Médico de Cabecera y Santo Sanador

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domingo, 30 de noviembre de 2025

Muestrario de los errores más frecuentes (3)

 

Por

David Figueroa Díaz 


29/11/2025

En las entregas anteriores, como en esta, he sintetizado casos sin complicaciones gramaticales, con la finalidad y el deseo de que este material contribuya a que muchas personas puedan deshacerse de las dudas y adquirir solución en la escritura y en la expresión oral.

No sé cuántos artículos contendrán esta serie; pero estoy seguro de que serán de gran utilidad para que pueda haber una mejora sustancial en esas personas que se interesan por aprender cada día más y que su ocupación habitual les impone escribir y hablar de manera frecuente, sobre todo periodistas, locutores, educadores y otros profesionales.

De lo que también estoy convencido, es de que es un muestrario de las situaciones que más generan dudas que conducen a equívocos; no obstante, si se les presta la debida atención, el riesgo será menor y, el beneficio, mayor.

Aún y aun

Aunque suenen igual, ambos vocabularios tienen funciones diferentes, y de ahí la importancia de saber usarlos, para no incurrir en despropósitos.

Aún (con tilde), significa todavía: «Aún es tiempo de recapacitar»; «El dinero no nos ha llegado aún»; «Aún puedes intentarlo».

No llevará el signo gráfico cuando signifique hasta, también, inclusive (o incluso con negación): «Aun (inclusive, hasta) los más ingenuos lo saben»; «Aún los sordos han de oírme»; «No hizo nada por él ni aun (ni siquiera) lo intentó».

Cabe recordar que en cuanto a aun (sin tilde) hay una norma para la pronunciación (monosílaba o bisílaba), de la que por ahora no voy a ahondar, pues mi interés es que se entienda que solo cuando es sinónimo de todavía, llevará tilde.

Mas y más

Algo sucede parecido con estas palabras: algunas personas le colocan la tilde cuando no debe llevarla, y la omiten cuando sí es necesaria. Ante esto, es prudente acotar que se le colocará cuando sea adverbio de cantidad o comparativo: «Hubo más personas que ayer»; «El precio del dólar cada día está más elevado»; «Quiero más azúcar»; «Las selecciones de Centroamérica son las más débiles que participarán en el Mundial de Fútbol de 2026».

No lleva tilde cuando sustituye a pero: «Me gustaría viajar; mas no tengo dinero»; «Muchos estaban contentos; más yo no tuve de acuerdo con el resultado».

Armamento, maquinaria, vialidad.

En el periodismo venezolano, especialmente en las áreas de comunidad y sucesos, muy pocas son las veces en que estos términos son bien utilizados, y ello ocurre porque la mayoría de los redactores, editores y reporteros no han entendido que las tres son colectivas, es decir, aluden a plural.

En sucesos, por ejemplo, es frecuente leer u oír que «los funcionarios, tras la captura del ciudadano, al requisarlo, le fue incautado un armamento», por decir, un arma. ¡Claro que sí es posible incautar un armamento; pero que este haya estado oculto en la ropa que llevaba puesta, es un tanto difícil, a menos que ese individuo se haya disfrazado de Rambo! ¡Un arma, y ​​ya está, pues un armamento es un grupo de armas!

Con maquinaria ocurre algo similar, y por eso, algunos han escrito que «con el uso de una maquinaria fueron retirados los escombros que habían obstruido el paso vehicular». Es posible que hayan usado una maquinaria para tales efectos, con el entendido de que fueron varias máquinas: retroexcavadora, excavadora, pala cargadora frontal (pailoader), motoniveladora (patrol), mototradilla, etc. Pero si se usó una sola, es eso: una máquina, no una maquinaria.

Y cuando de vialidad se trata, la situación de las anteriores se repite. Estaría perfecto que un redactor o reportero escriba o describa que «los gobiernos estadales de Portuguesa y Cojedes están reacondicionando la vialidad Acarigua – San Carlos», siempre que implica la reparación de los tramos viales secundarios entre ambas localidades; pero si ese no es el caso, entonces será: «…la vía Acarigua-San Carlos», que pudiera ser la autopista (autovía) o la antigua carretera vieja, conocida también como Troncal 005.

Nada de lo mencionado está ocurriendo, y solo lo he citado como ejemplo para tratar de que los redactores, editores y reporteros, sobre todo los que estén conscientes de que nunca se termina de aprender, se persuadan de la importancia de escribir y hablar bien, sin pecar de sabelotodo.

Lo de más y más me lo sugirió el profesor José Vásquez Manzano, a quien estimo como uno de los pocos educadores que manejan con gran facilidad el lenguaje que emplean; en tanto que armamento, maquinaria y vialidad, fue una inquietud de Héctor González Burgos, excompañero de estudios en la siempre recordada Universidad Católica Cecilio Acosta. Es un preocupado por el buen decir, lo que le ha permitido distinguirse como comunicador social de primera.

sábado, 22 de noviembre de 2025

Muestrario de los errores más frecuentes (2)

Por

David Figueroa Díaz 


22/11/2025

Con ejemplos claros, sencillos y con una explicación fácil de similar, la semana pasada comenzó a publicar una serie de artículos con un compendio de las que, en mi opinión, son las que más aparecen a diario en los medios de comunicación y en el habla cotidiana.

No sé cuántas publicaciones habrá en lo sucesivo; pero estoy seguro de que será un aporte con el que, el que se lo proponga, podrá aclarar dudas y mejorar su escritura y su forma de hablar. El primer artículo de esta serie ha recibido comentarios elogiosos, lo cual me agrada, me honra y me demuestra que son la confirmación de que el cometido se ha cumplido. ¡Gracias!

Antes de entrar en materia quiero aclarar que talud y alud no son lo mismo; no obstante, muchos reporteros y reporteras de canales de televisión de Venezuela no lo tienen claro.

El día martes 18 de la semana que hoy termina, al describir un suceso en el estado Mérida, una reportera dijo, palabras más, palabras menos, que el «talud» había arrasado unos inmuebles y otros elementos. Sin dudas quiso decir alud, que es el término que debía usar.

Entonces es prudente acotar que talud es «la inclinación de un muro o terreno que se usa para crear superficies planas en terrenos con pendientes». Es, básicamente, una contención; en tanto que alud es, entre otras definiciones, «masa grande de una materia que se desprende por una vertiente», lo cual da pie para afirmar que podrá haber aludes de tierra, nieve, lava u otro material. ¿Vieron la diferencia?

Va ser, va hacer, va ver, va haber

Una impropiedad y mala costumbre que está de moda, es la omisión de la preposición a, lo cual ha abierto el camino para que muchas personas incurran en el uso inadecuado de frases que son producto de descuido o simplemente de falta de conocimiento; pero sea cual sea el motivo, es evidencia de un lenguaje con un nivel muy bajo, inconcebible en personas a las que se las estima como poseedoras de una excelente expresión escrita y oral; pero no es así, lamentablemente.

Entonces, las formas correctas son: va a ser (será), va a hacer (hara), va a ver (verá), va a haber (habrá).

En cuanto a los usos de la preposición mencionada, estos aparecen en manuales físicos de ortografía elemental, pueden encontrarse en Google o, si se prefiere, podrán consultar las publicaciones de la RAE, Fundéu, G. Martí Vivaldi o Sandro Cohen. ¡Usted escoge!

Sino y si no

La primera palabra (sino) es una conjunción adversativa, usada para contrastar dos ideas, de las que una niega y la otra afirma: «No vino a la fiesta, sino que se quedó en casa»; «No es marisco, sino molusco».

Cuando funge de sustantivo se refiere a destino o fatalidad: «Ese será nuestro sino».

En lo que respeta a «si no», vale recalcar que es una estructura usada para expresar una condición con negación, idéntica a «en caso de que no»: «Vendremos si no llueve»; «Si no me lo dices, no lo sabré».

Interrogación y admiración

He visto casos de personas que es posible que piensen que el signo de interrogación y el de exclamaciónsonmeros adornos de la escritura, y por ende podrán usarse o no.

El vicio más común no es usarlo; pero también hay ocasiones en que aparece multiplicado: ¿¿¿¿¿, ?????¡Vaya usted a saber cuál será la intención!

No se debe colocar punto después de interrogación o lo exclamación. Sin embargo, muchos periodistas, educadores y profesores universitarios, sobre todo los que alardean de su larga trayectoria profesional, por mucho que se les insista, siguen incurriendo en el mismo error, por lo cual pareciera que tuvieran teflón en el cerebro (nada se les pega).

También es conveniente saber que para preguntar o exclamar, son dos signos: uno abre y otro que cierra (¿?).

¡Qué curioso, no!

Para cerrar esta entrega les comentario que el idioma español, aparte de ser muy abundante en sinónimos, tiene muchas curiosidades, de las que nunca he escrito; pero ya tendré ocasión de hacerlo.

Lo que quiero destacar en este párrafo de cierre, es que a las palabras imagen, origen, volumen, examen, margen y resumen no se les marca la tilde; pero cuando se escribe sus plurales, sí la llevan: imágenes, orígenes, volúmenes, exámenes y resúmenes.


sábado, 15 de noviembre de 2025

Muestrario de los errores más comunes [1]

Por                                 


David Figueroa Díaz

15/11/2025

En los 31 años dedicado a este trabajo de divulgación periodística he ido aprendiendo muchas cosas sobre el apasionante mundo del lenguaje escrito y oral; pero también he hecho aportes con los que una innumerable cantidad de personas han disipado dudas y han logrado solución en eso de escribir y de hablar bien, por lo cual, lo digo una vez más, me siento satisfecho y convencido de que el esfuerzo no ha sido en vano.

En ese largo recorrido mostró diversas situaciones, desde ortografía elemental, hasta complicados casos de sintaxis, semántica y sindéresis. En cada uno he procurado que el aporte satisfaga las inquietudes de esas personas que se preocupan por mejorar su escritura y expresión oral; Además de que han entendido que nunca se termina de aprender. ¡Esa debe ser la actitud!

Ese trajinar me ha deparado dos cosas: gran facilidad en el manejo del lenguaje que empleo y una visión que me permite hacer una clasificación de las impropiedades más recurrentes en los medios de comunicación (redes sociales) y en el habla cotidiana, con sus causas y consecuencias.

Paradójica y curiosamente, las más frecuentes son las más fáciles de resolver, pues no hace falta poseer grandes conocimientos, sino interés por deshacerse de esos vicios que ajan y envilecen la escritura y la forma de hablar.

En este artículo se mostrarán varios casos que recopiló de publicaciones en Facebook e Instagram, de los cuales habló en reiteradas ocasiones por separado; pero quise juntarlos para que el provecho sea mayor. Para mí, son estos los errores más frecuentes. Lo que también resulta curioso, es que las personas que más incurren en esos deslices, por su rol ante la sociedad en la que se desenvuelven, tienen la obligación moral de ser ejemplos del buen decir. ¡Hola ahí!

Echo, hecho

En este caso conviene saber que echo y hecho son vocablos homófonos, es decir, su sonido es igual; pero no significan lo mismo ni se escriben de igual manera.

El primero es del verbo echar: «Echó la basura en el lugar equivocado»; en tanto que el segundo es una forma del verbo hacer: «Ya he hecho el informe».

Además, hecho es un sustantivo que indica un suceso o una circunstancia: «Ese hecho cambió todo»; «Es un hecho: el equipo tendrá un nuevo director».

Ha, ah, a

La forma ha es del verbo haber: «Ella ha llegado tarde». La partícula ah se usa para expresar asombro, inseguridad u otra forma de reaccionar ante algo inesperado: «Ah, ya entendí». La a (sin la h) es una preposición que indica lugar, tiempo o dirección: «Voy a Caracas»; «El avión llegará a las doce del mediodía, aproximadamente»; «La fiesta comenzó a las nueve de la noche».

Es común que en redes sociales y otros espacios se confunda el uso de a con ha y ah. Es por eso que aparecen frases como: «El juez va ha revisar el caso»; «…a estado pensativo toda la tarde»; «Nos invitaron ah una fiesta de cumpleaños».

Para evitar ese mal uso, es indispensable que se sepa que cuando el fonema representado por la vocal a está precedido de un verbo en infinitivo (no conjugado), se escribe sin h: «Voy a buscar una solución»; «Va a suceder algo que todos estamos esperando»; «El alcalde va a estar todo el día en su despacho».

Cuando sea el caso de que esté acompañando a palabras terminadas en ado o en ido, se coloca con h (ha): «Ha estado lloviendo desde tempranas horas del día»; «Se ha comprobado la eficiencia del nuevo motor»; «La jefa de Talento Humano ha renunciado al cargo»; «Ha surgido un inconveniente»; «No se ha obtenido el resultado esperado»; «Nadie se ha atrevido a dar el ejemplo».

Osea, ósea, o sea

Estas tres palabras tienen un parentesco muy cercano; pero no por eso podrá usárselas indistintamente. La primera se refiere al verbo osear, que significa espantar las aves; la segunda se relaciona con huesos (conformación ósea) y la tercera es una locución que introduce una explicación o consecuencia de algo que ha sido mencionado. Es sinónimo de es decir: «Mañana será el examen final, o sea (es decir), nuestra última oportunidad de avanzar».

El venidero sábado les mostrará otros casos de usos inadecuados, que están en la lista de los que considera los más frecuentes; pero no dudo de que en el transcurso de la semana surjan otros, derivados de inquietudes de personas a las que les apasiona el tema lingüístico y regularmente leen mis escritos. ¡Para eso estoy!



sábado, 8 de noviembre de 2025

¿Para arriba o para abajo?

 

Por                                

David Figueroa Díaz   


08/11/2025

Es agradable saber que a la par de las impropiedades idiomáticas frecuentes en los medios de comunicación (especialmente redes) y en el habla cotidiana, existe en las personas que se dedican a escribir, un marcado interés por deshacerse de las dudas y adquirir soltura para hacerlo bien.

Eso es plausible, además de que es indicativo de que el trabajo de quienes se dedican a comentar sobre temas gramaticales y lingüísticos no ha sido en vano.

Pero hay algo que se debe tomar en cuenta, y es que cuando ese interés surge del desconocimiento, es riesgoso, dado que el resultado pudiera ser más perjudicial que bueno.

Por lo general, siempre me refiero a situaciones en las que los protagonistas son periodistas, locutores, educadores y otros profesionales cuya herramienta básica de trabajo es el lenguaje escrito y el oral, no porque tenga una fijación en ellos, sino porque como profesionales universitarios están obligados moralmente a ser ejemplos del buen decir.

He sido insistente en ese punto, dado que es inconcebible que tengan una ortografía peor que la de un niño de cuarto grado de educación primaria.

Conozco dos abogadas a las que por supuesto les encanta que las llamen doctoras. Una de ellas es docente en una universidad pública de Venezuela. No ha habido formas de hacerla entender la importancia de escribir bien y hablar de mejor manera.

Afortunadamente, ella no litiga, pues de hacerlo tendría muy pocas posibilidades de ganar un caso, ya que los horrores en su escritura serían suficientes para que cualquier juez no le admita un escrito, nada más por eso. Se dice, no me consta, que al afamado jurista venezolano Herman Escarrá, el TSJ (Tribunal Supremo de Justicia) le rechazó un texto por estar plagado de errores ortográficos.

Hay educadores, abogados, médicos, ingenieros, periodistas y otros profesionales que a lo mejor son muy brillantes en sus oficios; pero padecen de una pobreza léxica y una expresión oral que fluctúa entre lo ridículo y lo absurdo. A esos les encanta «dictar cátedra» en redes sociales.

Y cuando digo que a pesar de la multiplicidad de errores en las redes sociales, reitero, hay gente que se preocupa por deshacerse de esos errores que ajan y envilecen la escritura y la expresión oral.

Casi a diario aparecen publicaciones con la intención de contribuir con la disipación de las dudas; pero se debe tener cuidado, toda vez que no todo lo que se publica podrá ser considerado válido.

En los días más recientes ha estado circulando un vídeo en el que aparece un ciudadano que asegura que las expresiones «subir para arriba», «bajar para abajo» y otras parecidas son válidas, son correctas o algo así. A cada rato me llega por vía de WhatsApp, y por eso hoy quiero mostrar mi parecer sobre ese caso que ha causado una especie de revuelo.

No dudo que el audido personaje conozca la materia; pero no da una explicación convincente, además de insinuar que la Real Academia Española las autorizó. Eso me da pie para decir una vez más que la docta institución no es un tribunal para decidir cuál palabra o frase se puede utilizar y cuál no.

Su función es meramente de registro, pues si en materia de uso de vocablos fuese necesario designar una autoridad, ese honor le correspondería al pueblo hablante, que por necesidad expresiva las crea. Ahora, ¿son válidas esas expresiones? ¡Depende de la intención de quien las use!

Son una demostración de un lenguaje muy bajo, que alguien que se precie de escribir y hablar bien debería evitar, a menos que con ellas quiera causar un efecto.

Igual ocurre con la palabra «haiga», de la que muchos aseguran que la RAE la aceptó, con lo cual tienen licencia para usarla. Eso no es cierto, dado que solo ha admitido que en ciertos y determinados estratos de territorios de habla hispana muchos dicen «haiga» de vez de haya, «sube para arriba», en vez de sube; «baja para abajo», en lugar baja; pero de allí a que se haya emitido una orden, un decreto o algo parecido para que tomen el puesto que les corresponden a otras, hay un abismo.

Eso ocurre porque hay personas a las que les gusta hablar en nombre de la Real Academia Española; se autoerigen en catedráticos, aun cuando no tengan la noción mínima de la función de esa corporación.

No sé si el protagonista del video que dio pie a este artículo es lingüista, catedrático o miembro de alguna institución relacionada con el tema; pero lo cierto es que hizo que aumentaran las dudas. Decir «sube para arriba», equivale a decir «el papá suyo de usted». Para evitar complicaciones, les recomiendo que suban o bajen, nada más.


sábado, 1 de noviembre de 2025

«…hubieron muchas enseñanzas»

 

Por David Figueroa Díaz    


01/11/2025                            

De cuando en cuando acudo a la Iglesia cristiana; soy cristiano porque creo en Cristo y en lo que está plasmado en ese compendio sagrado llamado Biblia, inspirado por Dios. Creo en la oración eficaz, creo en el diezmo y no tengo dudas de que todo lo que está escrito habrá de cumplirse. No temo a lo que pueda decirse de mí; no estoy facultado ni autorizado para dictar patrones de cómo deberá conducirse la vida de nadie; pero nadie, excepto Dios, podrá hacer lo propio conmigo.

 

Leo la Biblia, oro, ayuno y procuro abstenerme de pensar e incurrir en actitudes y acciones que al Creador no le agradan; pero como ser humano, no estoy exento de pecar. Soy de los que piensan que no tiene ningún valor memorizar versículos si no se aplica la fe y la solidaridad en la vida diaria; la verdadera fe implica vivir de acuerdo con los principios que se aprenden, no solo reconocerlos intelectualmente. El que se precie de cristiano debe nutrirse del alimento espiritual para poder diferenciar la fe de simples deseos, como les ocurre a algunas personas. La fe, en mis supinos conocimientos doctrinarios, no es solo saber o memorizar, sino también actuar.

 

En una de esas visitas dominicales a la congregación, me llamó la atención algo que hoy les comentaré, sin intención de zaherir a nadie y con el deseo de que puedan sacarle el mayor provecho. El predicador, haciendo uso de una gran facilidad de expresión, logró que su exposición de la palabra de Dios fuese captada que, como se describe en Hebreos 4:12, es dinámica, poderosa y con capacidad de penetrar profundamente en la vida de una persona; solo comparable con «una espada de doble filo», que puede discernir los pensamientos e intenciones del corazón; transformar y guiar a quien la recibe.

 

Me agradó el rico léxico que empleó y la convincente explicación sobre lo que es casa y lo que es hogar. Aunque muchos piensan que son lo mismo, hay en ambos vocablos una sutil diferencia, que conviene conocer en virtud de usarlos de forma adecuada; pero incurrió en el uso incorrecto la forma hubieron, tema del que he perdido la cuenta de las veces que lo he abordado en este espacio, en talleres de lenguaje y en conversaciones informales.

 

Trataré ser lo más explícito posible, con el deseo de que sea asimilado fácilmente.

 

Esa forma verbal es un mal que ha hecho metástasis en varias áreas del saber, y por eso, muchos periodistas, educadores, locutores, los llamados influencers, abogados, ingenieros, médicos, consultores políticos y otros profesionales cuya herramienta básica de trabajo es la expresión escrita y oral, utilizan frases como la que sirve de título a este artículo.

 

¡Ahora! ¿La palabra hubieron es per se incorrecta? ¡No necesariamente!

 

Es incorrecta cuando está seguida de un sujeto, como el caso de «hubieron muchas enseñanzas», «hubieron disturbios», «hubieron detonaciones en la madrugada», «hubieron varias fluctuaciones después del mediodía», etc.

 

La forma correcta es «hubo muchas enseñanzas», «hubo disturbios», hubo detonaciones en la madrugada», «hubo varias fluctuaciones (bajones) de voltaje después del mediodía». ¿Por qué? ¡Porque cuando el verbo haber acompaña a un sujeto, debe aparecer en singular, sin importar la cantidad que se aluda en el mismo! Es indispensable saber el sujeto de la frase.

 

Igual criterio se aplica a había y habrá: «Había (no habían) muchos carros en la vía»; «Había unos quinientos policías para dispersar la manifestación de estudiantes» ¡Y una muy usada!: «Cuando sea millonario habrá (no habrán) señales».

 

¡Entonces! ¿Cuándo se usa la forma hubieron? ¡Se usa en la construcción gramatical pretérito pluscuamperfecto, que no es otra que en el caso de que haya dos acciones, y una depende de la otra!: «Cuando los alumnos hubieron terminado el examen, el profesor los dejó salir». En este caso no debe haber preocupación, pues esa forma de hubieron se usa mayormente en el lenguaje literario, y por tal razón es poco común en el habla cotidiana.

domingo, 19 de octubre de 2025

Las dudas de Liliana

 

Por

David Figueroa Díaz  


18/10/2025

He estado ausente por varios sábados; pero no me he desconectado del ámbito comunicacional: redes sociales y grupos de WhatsApp, en donde me mantengo de manera regular, aunque más como espectador que como autor; pero a veces publico uno que otro contenido.

Había estado imposibilitado de darle continuidad a mi publicación semanal, relacionada con el tema gramatical y lingüístico. La retomo con el deseo de que por lo menos pueda sostenerla hasta que finalice 2025, para lo que ya falta muy poco.

A la computadora en la que transcribía mis textos, se le dañó la fuente de poder, por las frecuentes fluctuaciones (bajones) de voltaje, derivadas del deterioro e inestabilidad del sistema eléctrico de Venezuela, que cada día se torna más angustiante.

Pude conseguir prestado un equipo que, aunque no es tan rendidor como el que se dañó, por ahora me permitirá reanudar este trabajo de divulgación periodística. Si alguien sabe dónde podrá haber una fuente para una computadora Optiplex 790, sabrá agradecerle la información.

Siempre he dicho que muchos de mis artículos en este importante medio de comunicación, surgen de inquietudes de personas que siguen de manera regular esta publicación, e incluso la han adoptado como una guía de consulta. Por eso último, hice un gran esfuerzo para reaparecer.

Les mostraré unos casos que muy gentilmente me hizo llegar Liliana Gudiño, educadora a quien no conozco personalmente; pero gracias a las bondades de la tecnología, hemos establecido una relación que nos permite compartir impresiones acerca de las impropiedades más frecuentes en los medios de comunicación, redes sociales y en el habla cotidiana. Liliana es una de las pocas docentes que hace un excelente uso del lenguaje que emplea, no tengo dudas de eso.

Me contó Liliana, que hace unos días en una tertulia con un grupo de amigos pronunció la frase «es mucha azúcar», e inmediatamente le dijeron que lo correcto es «mucho azúcar». La persona que la corrigió, ignora que la más elemental de las reglas para la igualdad de los accidentes gramaticales, sugiere que esta debe establecerse en género y número. El sustantivo azúcar es femenino y, por tanto, el elemento modificado debe serlo también.

La confusión surge porque algunos piensan que el azúcar es masculino, toda vez que por lo general aparece la frase «el azúcar» y no “la azúcar”. Se escribe de esa manera para evitar la cacofonía que produce el choque de las dos aes: «laazúcar» Igual ocurre con «el agua», «el águila» y «el área».

La otra inquietud de la profesora Liliana Gudiño es la polémica que existe sobre cuándo debe usarse el verbo poner y cuándo colocar. Las discusiones en torno a este caso son muy frecuentes y fuertes, que a veces terminan en desencuentros. Por lo general, los protagonistas de esos encontronazos verbales son personas que el único argumento que esgrimen, es que «las únicas que ponen son las gallinas», lo cual no es del todo cierto, si se toma en cuenta que ese no es el único uso del verbo poner.

Para adquirir facilidad en el manejo de este caso, se debe tener en cuenta que poner y colocar son sinónimos, y solo el contexto determinará el uso de uno u otro, para lo cual es fundamental el sentido común, que es un gran aliado en estas lides.

En muchísimas ocasiones, el verbo poner es sustituto de colocar. Por el contrario, colocar muy pocas veces puede sustituir a poner. Si quiere comprobarlo, haga una lista y verifique cada uso. Eso le permitirá disipar sus dudas, y si no lo logra, entonces, siga escudriñando, para que no busque errores en donde no los hay.


domingo, 17 de agosto de 2025

¡No hay más que insistir!


Luego de cuatro sábados ausente, hoy retomo este trabajo de divulgación periodística, destinado a aclarar dudas y proveer las herramientas básicas que permitan una escritura medianamente aceptable.

Para mí es grato saber que crece cada día el interés por deshacerse de esos vicios que ajan y envilecen la expresión escrita y oral. Digo que me es grato porque por diversas vías recibo inquietudes interesantes sobre las impropiedades más frecuentes en los medios de comunicación y en el habla cotidiana.

Durante la ausencia, que fue por motivos ajenos a mi voluntad, muchos lectores me preguntaron si había decidido retirarme. Nada de eso; solo que mis actividades que derivan de mi ocupación de periodista institucional, aunadas al hecho de que me quedó sin computadora (ordenador), hicieron que me apartara momentáneamente; y aunque todavía no he recuperado el equipo con el que normalmente elabora los textos, dispongo de uno que, aunque es muy básico, me permite seguir siendo útil a aquellas personas que han entendido la importancia de escribir bien y hablar de mejor manera.

Hoy les hablaré de varios casos que he abordado en varias oportunidades por dos razones fundamentales: porque son muy recurrentes y porque algunos lectores me piden que vuelva a mostrarlos. Y como este es un espacio para aclarar dudas y tratar de que los interesados puedan adquirir soltura, cada vez que puedo hacer un repaso, siempre con un enfoque modificado; pero con la misma finalidad.

La omisión de la preposición «a» antes del verbo hacer y otros que comienzan por la letra a, es muy frecuente en escritos publicados en redes sociales y aun en medios digitales, lo cual es indicativo de que el mal ha hecho metástasis en otras áreas. Lo cuestionable es que los autores son personas a las que siempre se les ha estimado por poseedoras de un alto nivel intelectual, lo cual como es lógico suponer, conlleva un relativo manejo de la gramática y la ortografía; pero me he topado con impropiedades que son impensables de alguien que se precie de muy cultivado.

Es frecuente leer expresiones viciadas, como: «Voy hacer la tarea», «Él va hacer un pastel», «Ella va actuar como si nada hubiera pasado, para no despertar sospechas», «Vamos armar el expediente». Cualquier lector descuidado no notará que en cada uno de los ejemplos falta la preposición «a», que en los momentos actuales ha comenzado a tornarse en un vicio difícil de combatir. Las formas correctas son: «Voy a hacer la tarea», «Él va a hacer un pastel», «Ella va a actuar como si nada hubiera pasado, para no despertar sospechas», «Vamos a armar el expediente». Como habrán podido notar, no es nada difícil; solo hace falta un poco de sentido común.      

El caso del bendito vaso de agua , del que he perdido la cuenta de las veces que lo he comentado, se mantiene vigente, pues algunos sabidillos del idioma se han empeñado en cuestionarlo sin ningún argumento que convalide su «tesis». Solo se les ocurre decir que los vasos no están hechos de agua, y lo dicen con regocijado orgullo, porque creen que ese es el único uso de la preposición «de». 

«Un vaso con agua» y «Un vaso de agua», aunque parezcan lo mismo, no lo son. Hay entre ellos una sutil diferencia que conviene conocer en función de usar ambas frases de manera adecuada. Un vaso con agua puede ser desde una gota o hasta que el vaso esté casi lleno o lleno; en tanto que un vaso de agua es la cantidad exacta del líquido preciado que cabe en un vaso, lo cual pudiera ser considerado como una forma de medir líquidos.

De no ser válida la expresión un vaso de agua, tampoco las serán «un plato de sopa», «una copa de vino», «una noche de farra», «un ventilador de techo», «un vaso de leche», «Una taza de café». Se debe tener presente que ambas formas son utilizables; con el entendido de que un vaso de agua no es incorrecto. De modo pues que, amigo lector, amiga lectora, no teman ser corregidos al pedir un vaso de agua, pues los equivocados son otros.

Cierro con una aclaración sobre setiembre y septiembre, pues hay quienes creen que el nombre del noveno mes del año estaría mal escrito si se omitiera la «p». No es cierto. Está en la lista de los vocabularios con doble ortografía. ¡Yo prefiero septiembre! ¿Y ustedes?

sábado, 12 de julio de 2025

Los enemigos de la coma

Por

12/07/2025

Por definición, los signos de puntuación son símbolos gráficos que ayudan a estructurar un texto, que indican pausas, entonación y relaciones entre las ideas. De los más comunes están el punto, la coma, el punto y coma, los dos puntos, los signos de interrogación y exclamación, los paréntesis, las comillas y los puntos suspensivos. Sin ellos será difícil entender lo que se lee.

De esos elementos he publicado muchos artículos y, a Dios gracias, una cantidad considerable de personas han asimilado la enseñanza, lo cual les ha permitido superar dificultades y adquirir soltura en eso de escribir; pero lamentablemente hay otras a las que se les ha hecho difícil, pues quizás no han tomado en consideración la importancia de redactar medianamente aceptable, aunque sea un mensaje de texto.

El largo recorrido por el mundo de la gramática y la lingüística, me permite afirmar que los casos más frecuentes y en los que más se incurre en impropiedades, son sin dudas la tilde y la coma. En cuanto a la tilde, el problema radica en el hecho de que algunos desconocen las palabras por la índole de la entonación, es decir, agudas, graves, esdrújulas y sobresdrújulas, además de que algunos no saben distinguir entre acento y tilde. ¡Es fundamental saberlo!

Lo cuestionable de todo eso es que, la mayoría de las impropiedades en ese aspecto, son de la autoridad de personas que por el rol que desempeñan ante la sociedad (periodistas, educadores y otros profesionales), deben ser ejemplos del buen decir. ¡Esa es su obligación moral!

En relación con la coma, de buenas a primeras, la situación pudiera ser un tanto complicada; pero si se le presta el debido interés, se notará que es más fácil de lo que pudiera pensarse. De ella voy a hablarles una vez más, con el deseo de que puedan disipar las dudas que aún quedan.

Para tal efecto, tomó ejemplos sencillos y muy fáciles de manejar. Todos los enunciados y ejemplos son citados textualmente, tomados de Google; pero revisados por mí, con la finalidad de no publicar algo indebido, algo incompleto. Los usos más comunes se los presentamos a continuación.

Enumeraciones : Se utiliza para separar elementos en una lista o serie: «Compré manzanas, peras y cambures». Es el más fácil de todos; Sin embargo, muchos no lo usan, y si lo hacen, lo emplean de forma inadecuada. Inclusive, separan enumeraciones con guion u otros signos.

Incisos : Se usa para encerrar información adicional o aclaratoria dentro de una oración: «Mi amigo, que es muy inteligente, resolvió el problema».

Vocativos : Se usa para separar el nombre de la persona a la que nos dirigimos del resto de la oración. Por ejemplo: «Juan, ¿puedes ayudarme?». El vocativo puede ir antes, en medio de la oración o al final de ella.

Elipsis : Se utiliza para omitir una palabra o frase que se sobreentiende por el contexto: «Ella estudia inglés, y él, francés». En este ejemplo, si se omite la segunda coma y la tilde en el pronombre personal «él», podría entenderse que se alude a alguien de nacionalidad francesa. ¡Haga la prueba!

Conectores adversativos y concesivos : Se usa para separar oraciones o frases que expresan ideas contrarias o con cierta oposición: «Quería ir, pero estaba lloviendo».

Construcciones comparativas : Se usa para introducir comparaciones: «Es más alto que yo, pero menos fuerte».

Expresiones adverbiales : Se usa para separar frases que modifican el verbo principal: «Además, es importante recordar…»

Aposiciones : Se usa para introducir aposiciones, que son frases que explican o amplían el significado de un sustantivo: «El profesor, un hombre muy sabio, explicó el tema».

Esos no son todos los usos. Existen otros; pero estimo que si los interesados se familiarizan con ellos, podrían deshacerse de muchas dudas. Es fundamental que las personas cuya ocupación habitual les imponga la redacción de textos, no se conformen con escribir por escribir, sino por saber que hay un elemento, entre otros, que le da sentido lo que se escribe: esa es la coma.

Hay textos que por falta de coma, solo por adivinación podrán ser entendidos, y allí el problema. Esos son los que los estudiosos del tema gramatical y lingüístico llaman «Los enemigos de la coma». ¡No sea usted uno de ellos!

sábado, 7 de junio de 2025

¡Qué broma con la tilde!

Por:                              

En Venezuela acaba de terminar una campaña electoral, destinada a elegir a los integrantes de la Asamblea Nacional, gobernadores y legisladores a los consejos estadales, y sin que muchos lo esperaran, incluidos los que serán postulados, el CNE (Consejo Nacional Electoral) anunció el cronograma para proceder a la elección de los alcaldes e integrantes de los concejos municipales, cuya fecha será el 27 de julio del año en curso. Vamos de elección en elección.

Es una elección atípica desde el punto de vista de los lapsos para la inscripción de los candidatos y para la campaña, lo que hizo que los involucrados en el asunto tuvieran que emplearse a fondo para cumplir con lo establecido. Lo cierto que el efecto electoral se mantiene. Los partidarios de las corrientes en pugna, de manera extraoficial, ya han comenzado la campaña electoral, hecho que no sorprende, pues siempre ha sido así. Unos lo hacen de manera subrepticia para evitar sanciones por parte del ente rector; en tanto que otros de manera abierta.

Las redes sociales y grupos de WhatsApp están invadidos de publicaciones en las que resalta la intención de invitar a votar por los diferentes candidatos que participarán en la contienda. Lo que también resalta es el uso inadecuado de las más elementales reglas de ortografía. Hay contenidos muy llamativos y aun creativos desde el punto de vista gráfico; pero en lo lingüístico son una antología de impropiedades, entre ellas la falta de tilde y palabras escritas de manera incorrecta, como por ejemplo boto en lugar de voto.

Me llamó la atención uno en el que se leía: «Voto y ganó». Sin dudas que la intención fue decir «gano»; pero se le marcó la tilde a una palabra que en ese contexto no la lleva. Han aparecido tildadas las palabras yoya y otros usos inadecuados que serán materia para otra entrega. Eso me dio pie para hablar, una vez más, y de manera muy volandera, del uso de la tilde, con especial énfasis en los monosílabos. Espero que le saquen el mayor provecho a este aporte, sobre todos los que de manera regular escriben para el público.

La regla general en el uso de la tilde establece que los monosílabos no la llevan; pero exceptúa de ella a los que cumplen más de una función en la oración, de donde nace el acento diacrítico, que es el que se usa para distinguir el uso. Por ejemplo: Dé (verbo dar, imperativo) y de (preposición). Sé (verbo saber, presente de indicativo) y se (pronombre reflexivo). Té (bebida) y te (pronombre personal).

Hay otros casos como él (pronombre): «Él sabe que está metido en un gran problema». El (artículo determinativo masculino): «El teléfono estuvo sonando toda la noche».

Mí (pronombre personal tónico): «Me da igual lo que pienses de mí». Mi (adjetivo posesivo): «Mi casa está a la orden».

Sí (adverbio de afirmación): «El pueblo le dijo sí al candidato». Si (conjunción condicional): «Eso será posible si cumples con lo acordado».

En este último caso la mayoría de las personas no sabe distinguir entre una y otra forma. El procesador de palabras de los llamados teléfonos inteligentes y los computadores (ordenadores) por lo general lo colocan con tilde. Entonces, no está demás recordarle que usted tenga presente que el  (con tilde) es para afirmar; en tanto que si (sin tilde) tiene otro uso. Con que sepa que el afirmativo lleva tilde, es suficiente.

Además de esos ejemplos, están el aún y el aun, con los que ocurre algo parecido con lo que les comenté sobre los teléfonos inteligentes y los computadores.

La palabra aun lleva tilde cuando equivale a todavía: «Aún (todavía) estás a tiempo de tomar una decisión». No la lleva en casos de incluso, hasta, también o (ni) siquiera: «Al final acudieron todos, aun los que habían dicho que no irían»; «Aun los niños saben que eso no debe hacerse»; «Aun dormida (‘incluso estando dormida, hasta dormida’) te recita la lista de los reyes godos»; «Ni aun su padre (‘ni siquiera su padre’) consiguió convencerla».

Como habrán podido notar, el asunto no es complicado como a algunos les parece. Solo se necesita sentido común y poner en práctica los conocimientos que se adquieren en las diferentes etapas de la educación formal. Lo demás, si se lo proponen, llegará por añadidura.

sábado, 24 de mayo de 2025

¿Es sino o si no?

 Por

David Figueroa Díaz  


24/05/2025

El tema de hoy ya lo he publicado varias veces en este trabajo de divulgación periodística, destinado a aclarar dudas y permitir que aquellas personas que se preocupan por escribir bien y hablar de mejor manera y cuya ocupación habitual sea la redacción y la expresión oral, puedan adquirir soltura.

A la luz de estos aportes semanales, muchas han sido las que lo han logrado. Eso me satisface, pues me demuestra que el trabajo no ha sido en vano. ¡Gracias!

Periodistas, educadores y otros profesionales, a quienes les agradezco la autocalificación de asiduos lectores, les agradezco la confianza, al tiempo que les ratifico el compromiso de hacer lo que esté a mi alcance para brindarles los elementos con los que, si se lo proponen, podrán deshacerse de las dudas y convertirse en multiplicadores del buen uso del lenguaje escrito y oral.

Entre esas personas a las que mi trabajo les sirve de guía en eso de escribir bien y hablar de mejor manera, está la educadora Liliana Gudiño, a quien no conozco personalmente; pero por lo que deduzco, ha entendido la importancia del buen uso del idioma español. De manera frecuente me envía interesantes inquietudes, que con gusto y con mucho respeto las he convertido en un material que no solo le sirva a ella, sino a los que están convencidos de que nunca se termina de aprender.

La inquietud de Liliana y quizás de otras personas, es saber cuándo se escribe sino y cuándo si no. A algunos les podrá parecer complicado; pero si se le presta la debida atención, se notará que es más fácil de lo que algunos piensan.

Las dudas son razonables, pues las redes sociales, sin desmerecer su importancia y utilidad, están plagadas de impropiedades lingüísticas, ante las que es fundamental tener cuidado, para no convertirse en multiplicadores de lo incorrecto.

En el caso de sino y si no, ocurre que se las utiliza de manera indiferente. Lo cuestionable en esto es que quienes más incurren en esos deslices, son personas que, de buenas a primeras, se las consideran como poseedoras de un alto nivel de preparación, que puede que lo tengan; pero al escribir o hablar, demuestra lo contrario.

El caso de sino forma parte de aquellas palabras que tienen el mismo sonido; pero se escriben diferente y significan otra cosa (homófonas), como el hay de haber y la interjección ay y el adverbio de lugar ahí; el haya del verbo haber, el halla de encontrar y el aya (persona encargada de cuidar y educar a los niños en un hogar). También esa labor en muchos casos la desempeñan varones, por lo que el nombre debe corresponder con su sexo.

Y ya que les he mencionado la palabra sexo, me permito aclararles que lo que define si un ser vivo es hembra o varón, es el sexo y no el género. El sexo es una categoría biológica; en tanto que el género es un término que se refiere a los roles, comportamientos, características y oportunidades en un área determinada.

Los seres vivos, lo digo una vez más, tienen sexo; mientras que género tienen las palabras y las cosas inanimadas. De eso último habló muchas veces; pero por ahora confórmese con esta breve reseña.

Se escribe sino el nombre con el significado de fatalidad o destino: «Este es mi sino», y cuando oficia de conjunción adversativa: «No lo hizo él, sino ella».

Se escribe la forma si no, conformada por la combinación de la conjunción condicional si y el adverbio de negación no: «Si no lo quiere, puede dejarlo en el plato»; «Que lo haga Ana y, si no, María».

Podría llenar este espacio con más ejemplos; pero estimo que esos dos son suficientes para que pueda ser captada la correcta utilización de cada una de esas palabras, que son el quebradero de cabeza de muchas personas que de manera regular escriben para el público.

Como habrán podido notar, el tema no es nada complicado. Solo basta poner interés y persuadirse de la importancia de darle el mejor uso al lenguaje, tanto escrito, como oral.

En eso están comprometidos moralmente los periodistas y los educadores, pues podrán tener una larga experiencia; pero si no saben distinguir entre el hay de haber y la interjección ay y el adverbio de lugar ahí; el haya del verbo haber, el hallar de encontrar y el aya (niñera o niñero), tendrán serias limitaciones, además de que corren el riesgo de que alguien sin su larga experiencia los haga quedar mal con una corrección, o incorreción, según sea el caso.

domingo, 18 de mayo de 2025

¡Es cuestión de reglas y costumbre!

Por:
17/05/2025 

Es plausible que muchas personas, sobre todo periodistas y educadores, se preocupen por escribir bien y hablar de mejor manera, pues esa es su obligación moral; pero cuando esa preocupación se basa en el desconocimiento, es bastante lamentable.

A diario aparecen en la redes sociales contenidos destinados a aportar conocimientos sobre cómo se debe escribir y hablar, lo cual es provechoso; pero hay que tener cuidado, dado que una que otra de esas publicaciones están sustentadas en un purismo exagerado, y al mismo tiempo contienen elementos que, en vez de aclarar, oscurecen.

Es por eso que no todo lo que en ellas aparezca podrá considerarse como correcto. ¡Hay que aplicar el sentido común, que es un gran aliado en estos menesteres.

No quiero que se me tilde de detractor de esas publicaciones; por el contrario, son muy útiles. Pero es indispensable que no se usen a la ligera, dado que se corre el riesgo de difundir contenidos inapropiados. Es preferible sacarles el mayor provecho.

Purismo, para los que dicho vocablo es desconocido, «es una tendencia a defender el mantenimiento de una doctrina, una práctica, una costumbre, en toda su pureza y sin admitir cambios ni concesiones». Ese criterio no es aconsejable en el ámbito de la escritura y el habla, pues la lengua no es algo que pueda permanecer petrificado, sino que, por contrario, evoluciona continuamente.

Hay palabras que, de acuerdo con el país, cambian de entonación, aunque se escriben de la misma manera. De esas voy a hablarles, con la finalidad de aclarar dudas y dejar claro que en eso no cabe criterio de incorrección.

Conozco personas que tienen un admirable nivel de conocimientos en muchas áreas del saber; pero en materia gramatical y lingüística tienen notorias dificultades, que se hacen aún más evidentes cuando se proponen hallar errores en donde no los hay, y por lo general quedan muy mal paradas en su afán de «corregir» al equivocado.

Palabras como Omar, que es un nombre propio; Araujo (apellido), frijoles, video y gripe, han sido y son objeto de polémicas en cuanto a cómo debe ser la pronunciación. En Colombia y quizás algún otro país de Sudamérica, esos vocablos tienen diferente entonación en relación con Venezuela.

En la hermana república, por lo que he podido apreciar en los noticieros, en las series policíacas, comedias y novelas, OMAR, que para los venezolanos tiene entonación aguda «Omár», para los colombianos es ÓMAR, es decir palabra aguda.

En el primer caso no lleva tilde porque no termina en vocal ni en consonante «N» o «S» , y se la coloqué para poder marcar la diferencia entre pronunciaciones.

El segundo caso es una palabra grave terminada en consonante diferente de la «N» y de la «S», por lo que deberá colocársele tilde en la penúltima sílaba.

Ahora, Omar, común en las culturas árabes y musulmanas, es predominantemente de entonación aguda, por lo que creo que la entonación grave obedece más a la fuerza de la costumbre, que a normas gramaticales.

Algo parecido sucede con Araujo y Araújo. La pronunciación venezolana es grave; en tanto que la colombiana utiliza la tilde para evitar que se forme diptongo en «au». Nosotros no podemos pedirles a los neogranadinos que digan Araujo, ni ellos, que digamos Araújo. Es cuestión de costumbre, aunque según lo que he podido entender, ambas formas son válidas.

En Venezuela se habla de frijoles (grave), y en Colombia y creo que también México, de fríjoles (esdrújula). De las dos formas es válido.

En cuanto a video, algunos sabidillos del idioma español, sin argumento sólido, producto de su falta de conocimientos, aseguran que lo correcto es vídeo (palabra esdrújula), y no video (palabra grave), como se acostumbra en Venezuela y en muchos otros países de habla hispana.

Esa disputa entre uno y otro es favorecida por la aparición de contenidos de origen español y por la influencia de voces logradas con inteligencia artificial, en las que aparece la forma española. A fin de cuentas, ambas son válidas.

En relación con gripe (usada en Venezuela), y gripa (en Colombia), se aplica el mismo criterio, solo que en el habla de los venezolanos, lo usual es gripe, y nada más. De modo pues que, lo cuestionable es que si algún nativo de la patria de Bolívar se pone a imitar a los colombianos, se expone a cuestionamientos y a burlas, en el peor de los casos, ¡y si no lo cree, haga la prueba!

Muestrario de los errores más frecuentes (3)

  Por David Figueroa Díaz  29/11/2025 En las entregas anteriores, como en esta, he sintetizado casos sin complicaciones gramaticales, con la...