseñanza que se imparte al respecto es y ha sido muy somera, por lo menos la que yo recibí en mi época de estudiante. Por esa razón muchas personas incurren de manera muy frecuente en mal uso.

Lo lamentable es que en la mayoría de los casos, los autores de esos despropósitos son periodistas, educadores y otros profesionales que de una u otra forma están vinculados a la comunicación social, lo cual les impone la obligación moral y aun legal, de hacer un buen uso del lenguaje que emplean. ¿O no?

En este artículo no voy a referirme de manera muy profunda a las preposiciones, pues para eso necesitaría mayor tiempo y espacio. Solo les hablaré de algunos casos que son frecuentes en los medios de comunicación social, con mayor presencia en las denominadas redes sociales, que a mi juicio, son muy oportunas; pero están plagadas de cosas que hay que evitar.

En tal sentido, es oportuno decirles que las preposiciones son «la parte invariable de la oración que se utiliza para establecer una relación entre dos o más palabras». Las más comunes son, en orden alfabético: a, ante, bajo, cabe, con, contra, de, desde, en, entre, hasta, hacia, para, por, según, sin, so, sobre, tras.

Una de las preposiciones que más les produce «dolor de cabeza» a los redactores, y los hace incurrir en impropiedades, es la «de», sobre todo cuando se debe expresar el modo de funcionamiento de las cosas o el contenido de las mismas.

El caso más polémico, sin dudas, es el «vaso de agua», frase a la que muchas personas, sin saber de lo que hablan, le niegan legitimidad. En este caso la preposición «de» no alude al material con el que estuviera construido el vaso, sino a la cantidad exacta de agua que cabe en él. Si no fuese correcto decir un vaso de agua, tampoco lo sería en casos como: un vaso de leche, un plato de sopa, un ventilador de techo, una copa de vino, etc.

He perdido la cuenta de las veces que en este espacio de divulgación periodística, en talleres y otras dinámicas de grupo, me he referido al bendito vaso de agua; pero nunca estará demás tocarlo de cuando en cuando, con la finalidad de infundirles confianza a los que de manera seria y responsable se dedican a la redacción y a otras disciplinas relacionadas con la comunicación social.

Se ha vuelto muy frecuente la omisión de la preposición «a» en frases como la que he utilizado de título en este escrito, y es por eso que a cada rato los lectores se topan con: «Voy hacer lo que más me convenga»; «Se dedicó hacer una síntesis del tema»; «Hoy no van hacer cena», etc. La confusión en este caso es inducida por el hecho de que en el lenguaje oral se escucha hacer, y no a hacer. Lo cuestionable es que esa impropiedad se ha trasladado al escrito y se ha arraigado de tal modo, que no ha habido forma ni manera de erradicarlo.

También se da mucho el caso de que en lugar de hacer, aparece ser y viceversa: «Voy a ser una fiesta para mis compañeros de trabajo»; «Ya van hacer las seis». En este caso el motivo de la confusión es el mismo que les he descrito, con el agregado de que es un lenguaje de muy bajo nivel, propio de la gente de escasa preparación, que no sería cuestionable; pero es recomendable que se ocuparan de mejorar su expresión escrita, máxime si son usuarios habituales de las redes sociales. Lo censurable sería que un periodista, un educador o cualquier profesional universitario tenga esa deficiencia, ¡y vaya que los hay en una incuantificable cantidad, lamentablemente!

En resumen, la sugerencia es tener claro que en la perífrasis verbal «ir a más infinitivo», no debe omitirse la preposición «a», aunque el verbo auxiliado empiece por /a/: «Voy a hacer»; «Voy a abrir»; «Voy a acumular puntos»; «Ellos van a aclarar el asunto»; «Nosotros vamos a acaparar la atención», «Qué vamos a hacer», etc.

Es justo señalar que el asunto gramatical y lingüístico es un tanto complicado; pero si le presta la debida atención, podrá sacársele un gran provecho. ¡Manos a los libros!


sábado, 9 de septiembre de 2023

¡Más palabras para memorizar!


Por:                                


David Figueroa Díaz  

09/09/2023

Cuando me dispuse a redactar el artículo de la semana pasada, no pensé en escribir una segunda parte; pero una vez publicado, muchos amigos y conocidos me sugirieron hacer otra entrega, pues aún existen muchas dudas y confusiones, sobre las que vale la pena insistir para que los interesados puedan adquirir solvencia en la redacción de textos, además de persuadirse de la importancia de llamar las cosas por su nombre, como debería ocurrir con todas las personas cuya herramienta básica de trabajo sea el lenguaje escrito y oral. ¡No hubo más remedio; esta es la continuación!

Sobre las palabras mal utilizadas, que en la anterior entrega y en esta las he llamado «…para memorizar», he escrito muchas veces. En cada ocasión he mostrado enfoques diferentes, siempre con el deseo de facilitar la comprensión. Ha habido lectores que han aclarado sus dudas; pero lamentablemente hay otros a los que los aqueja el síndrome del teflón: nada se les pega.

De modo pues que, hoy mostraré otra serie de palabras que son utilizadas de forma incorrecta, tanto en los medios de comunicación social, como en el habla cotidiana. Solo hace falta memorizarlas, además de que es fundamental que cada persona que esté vinculada con la escritura y la expresión oral, valore la importancia de escribir bien y hablar de mejor manera.

Casi todos los redactores de contenidos publicitarios y locutores de radio y televisión ignoran que el sufijo -triz es de género femenino, y por eso es frecuente leer u oír menciones en las que se anuncia que el establecimiento tal es «el de mayor prestigio en el ramo automotriz» o que tiene una amplia gama de «repuestos automotrices». En ambos ejemplos hay una falta de elemental concordancia, dado que el sustantivo ramo es masculino y por tanto el adjetivo que lo califica debe concordar con él en género y número.

Si alguien no sabe lo que es el género y el número de las palabras, es recomendable que le dé un repaso a lo que le enseñaron en la educación primaria y en secundaria. Lo adecuado es ramo automotor y repuestos automotores. Alguien pudiera decir que por mercadeo u otra razón prefieren usar la terminación femenina. Eso es simplemente ignorancia, frivolidad u otra razón, de las tantas que han motivado el arraigamiento de muchos vicios en el ámbito publicitario, en donde, a la par de grandes creativos, hay muchos disparateros.

Se ha vuelto un vicio casi indesarraigable el uso de la palabra experticia de forma inadecuada. Por lo general se la usa para referirse a la persona que es gran conocedora de un asunto y lo maneja con facilidad: «Fulano de tal tiene gran experticia en el estudio de suelos» o que «su experticia le ha permitido ocupar cargos de gran importancia». Se entiende que la intención es decir experiencia; pero se utiliza el término inadecuado.

Entre los vocablos experiencia y experticia existe un parentesco medianamente cercano. El primero es, entre otras cosas, el cúmulo de conocimientos y sabiduría con el que una persona desempeña un oficio. En tanto que experticia es una revisión pericial, llevada a cabo por expertos, y quizás ahí esté la razón por la que algunos piensan que es sinónimo de experiencia.

La experticia se aplica en casos de accidentes automovilísticos, aéreos, incendios, etc., en los que los peritos deben determinar las causas que los originaron. Si usted es conocedor de un oficio y lo desempeña con gran facilidad, tiene experiencia; experticia es otra cosa, no se le olvide.

Cierro, por esta ocasión, el tema de las palabras para memorizar, con tres que también son utilizadas de forma incorrecta. La primera es «manulio», dicha y escrita así, para referirse al mecanismo que permite conducir una bicicleta o cualquier vehículo de dos ruedas. La adecuada es manubrio. ¡«Memorícela!

Para indicar la poda de árboles, muchas personas, incluidos periodistas y educadores, dicen apodar: «Mañana debo apodar las plantas de mi jardín»; «El vecino apodó el árbol, y las ramas quedaron sobre la acera». Estos ejemplos son ficticios, pero no arbitrarios. Son muy semejantes a los que se oyen y se leen casi a diario en la vida real.

Cortar las ramas de los árboles es podar, no apodar. Apodar es poner apodos. No son vicios muy extendidos, pues son propios del lenguaje bajo que se emplea en algunos lugares de Venezuela y de Hispanoamérica.

Es fundamental que comunicadores sociales y educadores se conviertan en multiplicadores de la forma correcta. ¡Esa es su obligación moral!


sábado, 2 de septiembre de 2023

Por:                               


David Figueroa Díaz  

02/09/2023

En los días más recientes la situación en cuanto al sistema eléctrico de Venezuela se ha vuelto insoportable. Ha habido fuertes fluctuaciones de voltaje y apagones a cada rato en casi todo el país, que son un indicativo de que todo aquello a lo que nunca más se le hizo mantenimiento, se está deteriorando de manera progresiva. Los entendidos en la materia aseguran que habrá cosas peores.

Lo lamentable de todo eso es que la empresa administradora y distribuidora de la electricidad nunca informa sobre las causas de las interrupciones ni responde por los daños ocasionados. Como consecuencia de esa inestabilidad, mi computadora estuvo inoperativa, y es por eso que he faltado en dos ocasiones consecutivas a la acostumbrada cita de los sábados. ¡Les pido disculpas!

He participado en tertulias con amigos y conocidos, aficionados, como yo, del buen decir. El tema central de los debates que han surgido, ha girado en torno de palabras que son usadas con significado muy diferente del que registran los diccionarios. Sobre eso he escrito muchas veces; pero nunca estará demás dar un repaso, con la sana intención de que todas aquellas personas que se esmeran por escribir bien y hablar de mejor manera, puedan disipar sus dudas. Para tal efecto será necesario que las memoricen y las incorporen a su vocabulario.

No sé si en otro país de habla hispana ocurra algo similar; pero en Venezuela «la reina de las palabras mal utilizadas» es sendo, con su correspondiente femenino. Periodistas, educadores, profesionales de diversas áreas y el común de la gente, la utilizan de forma inapropiada: «Senda cachetada le dieron al abusador»; «La reunión terminó en senda pelea»; «En sendo problema se metió el conserje por mal educado e imprudente», etc.

Lo primero que debe tomarse en cuenta es que el mencionado vocablo no admite singular. Lo otro es que no tiene nada que ver con grande, extraordinario, descomunal, asombroso, etc. Sencillamente es: uno de cada o uno para cada cual.

Hay algunos ciudadanos que, por demagogia y populismo, se autocalifican como humanistas, por decir humanitarios. Ignoran que, aunque son parientes muy cercanos, ambas palabras no significan lo mismo. Humanista está relacionado con el humanismo, y el humanismo es un movimiento cultural y artístico. Humanista vendría a ser el seguidor del humanismo. Por otro lado está humanitario, que es sinónimo de humano, solidario, benefactor, caritativo, filantrópico, altruista, compasivo, etc. Si algún ciudadano posee esas características, será humanitario, no humanista; a menos que a la vez sea militante e impulsor del humanismo; pero eso es otra cosa.

Al hecho de dar una interpretación errónea o falsa a algo, por lo general con intenciones no muy buenas, se le llama tergiversar; pero muchos periodistas, educadores, ingenieros, abogados, médicos y otros profesionales dicen «tragiversar». No sé de dónde habrán sacado semejante disparate, que ha hecho metástasis en muchas esferas de la sociedad venezolana. Tergiversar, si se revisan con detenimiento las sílabas que la componen, podrá notarse que significa «cambiar el giro de las versiones».

Hace varios días oí un audio difundido en los grupos de WhatsApp de los que formo parte, y me llamó poderosamente la atención que una persona con varios años en el ejercicio de la docencia haya dicho «eneligencia», por negligencia, que fue lo que sin dudas quiso decir. Debo confesar que en varias ocasiones he oído la mencionada palabreja, de su voz y la de personas con un bajo nivel de instrucción, lo cual sería admisible; pero que lo diga alguien que se ha formado para formar, y que además haya seguido estudios de posgrado, es bastante lamentable. No está demás recordarle que la forma correcta es negligencia, no «eneligencia».

A la larga lista de palabras mal utilizadas se ha sumado diatriba, que muchas personas a las que sería impensable tacharles una impropiedad de esa naturaleza, confunden con disputa, desencuentro, disyuntiva, controversia, desacuerdo, etc. Diatriba no es nada de eso, y si se lee un buen diccionario, podrá entenderse que es: «Discurso escrito u oral en el que se injuria o censura a alguien o algo». Si ese no es el sentido que quiere dársele, entonces no hay diatriba, sino una gran confusión.

Este artículo me fue sugerido por el poeta venezolano Yorman Tovar, quien por vía de WhatsApp me había enviado una lista palabras y frases que son utilizadas de forma incorrecta; pero al momento de elaborar el texto, me di cuenta de que ya no tenía el mensaje.

Sin embargo, recordé que una de esas era humanista. Le pido disculpas a mi amigo y cuasipaisano Yorman Tovar, y al mismo tiempo reitero mi disposición de volver a hablar del tema en otra oportunidad, siempre que la empresa eléctrica de Venezuela no siga dañando mi computadora.


sábado, 12 de agosto de 2023

¡Es estadal, no regional!

Por:                               

David Figueroa Díaz  

12/08/2023                

No llevo la cuenta de las veces que he escrito sobre el tema del que hoy voy a hablarles, pues en muchas ocasiones he tenido que volver sobre él, motivado por peticiones de los lectores, por la vacilación que existe en cuanto a estadal y regional, o porque en notas informativas de mi autoría, aun cuando he usado la palabra adecuada, en algunos medios me han modificado.

No me creo dueño de la verdad; pero tengo muy claro cuándo debo colocar una y cuándo la otra, y por eso siempre procuro que los interesados en el tema puedan disipar las dudas, mediante la lectura de estos aportes semanales.

En Venezuela la duda sobre si la administración que ejercen los gobernadores de estado debe ser estadal o regional, es de vieja data, y ello quizás tenga su origen en el hecho de que en el pasado puede que haya existido la región como instancia gubernamental, pues en realidad nunca lo he leído.

Lo cierto es que en nuestros días, esa denominación solo se usa para otros fines, como para nombrar la agrupación de varios estados, con una finalidad meramente administrativa: Región Central, Centro Occidental, Región Andina, Región Zuliana, Región Los Llanos, Región Centro Norte, etc., utilizada por ministerios e institutos autónomos, para la distribución de los recursos.

Esas denominaciones han ido despareciendo, pues la realidad política ha dado paso a otros nombres; pero lo curioso es que en el pasado no muy lejano, la Región Andina de la PTJ (Policía Técnica y Judicial) y de Cadafe (Compañía Anónima de Administración y Fomento Eléctrico), por ejemplo, no agrupaban a igual cantidad de estados, pues siempre diferían en uno o dos.

Les hablo con propiedad, toda vez que trabajé como técnico supervisor en la empresa eléctrica, hoy conocida como Corpoelec, además de que siempre procuré tener claro el nombre de las denominaciones de las regiones y de las entidades que las conformaban, cuando no me había iniciado en el noble y apasionante oficio del periodismo de manera profesional, ni menos aun en la escritura sobre temas gramaticales y lingüísticos.

Siempre he insistido en que en Venezuela es inapropiado hablar de gobierno regional, pues esa figura no existe. Me complace que ante mi insistencia, varios comunicadores sociales han captado el mensaje, y en virtud de lo cual, han dejado de escribir «gobierno regional», y con mucha seguridad y seriedad, escriben gobierno estadal, que es lo adecuado. Pero hay otros que no se atreven a hacerlo, por temor a ser cuestionados o que, por la fuerza de la costumbre, «gobierno regional dice todo el mundo». ¡No comparto ese criterio!

He dicho muchas veces que lo de gobierno estadal no es un capricho personal de quien esto escribe, sino algo que está consagrado en el artículo 136 de la Carta Magna de Venezuela, que copiado a la letra dice: «El Poder Público se distribuye entre el Poder Municipal, el Poder Estadal y el Poder Nacional…».

Entonces, si es algo constitucional, no deberá haber temor por el cuestionamiento de aquellos que no han leído el nombrado artículo, aunque la fuerza de la costumbre trate de imponerse.

Los comunicadores sociales, también lo he dicho en infinidad de oportunidades, son educadores a distancia, lo cual les impone la obligación moral y legal de educar, entretener e informar. Si se acostumbran a llamar las cosas por su nombre, más temprano que tarde, logarán que otros los sigan, amparados en el inmenso poder inductivo que ejercen los medios de comunicación.

Hay periodistas que, quizás influenciados por mi insistencia o por la de otras personas que se dedican a hablar sobre estos temas, a lo mejor con cierto temor, escriben «Gobierno Estatal», que de buenas a primeras no tendría nada de malo, siempre que esa frase muestre lo que realmente es. Pero como lo dije antes, deben tener presente que la figura es el estado, por lo que todo de lo que allí derive, es estadal, no estatal.

«Gobierno Estatal» sería un sinónimo de Gobierno Nacional, que tendría cabida en otros estratos sociales, como en el diplomático, por ejemplo; pero en lo meramente comunicacional, bastaría con Gobierno Nacional, para no complicar las cosas.

En resumen, es Gobierno Estadal, no regional ni menos aun, estatal. Estadal debe usarse para todo lo que se relacione con el estado como división territorial y administrativa: Dirección Estadal de Salud, maestros estadales, Consejo Legislativo Estadal etc.

En cambio, estatal se reserva para todo lo que provenga del Estado (con mayúscula) como nación: empresas estatales.

¿Difícil? ¡No lo creo!


¡No hay más que insistir!

Por   David Figueroa Díaz     16/08/2025 Luego de cuatro sábados ausente, hoy retomo este trabajo de divulgación periodística, destinado a a...